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“Los ricos” no existen

Redacción República
07 de diciembre, 2017

“Los ricos se enriquecen y los pobres se empobrecen”. Este mantra de la guerra  clasista lo invocan a menudo quienes defienden políticas redistributivas. Pero ni “los ricos”, ni tampoco los pobres, existen como clase constituida de individuos que comparten un conjunto de intereses similares en conflicto con los intereses de otras clases.

Antes de continuar destaco -para beneficio de lectores inclinados a impugnar motivos personales- que los académicos raramente estamos entre los ricos. La mediana salarial de los profesores universitarios en EEUU es $72,470.

Por supuesto, existen personas acaudaladas, pero el concepto de “los ricos” es utilizado a menudo significando algo más siniestro, como señalan Don Watkins y Yaron Brook en su libro Igual es Injusto. Los autores nos recuerdan que términos como “los ricos” y “el uno porciento” no se utilizan como descripciones neutrales de la riqueza o ingresos de alguien. La narrativa de la guerra clasista asegura que nos explotan “los ricos”, que utilizan su poder económico para manipular el sistema a su favor. “Los ricos” y “el uno porciento” se utilizan peyorativamente para insinuar una clase maligna.

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Entre los muy ricos encontramos líderes tecnológicos visionarios como Bill Gates, Michael Dell y el difunto Steve Jobs; innovadores como Jeff Bezos y Larry Ellison; octogenarios inversionistas como Warren Buffet y Carl Icahn; jóvenes de 30-40 años que convulsionan industrias, como Mark Zuckerberg, Larry Page y Sergey Brin; comerciantes minoristas como los Walton, y fabricantes de caramelos como los Mars; socialistas como George Soros y promotores del libre mercado como los hermanos Koch; y mujeres como Alice y Christy Walton, Jacqueline Mars, Laurene Powell Jobs y Anne Cox Chambers. Más del 10% de los muy ricos en la lista de Forbes 400 son inmigrantes.

Todos tienen grandes fortunas, pero no pueden verse como clase política con idénticos intereses socioeconómicos. Son un grupo heterogéneo de personas con diferentes creencias, motivos, virtudes y defectos. No hay evidencia de que “los ricos” compartan una agenda política, mucho menos una maléfica. De hecho, una encuesta Gallup del 2011 encontró que entre el 1% de los más ricos del país solo el 33% se identificaban a sí mismos como republicanos, 41% como independientes, y 26% como demócratas.

Los promotores de la guerra clasista afirman que el interés sociopolítico principal de “los ricos” es minimizar los impuestos que pagan. Pero si eso es cierto, también lo es para todos los americanos preocupados por los impuestos que deben pagar. En realidad “los ricos” pagan una desproporcionada carga de impuestos federales sobre la renta (income tax). Se estima que el 1 porciento de los que más ganan pagan más del 38 porciento del total de los impuestos federales sobre la renta. Eso supera todos los pagos de income tax del 90 porciento que menos gana.

El 50 porciento de los que pagan impuestos paga aproximadamente el 3% de sus ingresos. Para el 1% en la cima la tasa real de impuestos es 23 porciento de sus ingresos.

El patrón de contribuciones a gastos electorales también desacredita el reclamo de que “los ricos” dominan una agenda común sociopolítica centrada es sus propios intereses. En el ciclo electoral 2014 los comités de acción política (Súper PACs) conservadores gastaron un total de $151.1 millones, mientras los Súper PACs liberales gastaron 20 porciento más, $182.4 millones.

Entonces es taimado argumentar, como hacen quienes apoyan la guerra clasista, que “los ricos” utilizan su influencia política para minimizar sus pagos de impuestos. Más bien parece que “los ricos” son políticamente ineptos en lo que se refiere a influenciar políticas impositivas.

La tragedia real utilizando etiquetas prediseñadas, como “los ricos”, para estigmatizar la riqueza individual, es que impide distinguir a quienes ganan legítimamente como resultado de su producción creativa de bienes y servicios de quienes se apropian de lo de otros parasitariamente, por engaños, fuerza o favores gubernamentales.

La desigualdad económica resultante de nuestros ingresos legítimos es consecuencia inevitable de la libertad económica. La meta de la democracia es la igualdad política, no la económica.

El último libro del Dr. Azel es “Reflexiones sobre la libertad”

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

“Los ricos” no existen

Redacción República
07 de diciembre, 2017

“Los ricos se enriquecen y los pobres se empobrecen”. Este mantra de la guerra  clasista lo invocan a menudo quienes defienden políticas redistributivas. Pero ni “los ricos”, ni tampoco los pobres, existen como clase constituida de individuos que comparten un conjunto de intereses similares en conflicto con los intereses de otras clases.

Antes de continuar destaco -para beneficio de lectores inclinados a impugnar motivos personales- que los académicos raramente estamos entre los ricos. La mediana salarial de los profesores universitarios en EEUU es $72,470.

Por supuesto, existen personas acaudaladas, pero el concepto de “los ricos” es utilizado a menudo significando algo más siniestro, como señalan Don Watkins y Yaron Brook en su libro Igual es Injusto. Los autores nos recuerdan que términos como “los ricos” y “el uno porciento” no se utilizan como descripciones neutrales de la riqueza o ingresos de alguien. La narrativa de la guerra clasista asegura que nos explotan “los ricos”, que utilizan su poder económico para manipular el sistema a su favor. “Los ricos” y “el uno porciento” se utilizan peyorativamente para insinuar una clase maligna.

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Entre los muy ricos encontramos líderes tecnológicos visionarios como Bill Gates, Michael Dell y el difunto Steve Jobs; innovadores como Jeff Bezos y Larry Ellison; octogenarios inversionistas como Warren Buffet y Carl Icahn; jóvenes de 30-40 años que convulsionan industrias, como Mark Zuckerberg, Larry Page y Sergey Brin; comerciantes minoristas como los Walton, y fabricantes de caramelos como los Mars; socialistas como George Soros y promotores del libre mercado como los hermanos Koch; y mujeres como Alice y Christy Walton, Jacqueline Mars, Laurene Powell Jobs y Anne Cox Chambers. Más del 10% de los muy ricos en la lista de Forbes 400 son inmigrantes.

Todos tienen grandes fortunas, pero no pueden verse como clase política con idénticos intereses socioeconómicos. Son un grupo heterogéneo de personas con diferentes creencias, motivos, virtudes y defectos. No hay evidencia de que “los ricos” compartan una agenda política, mucho menos una maléfica. De hecho, una encuesta Gallup del 2011 encontró que entre el 1% de los más ricos del país solo el 33% se identificaban a sí mismos como republicanos, 41% como independientes, y 26% como demócratas.

Los promotores de la guerra clasista afirman que el interés sociopolítico principal de “los ricos” es minimizar los impuestos que pagan. Pero si eso es cierto, también lo es para todos los americanos preocupados por los impuestos que deben pagar. En realidad “los ricos” pagan una desproporcionada carga de impuestos federales sobre la renta (income tax). Se estima que el 1 porciento de los que más ganan pagan más del 38 porciento del total de los impuestos federales sobre la renta. Eso supera todos los pagos de income tax del 90 porciento que menos gana.

El 50 porciento de los que pagan impuestos paga aproximadamente el 3% de sus ingresos. Para el 1% en la cima la tasa real de impuestos es 23 porciento de sus ingresos.

El patrón de contribuciones a gastos electorales también desacredita el reclamo de que “los ricos” dominan una agenda común sociopolítica centrada es sus propios intereses. En el ciclo electoral 2014 los comités de acción política (Súper PACs) conservadores gastaron un total de $151.1 millones, mientras los Súper PACs liberales gastaron 20 porciento más, $182.4 millones.

Entonces es taimado argumentar, como hacen quienes apoyan la guerra clasista, que “los ricos” utilizan su influencia política para minimizar sus pagos de impuestos. Más bien parece que “los ricos” son políticamente ineptos en lo que se refiere a influenciar políticas impositivas.

La tragedia real utilizando etiquetas prediseñadas, como “los ricos”, para estigmatizar la riqueza individual, es que impide distinguir a quienes ganan legítimamente como resultado de su producción creativa de bienes y servicios de quienes se apropian de lo de otros parasitariamente, por engaños, fuerza o favores gubernamentales.

La desigualdad económica resultante de nuestros ingresos legítimos es consecuencia inevitable de la libertad económica. La meta de la democracia es la igualdad política, no la económica.

El último libro del Dr. Azel es “Reflexiones sobre la libertad”

República es ajena a la opinión expresada en este artículo