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“Veneno, Antídoto y Neutralizante”

Redacción
23 de noviembre, 2017

Se dice que los viejos toxicólogos italianos tenían la forma de arreglar sus descubrimientos en tres pasos: primero el veneno, luego el antídoto y por último la medicina que neutralizaba el antídoto. Viendo cómo se han desarrollado las discusiones sobre la Ley Electoral y de Partidos Políticos en la comisión de asuntos electorales no me queda ninguna duda que algunos diputados han estado jugando a ser más toxicólogos que diputados y están tratando, de todas las maneras posibles, de neutralizar cualquier efecto positivo que pudieran tener las reformas que exigen los ciudadanos. Esta fórmula de neutralización se ha visto claramente manifestada en dos reformas que se han aceptado pero que los diputados se las han ingeniado para que no surtan el efecto deseado: listados abiertos y menores barreras de entrada.

El veneno que ha hecho enfermar a nuestra democracia en ambos puntos ha sido bastante claro para todas las personas.  Los partidos políticos no son incluyentes, los diputados no son representativos y la democracia parece un juego solo para los que tienen el dinero, los contactos o las estructuras clientelares. Es por ello que en estos momentos estamos llegando a un punto en el cual nos hemos dado cuenta que las instituciones políticas no están respondiendo ante las demandas de las personas, y el rechazo a nuestros representantes y a la democracia misma ha crecido de manera alarmante. Sin duda alguna estamos viviendo una crisis producto de esta enfermedad que los diputados se niegan a atender. Por lo tanto, corremos el riesgo de que el veneno se expanda por todo el cuerpo de la sociedad y termine provocando un colapso de todos los órganos que la componen.

El antídoto ante este veneno también ha quedado claro para todas las personas sin importar su ideología: mayor participación de aquellos que quieran hacerlo; y más poder y libertad para los ciudadanos que quieran participar eligiendo. Estas dos demandas se han traducido en la posibilidad de elegir a personas y no listados, es decir listados abiertos, y en reducir los requisitos de entrada para nuevos partidos políticos. Tras bastante presión de los ciudadanos, los diputados por fin hicieron caso a ambas demandas y decidieron incorporarlas a una futura reforma electoral. A pesar de ello, los diputados sabían que estos dos cambios pondrían en riesgo su propia candidatura y, como buenos escapistas, ya tenían sobre ellos la llave para librarse de estas ataduras.

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El neutralizante que los diputados ingeniaron para eliminar el efecto del antídoto fue simple. A través de una fórmula inventada por el diputado Oscar Argueta, presidente de la comisión, puso tarea difícil sino imposible que un candidato que no lidere la lista del partido pueda entrar antes que el primero de la misma. La fórmula, en esencia, le resta importancia a los votos del candidato para darle un gran peso a la posición del listado en la que el candidato compite provocando que nuevamente se puedan manipular los puestos en los listados. Así mismo, los diputados aceptaron la posibilidad de participación de partidos departamentales pero a la vez aumentaron los requisitos para la formación de los mismos. Nuevamente volvemos al punto de partida solo que esta vez el daño del veneno podría crecer para provocar daños irreparables.

Todos conocemos la triste historia de cualquier buena iniciativa en este país: el manoseo de los diputados. Cualquier propuesta de cambio que ponga en riesgo su posibilidad de continuar saqueando el patrimonio del estado es susceptible a ser modificada enteramente por los legisladores hasta el punto en que la idea original deja de ser reconocible. Entramos en una espiral en la que cualquier posibilidad de cambio tiene que pasar por aquellas personas a las que les conviene mantener el veneno en el sistema actual para seguirlo debilitando. Por el momento, estamos en el punto en el cual podemos darle el antídoto que tanto necesita nuestro sistema político o dejar que aquellos que lo han enfermado sean los que nuevamente neutralicen cualquier intento de sanar.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

“Veneno, Antídoto y Neutralizante”

Redacción
23 de noviembre, 2017

Se dice que los viejos toxicólogos italianos tenían la forma de arreglar sus descubrimientos en tres pasos: primero el veneno, luego el antídoto y por último la medicina que neutralizaba el antídoto. Viendo cómo se han desarrollado las discusiones sobre la Ley Electoral y de Partidos Políticos en la comisión de asuntos electorales no me queda ninguna duda que algunos diputados han estado jugando a ser más toxicólogos que diputados y están tratando, de todas las maneras posibles, de neutralizar cualquier efecto positivo que pudieran tener las reformas que exigen los ciudadanos. Esta fórmula de neutralización se ha visto claramente manifestada en dos reformas que se han aceptado pero que los diputados se las han ingeniado para que no surtan el efecto deseado: listados abiertos y menores barreras de entrada.

El veneno que ha hecho enfermar a nuestra democracia en ambos puntos ha sido bastante claro para todas las personas.  Los partidos políticos no son incluyentes, los diputados no son representativos y la democracia parece un juego solo para los que tienen el dinero, los contactos o las estructuras clientelares. Es por ello que en estos momentos estamos llegando a un punto en el cual nos hemos dado cuenta que las instituciones políticas no están respondiendo ante las demandas de las personas, y el rechazo a nuestros representantes y a la democracia misma ha crecido de manera alarmante. Sin duda alguna estamos viviendo una crisis producto de esta enfermedad que los diputados se niegan a atender. Por lo tanto, corremos el riesgo de que el veneno se expanda por todo el cuerpo de la sociedad y termine provocando un colapso de todos los órganos que la componen.

El antídoto ante este veneno también ha quedado claro para todas las personas sin importar su ideología: mayor participación de aquellos que quieran hacerlo; y más poder y libertad para los ciudadanos que quieran participar eligiendo. Estas dos demandas se han traducido en la posibilidad de elegir a personas y no listados, es decir listados abiertos, y en reducir los requisitos de entrada para nuevos partidos políticos. Tras bastante presión de los ciudadanos, los diputados por fin hicieron caso a ambas demandas y decidieron incorporarlas a una futura reforma electoral. A pesar de ello, los diputados sabían que estos dos cambios pondrían en riesgo su propia candidatura y, como buenos escapistas, ya tenían sobre ellos la llave para librarse de estas ataduras.

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El neutralizante que los diputados ingeniaron para eliminar el efecto del antídoto fue simple. A través de una fórmula inventada por el diputado Oscar Argueta, presidente de la comisión, puso tarea difícil sino imposible que un candidato que no lidere la lista del partido pueda entrar antes que el primero de la misma. La fórmula, en esencia, le resta importancia a los votos del candidato para darle un gran peso a la posición del listado en la que el candidato compite provocando que nuevamente se puedan manipular los puestos en los listados. Así mismo, los diputados aceptaron la posibilidad de participación de partidos departamentales pero a la vez aumentaron los requisitos para la formación de los mismos. Nuevamente volvemos al punto de partida solo que esta vez el daño del veneno podría crecer para provocar daños irreparables.

Todos conocemos la triste historia de cualquier buena iniciativa en este país: el manoseo de los diputados. Cualquier propuesta de cambio que ponga en riesgo su posibilidad de continuar saqueando el patrimonio del estado es susceptible a ser modificada enteramente por los legisladores hasta el punto en que la idea original deja de ser reconocible. Entramos en una espiral en la que cualquier posibilidad de cambio tiene que pasar por aquellas personas a las que les conviene mantener el veneno en el sistema actual para seguirlo debilitando. Por el momento, estamos en el punto en el cual podemos darle el antídoto que tanto necesita nuestro sistema político o dejar que aquellos que lo han enfermado sean los que nuevamente neutralicen cualquier intento de sanar.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo