Tengo muy claro que no todos somos iguales, pero debería ser nuestra cortesía lo que nos haga iguales.

En la Universidad está el centro de copiado y casi siempre se puede escuchar a las personas criticando a los empleados porque la cola está muy grande o porque no llegó el correo o porque se trabó una máquina y lo cierto es que esas cosas no son errores que alguien quiera cometer apropósito además que en dos de las situaciones que ya mencioné tampoco se trata de enmendar un error. Si no de tener un poco de paciencia, asumir la responsabilidad y ser corteses con personas que al final del día solo están tratando de hacer su trabajo de la mejor manera.

Otro espacio en el que nos hace falta tanta cortesía es al manejar. Cada uno preocupado por llegar al destino que parecemos olvidar las reglas básicas de cortesía. Si necesitamos llegar temprano a un sitio pues habrá que calcular tiempos, y dejar de tomar las calles a modo de autopista y encontrar la forma de ayudar a quienes piden vía y no solamente acelerar para que no puedan cambiar de carril.

Aprender a entender cuándo una persona solamente está haciendo su trabajo y no precisamente quiere perjudicarnos. Como los guardias de seguridad privada, quiénes pasan largas jornadas de trabajo acatando órdenes de alguien más que no da la cara, en lugar de pelear con ellos, sería mejor comprender que hay reglas que acatar en cada lugar y que si de verdad el reclamo no tiene sentido, hablar tranquilamente, aunque nos parezca siempre complicado.

Ser corteses no siempre es sencillo, sobre todo porque últimamente nadie lo es, pero es a través de estas acciones que de uno en uno se puede ir transformando todo. Aprender a tratar a todas las personas por igual sin importar que papel sea el que juegan en nuestra vida. Es parte de nuestra responsabilidad ser corteses con quienes nos rodean y así dar un buen ejemplo.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo