“Perdí trece kilos y mucha grasa corporal y solo me costó mi vida social, mi relación y cualquier alegría que tuviera en mi vida.
En Hollywood se han vuelto comunes las transformaciones físicas, y han coincidido directamente con el surgimiento de las películas de superhéroes en el cine comercial. Se espera cada vez más que los protagonistas se parezcan a los personajes de cómic que interpretan. Ha redefinido nuestro concepto ideal del cuerpo y de quién está y quién no está en forma.
¿qué nos queda al resto de nosotros? Esto es suficiente para jodernos la cabeza.
Trauma de infancia
De pequeño tenía problemas de peso. Al entrar en la pubertad llegué a pesar hasta 105 kg, y a los once años me gané el cruel apodo de “niño con tetas”. Los comentarios de los otros niños me dejaron con un trastorno alimentario grave cuando llegué a la adolescencia. El peso se volvió una obsesión.
A principios de este año, durante una desventura que viví mientras investigaba para un artículo, caí en un agujero negro de vídeos de ejercicio de YouTube. Me pasé horas viendo a personas que solían ser gordas hablando de la alegría que les traían sus nuevas figuras; a pseudocientíficos ofreciendo pastillas milagrosas y batidos. Incluso estuve viendo monólogos motivacionales de películas con bandas sonoras de nu-metal.
Manos a la obra
Todo eso me hizo preguntarme qué tendría que hacer yo para llevar a cabo ese tipo de transformaciones. Aunque prácticamente me había resignado a la idea de que los abdominales eran algo que solo le pasaba a los demás —como tener pasta o enamorarse—, quería saber si, dando todo de mí, podría lograr tener una buena tableta en el abdomen. Y, además, dado mi historial, ¿debería molestarme en intentarlo?
En el transcurso de once semanas y media logré estar en la mejor forma de toda mi vida. También logré aislarme de las personas más cercanas a mí, causar gran daño a mi relación y cagarme encima. Dos veces.
Lee la nota completa en: Pasé 80 días intentando conseguir abdominales y mi vida se fue a la mierda.
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“Perdí trece kilos y mucha grasa corporal y solo me costó mi vida social, mi relación y cualquier alegría que tuviera en mi vida.
En Hollywood se han vuelto comunes las transformaciones físicas, y han coincidido directamente con el surgimiento de las películas de superhéroes en el cine comercial. Se espera cada vez más que los protagonistas se parezcan a los personajes de cómic que interpretan. Ha redefinido nuestro concepto ideal del cuerpo y de quién está y quién no está en forma.
¿qué nos queda al resto de nosotros? Esto es suficiente para jodernos la cabeza.
Trauma de infancia
De pequeño tenía problemas de peso. Al entrar en la pubertad llegué a pesar hasta 105 kg, y a los once años me gané el cruel apodo de “niño con tetas”. Los comentarios de los otros niños me dejaron con un trastorno alimentario grave cuando llegué a la adolescencia. El peso se volvió una obsesión.
A principios de este año, durante una desventura que viví mientras investigaba para un artículo, caí en un agujero negro de vídeos de ejercicio de YouTube. Me pasé horas viendo a personas que solían ser gordas hablando de la alegría que les traían sus nuevas figuras; a pseudocientíficos ofreciendo pastillas milagrosas y batidos. Incluso estuve viendo monólogos motivacionales de películas con bandas sonoras de nu-metal.
Manos a la obra
Todo eso me hizo preguntarme qué tendría que hacer yo para llevar a cabo ese tipo de transformaciones. Aunque prácticamente me había resignado a la idea de que los abdominales eran algo que solo le pasaba a los demás —como tener pasta o enamorarse—, quería saber si, dando todo de mí, podría lograr tener una buena tableta en el abdomen. Y, además, dado mi historial, ¿debería molestarme en intentarlo?
En el transcurso de once semanas y media logré estar en la mejor forma de toda mi vida. También logré aislarme de las personas más cercanas a mí, causar gran daño a mi relación y cagarme encima. Dos veces.
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