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Con amigos como estos, ¿quién necesita enemigos?

Redacción República
04 de enero, 2018

La compañía española Repsol, una de las mayores empresas de exploración petrolera en el mundo, acordó en el año 2000, invertir millones de dólares para sufragar económicamente y técnicamente la búsqueda de petróleo en aguas cubanas. Repsol realizo trabajadas gestiones para evitar las sanciones económicas estadounidenses contra Cuba arrendando una plataforma de perforación Italiana construida en China y Singapur con menos del 10 por ciento de componentes estadounidenses y que enarbola la bandera de las Bahamas. Se estima que Repsol ha gastado, desde entonces, $150 millones en su exploración en aguas cubanas.

Cuatro años más tarde, en 2004, cuando el primer pozo perforado resulto no productivo, Repsol continuó sus esfuerzos perforando por ocho años más a un costo estimado en $150.000 diarios. Así son los riesgos operativos y comerciales inherentes en la exploración petrolera.

Cuba, consiente que Hugo Chávez luchaba contra un cáncer, necesitaba desesperadamente encontrar alternativas al petróleo subvencionado que recibe de Venezuela. Sin embargo, Cuba en solidaridad ideológica con Argentina, procedió ilógicamente a elevar los riesgos políticos que Repsol incurre en Cuba.

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Cuando la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, anunció dramáticamente que el país expropiaría el 51 por ciento de los intereses de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), propiedad de Repsol que era la empresa matriz de YPF, no se anuncio compensación por los bienes expropiados.

Evocando con lenguaje anacrónico, evocativo de las políticas estatistas populares del siglo pasado, la presidenta habló de recuperar control sobre el patrimonio nacional. “La eficiencia y la patria no son incompatibles”, señaló Fernández.

Cuba, en solidaridad ideológica con la expropiación, aplaudió la decisión de Argentina y acusó a Repsol de haber adquirido su participación mayoritaria en YPF por menos de su valor “justo.” La paradoja es que, en ese momento, Repsol era asociado esencial de Cuba en la exploración de petróleo. El regocijo de Cuba sobre el infortunio de que su socio Repsol perdía su inversión en Argentina obligo a los ejecutivos de Repsol a repensar que “con un socio comercial como Cuba, ¿quién necesita enemigos”?

En los cálculos de inversionistas presentes o futuros en Cuba, lo que en algún momento se consideraron riesgos comerciales normales tienen ahora que ser recalculados para incluir enormes riesgos políticos.

Riesgo-político se refiere al la inseguridad de invertir en un país donde políticas económicas adversas pueden ser instituidas caprichosamente. Por ejemplo la expropiación de bienes, nacionalización de empresas, controles sobre divisas, incapacidad de exportar ganancias, aumento de impuestos o aranceles, etc. Riesgo-político procedente del país anfitrión requiere una prima de peligro que debe ser añadida a los riesgos comerciales normales del inversionista.

Para una empresa comercial, el riesgo-político aumenta los costos y por lo tanto requiere un rendimiento mucho mayor de la inversión para compensar el riesgo adicional. Cuba, con un entorno comercial con poca simpatía por la empresa privada, se ubica como uno de los países del mundo con el peor clima para el inversionista y de más alto riesgo-político.

Teniendo en cuenta su necesidad urgente de capital extranjero, y la exigencia de competir por ese capital con otros países, ¿que impulso al gobierno cubano a alabar públicamente la expropiación de Repsol en Argentina? Los funcionarios del gobierno cubano no tenían necesidad de comentar públicamente sobre la confiscación. Simplemente podrían haber mantenido sus sentimientos privados como un mínimo de respeto hacia su socio inversionista.

Al apresurarse a apoyar y alabar la expropiación de los bienes de Repsol en Argentina, Cuba dejó saber a sus socios comerciales y al mundo que en Cuba la ideología triunfa sobre la racionalidad económica y sobre acuerdos comerciales, y que el gobierno cubano mantiene su compromiso con el principio marxista de la erradicación de toda propiedad privada.

Este no es un buen presagio de la capacidad de los Castros para atraer como socios a inversionistas internacionales. Pero no es un tema, como creen algunos, de pozos secos. Es un asunto de tener como socio comercial a un gobierno declarado enemigo ideológico de la empresa privada. ¿Quién necesita tener un socio así? Repsol ha decidido irse a invertir en aguas menos riesgosas.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Con amigos como estos, ¿quién necesita enemigos?

Redacción República
04 de enero, 2018

La compañía española Repsol, una de las mayores empresas de exploración petrolera en el mundo, acordó en el año 2000, invertir millones de dólares para sufragar económicamente y técnicamente la búsqueda de petróleo en aguas cubanas. Repsol realizo trabajadas gestiones para evitar las sanciones económicas estadounidenses contra Cuba arrendando una plataforma de perforación Italiana construida en China y Singapur con menos del 10 por ciento de componentes estadounidenses y que enarbola la bandera de las Bahamas. Se estima que Repsol ha gastado, desde entonces, $150 millones en su exploración en aguas cubanas.

Cuatro años más tarde, en 2004, cuando el primer pozo perforado resulto no productivo, Repsol continuó sus esfuerzos perforando por ocho años más a un costo estimado en $150.000 diarios. Así son los riesgos operativos y comerciales inherentes en la exploración petrolera.

Cuba, consiente que Hugo Chávez luchaba contra un cáncer, necesitaba desesperadamente encontrar alternativas al petróleo subvencionado que recibe de Venezuela. Sin embargo, Cuba en solidaridad ideológica con Argentina, procedió ilógicamente a elevar los riesgos políticos que Repsol incurre en Cuba.

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Cuando la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, anunció dramáticamente que el país expropiaría el 51 por ciento de los intereses de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), propiedad de Repsol que era la empresa matriz de YPF, no se anuncio compensación por los bienes expropiados.

Evocando con lenguaje anacrónico, evocativo de las políticas estatistas populares del siglo pasado, la presidenta habló de recuperar control sobre el patrimonio nacional. “La eficiencia y la patria no son incompatibles”, señaló Fernández.

Cuba, en solidaridad ideológica con la expropiación, aplaudió la decisión de Argentina y acusó a Repsol de haber adquirido su participación mayoritaria en YPF por menos de su valor “justo.” La paradoja es que, en ese momento, Repsol era asociado esencial de Cuba en la exploración de petróleo. El regocijo de Cuba sobre el infortunio de que su socio Repsol perdía su inversión en Argentina obligo a los ejecutivos de Repsol a repensar que “con un socio comercial como Cuba, ¿quién necesita enemigos”?

En los cálculos de inversionistas presentes o futuros en Cuba, lo que en algún momento se consideraron riesgos comerciales normales tienen ahora que ser recalculados para incluir enormes riesgos políticos.

Riesgo-político se refiere al la inseguridad de invertir en un país donde políticas económicas adversas pueden ser instituidas caprichosamente. Por ejemplo la expropiación de bienes, nacionalización de empresas, controles sobre divisas, incapacidad de exportar ganancias, aumento de impuestos o aranceles, etc. Riesgo-político procedente del país anfitrión requiere una prima de peligro que debe ser añadida a los riesgos comerciales normales del inversionista.

Para una empresa comercial, el riesgo-político aumenta los costos y por lo tanto requiere un rendimiento mucho mayor de la inversión para compensar el riesgo adicional. Cuba, con un entorno comercial con poca simpatía por la empresa privada, se ubica como uno de los países del mundo con el peor clima para el inversionista y de más alto riesgo-político.

Teniendo en cuenta su necesidad urgente de capital extranjero, y la exigencia de competir por ese capital con otros países, ¿que impulso al gobierno cubano a alabar públicamente la expropiación de Repsol en Argentina? Los funcionarios del gobierno cubano no tenían necesidad de comentar públicamente sobre la confiscación. Simplemente podrían haber mantenido sus sentimientos privados como un mínimo de respeto hacia su socio inversionista.

Al apresurarse a apoyar y alabar la expropiación de los bienes de Repsol en Argentina, Cuba dejó saber a sus socios comerciales y al mundo que en Cuba la ideología triunfa sobre la racionalidad económica y sobre acuerdos comerciales, y que el gobierno cubano mantiene su compromiso con el principio marxista de la erradicación de toda propiedad privada.

Este no es un buen presagio de la capacidad de los Castros para atraer como socios a inversionistas internacionales. Pero no es un tema, como creen algunos, de pozos secos. Es un asunto de tener como socio comercial a un gobierno declarado enemigo ideológico de la empresa privada. ¿Quién necesita tener un socio así? Repsol ha decidido irse a invertir en aguas menos riesgosas.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo