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Smart cities y una agenda de atención al crecimiento urbano

Redacción
16 de enero, 2018

Una política de vinculación de lo público con el desarrollo tecnológico.

Desde finales de los años ochenta, el mundo vive un proceso silencioso que ha sido denominado como la “Revolución de la Movilidad”. Nunca antes en la historia habíamos visto una migración tan masiva a nivel mundial. Ese movimiento migratorio no es exclusivamente interestatal o interregional, como tendemos a pensar. Es decir, más allá de la masiva migración de hispanohablantes hacia Estados Unidos, de personas de origen árabe y africana hacia Europa, o de hindúes y pakistaníes hacia el mundo occidental, quizá el proceso migratorio más relevante de las últimas décadas es el que se vive del mundo rural al urbano.

Veamos. Para mediados del siglo XX, un 70 por ciento de la población mundial vivía en áreas rurales. Para el 2005, la proporción urbano-rural llegó prácticamente al equilibrio 50-50. Pero la expectativa es que para el 2030, más del 62 por ciento de la población mundial viva en casos urbanos.

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Guatemala no es ajena a dicha realidad. La Agenda Nacional de Competitividad proyecta que para el 2030, más del 70 por ciento de la población nacional vivirá en zonas urbanas, entre la gran zona metropolitana entorno a la ciudad de Guatemala, cinco nodos regionales (los Altos, Cobán, Mazatenango-Retalhuleu, Oriente y Huehuetenango), dos ciudades portuarias (Puerto Barrios y Puerto de San José) y dos ciudades turísticas (La Antigua Guatemala y Petén). Esto implica que durante la siguiente década, las autoridades a nivel central y local deben desarrollar políticas públicas diseñadas a atender –de forma preventiva– el crecimiento significativo de las urbes, y las demandas asociadas en términos de servicios, oportunidades económicas, desarrollo de capital humano, infraestructura y sostenibilidad.

Las grandes urbes que mejor han logrado atender los retos y aprovechar las oportunidades de la revolución de la movilidad son aquellas que han recurrido a la tecnología de la información y comunicaciones para generar información que facilite la administración financiera, humana, energética y ambiental de las ciudades. A ellas se les ha denominado como “ciudades inteligentes” o “Smart cities”.

Entre los procesos implementados en diversas “Smart-cities” alrededor del mundo se incluye la recolección de “big-data” para medir patrones de tráfico vehicular, lo que permite generar programas de sincronización de semáforos, definir mejor las rutas de transporte público, generar información para conductores y promover una mejor planificación de infraestructura vial. También encontramos ejemplos de administración de servicios urbanos, como el agua, manejo de desechos, transporte público, provisión de energía, espacios de parqueo y otros más a través de herramientas informáticas, modelos de economía colaborativa o sistemas de información interactiva entre oferentes y consumidores. También vemos aplicación para generar interacción de los sistemas de videovigilancia y seguridad urbana, con el objetivo de generar mayor capacidad de
respuesta y toma de decisiones ante fenómenos delictivos, atención de emergencias.

Incorporar el componente tecnológico dentro de la planificación urbana es un paradigma hacia el cual el mundo se ha movido por los últimos 15 años. La tecnología de la información y el big data se convierten ahora en los grandes aliados de los urbanistas del siglo XXI.

Smart cities y una agenda de atención al crecimiento urbano

Redacción
16 de enero, 2018

Una política de vinculación de lo público con el desarrollo tecnológico.

Desde finales de los años ochenta, el mundo vive un proceso silencioso que ha sido denominado como la “Revolución de la Movilidad”. Nunca antes en la historia habíamos visto una migración tan masiva a nivel mundial. Ese movimiento migratorio no es exclusivamente interestatal o interregional, como tendemos a pensar. Es decir, más allá de la masiva migración de hispanohablantes hacia Estados Unidos, de personas de origen árabe y africana hacia Europa, o de hindúes y pakistaníes hacia el mundo occidental, quizá el proceso migratorio más relevante de las últimas décadas es el que se vive del mundo rural al urbano.

Veamos. Para mediados del siglo XX, un 70 por ciento de la población mundial vivía en áreas rurales. Para el 2005, la proporción urbano-rural llegó prácticamente al equilibrio 50-50. Pero la expectativa es que para el 2030, más del 62 por ciento de la población mundial viva en casos urbanos.

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Guatemala no es ajena a dicha realidad. La Agenda Nacional de Competitividad proyecta que para el 2030, más del 70 por ciento de la población nacional vivirá en zonas urbanas, entre la gran zona metropolitana entorno a la ciudad de Guatemala, cinco nodos regionales (los Altos, Cobán, Mazatenango-Retalhuleu, Oriente y Huehuetenango), dos ciudades portuarias (Puerto Barrios y Puerto de San José) y dos ciudades turísticas (La Antigua Guatemala y Petén). Esto implica que durante la siguiente década, las autoridades a nivel central y local deben desarrollar políticas públicas diseñadas a atender –de forma preventiva– el crecimiento significativo de las urbes, y las demandas asociadas en términos de servicios, oportunidades económicas, desarrollo de capital humano, infraestructura y sostenibilidad.

Las grandes urbes que mejor han logrado atender los retos y aprovechar las oportunidades de la revolución de la movilidad son aquellas que han recurrido a la tecnología de la información y comunicaciones para generar información que facilite la administración financiera, humana, energética y ambiental de las ciudades. A ellas se les ha denominado como “ciudades inteligentes” o “Smart cities”.

Entre los procesos implementados en diversas “Smart-cities” alrededor del mundo se incluye la recolección de “big-data” para medir patrones de tráfico vehicular, lo que permite generar programas de sincronización de semáforos, definir mejor las rutas de transporte público, generar información para conductores y promover una mejor planificación de infraestructura vial. También encontramos ejemplos de administración de servicios urbanos, como el agua, manejo de desechos, transporte público, provisión de energía, espacios de parqueo y otros más a través de herramientas informáticas, modelos de economía colaborativa o sistemas de información interactiva entre oferentes y consumidores. También vemos aplicación para generar interacción de los sistemas de videovigilancia y seguridad urbana, con el objetivo de generar mayor capacidad de
respuesta y toma de decisiones ante fenómenos delictivos, atención de emergencias.

Incorporar el componente tecnológico dentro de la planificación urbana es un paradigma hacia el cual el mundo se ha movido por los últimos 15 años. La tecnología de la información y el big data se convierten ahora en los grandes aliados de los urbanistas del siglo XXI.