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Si Dios me quita la vida (11)

Gabriel Arana Fuentes
21 de enero, 2018

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

Entre un picop rojo y tres vasos de horchata

El comisario encontró sentado a Enio, quien ya se había introducido en su boca una tortilla con sal doblada en cuatro.

—¿Sabe por qué no ha llegado Fabio?

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—Allí viene, mire comisario. Me quedé con las palabras en la boca.

Doña Carmen, la dueña de la Dolorosa, entró al privado, junto con Fabio. Prácticamente les poetizó el menú del día, que consistía en pollo en salsa blanca, milanesa, costilla o lengua fingida. Todos los platos se acompañaban con una sopa de verduras, arroz con maíz, ensalada de pepino con tomate, un pedazo de fruta y refresco.

El comisario ordenó costilla ante la desaprobación de todos, debido a su ácido úrico; Fabio eligió el pollo y Enio, la milanesa. Este último solicitó de emergencia el picante de la casa y un pichel con horchata.

Wenceslao puso su agenda de notas sobre la mesa. Una incómoda mosca trató de descifrar los garabatos. Les notificó de su visita al supermercado, la visualización de la cinta y los resultados.

Tras hacer su exposición, pensó en voz alta: hay algo que todavía no entiendo. En casa de los Figueroa encontramos un arsenal de cervezas, como para que se las tomara un ejército. La factura que encontré en el cuerpo de Bernardino solamente da cuenta de dos cajas de cerveza y todo lo necesario para la preparación de un ceviche. Tras revisar el video, efectivamente eso fue lo que compró con esa factura.

Esto puede significar algo, muchachos: que está alterada la factura o que pertenece a otro supermercado de la misma cadena o que alguien más realizó la compra en el mismo supermercado. Luego, seguramente, le entregó la factura a Bernardino. Debo concentrarme en ella para identificar el lugar y la persona que realizó la compra. Voy a regresar al supermercado y revisaré de nuevo el video. También revisaré las demás facturas relacionadas con las comprar. Hay que volver a catear a los muertos. Seguidamente, el comisario clavó la mirada en Enio.

—Un poco más de lo que le adelanté por teléfono, comisario. Investigué las placas de los autos y encontré que todos fueron traídos rodados de los Estados Unidos. El señor Figueroa los compró a unos sus amigos (primos ellos), que traen carros del Norte. Sus nombres son Eugenio Del Cid y Eduardo Gómez Del Cid. Tengo a un par de agentes investigando todo sobre ellos.

—¿Fabio?

(En ese momento, apareció doña Carmen, con las dos manos aferradas a una bandeja, como malabarista la balanceó sobre la cabeza de los policías. Casi que lanzó el pichel justo en medio de la mesa y como siempre, entregó los platos equivocados; como siempre, los detectives no hicieron el cambio y cada quien comenzó a comer lo que no ordenó).

—Comisario. Comencé por la interrogación a la vecina anciana, la que se fue a sentar con sombrilla y café frente a la casa de los Figueroa. Responde al nombre de Liliana Carranza viuda de Portocarrero. Ella es conocida por sus vecinos como Lily a secas. Ella manifestó conocer a los miembros de la familia masacrada desde que se trasladaron a vivir a esa casa. Ese mismo día ella se presentó y se puso a las órdenes.

Al hijo mayor, el que no se encuentra entre los difuntos, no le tiene mucho aprecio que digamos, pues el individuo ha roto vidrios con su pelota de futbol. La anciana califica a la familia de social y amiguera, ya que casi todos los fines de semana realizaban reuniones. Aseguró que el sábado de la tragedia había más personas en casa, debido a que varios autos se estacionaron en los alrededores.

—Detalles concretos, Fabio.

—Ella no sabe en lo absoluto nada de marcas. Dice que nunca ha tenido auto, pero lo que sí sabe es que, entre ellos, había un picop rojo que hacía un ruido infernal cuando lo arrancaban.

Doña Carmen volvió a irrumpir con otra bandeja en la que traía los postres. El comisario había ordenado un Tres leches y varias bolsitas de maní garapiñado.

Una nueva pista acababa de aparecer. Había que localizar a esa gente, ya, anotó el comisario mientras terminaba con el tercer vaso de horchata.

Estas son las Crónicas policiales del Comisario W.P. Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

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Si Dios me quita la vida (11)

Gabriel Arana Fuentes
21 de enero, 2018

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

Entre un picop rojo y tres vasos de horchata

El comisario encontró sentado a Enio, quien ya se había introducido en su boca una tortilla con sal doblada en cuatro.

—¿Sabe por qué no ha llegado Fabio?

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—Allí viene, mire comisario. Me quedé con las palabras en la boca.

Doña Carmen, la dueña de la Dolorosa, entró al privado, junto con Fabio. Prácticamente les poetizó el menú del día, que consistía en pollo en salsa blanca, milanesa, costilla o lengua fingida. Todos los platos se acompañaban con una sopa de verduras, arroz con maíz, ensalada de pepino con tomate, un pedazo de fruta y refresco.

El comisario ordenó costilla ante la desaprobación de todos, debido a su ácido úrico; Fabio eligió el pollo y Enio, la milanesa. Este último solicitó de emergencia el picante de la casa y un pichel con horchata.

Wenceslao puso su agenda de notas sobre la mesa. Una incómoda mosca trató de descifrar los garabatos. Les notificó de su visita al supermercado, la visualización de la cinta y los resultados.

Tras hacer su exposición, pensó en voz alta: hay algo que todavía no entiendo. En casa de los Figueroa encontramos un arsenal de cervezas, como para que se las tomara un ejército. La factura que encontré en el cuerpo de Bernardino solamente da cuenta de dos cajas de cerveza y todo lo necesario para la preparación de un ceviche. Tras revisar el video, efectivamente eso fue lo que compró con esa factura.

Esto puede significar algo, muchachos: que está alterada la factura o que pertenece a otro supermercado de la misma cadena o que alguien más realizó la compra en el mismo supermercado. Luego, seguramente, le entregó la factura a Bernardino. Debo concentrarme en ella para identificar el lugar y la persona que realizó la compra. Voy a regresar al supermercado y revisaré de nuevo el video. También revisaré las demás facturas relacionadas con las comprar. Hay que volver a catear a los muertos. Seguidamente, el comisario clavó la mirada en Enio.

—Un poco más de lo que le adelanté por teléfono, comisario. Investigué las placas de los autos y encontré que todos fueron traídos rodados de los Estados Unidos. El señor Figueroa los compró a unos sus amigos (primos ellos), que traen carros del Norte. Sus nombres son Eugenio Del Cid y Eduardo Gómez Del Cid. Tengo a un par de agentes investigando todo sobre ellos.

—¿Fabio?

(En ese momento, apareció doña Carmen, con las dos manos aferradas a una bandeja, como malabarista la balanceó sobre la cabeza de los policías. Casi que lanzó el pichel justo en medio de la mesa y como siempre, entregó los platos equivocados; como siempre, los detectives no hicieron el cambio y cada quien comenzó a comer lo que no ordenó).

—Comisario. Comencé por la interrogación a la vecina anciana, la que se fue a sentar con sombrilla y café frente a la casa de los Figueroa. Responde al nombre de Liliana Carranza viuda de Portocarrero. Ella es conocida por sus vecinos como Lily a secas. Ella manifestó conocer a los miembros de la familia masacrada desde que se trasladaron a vivir a esa casa. Ese mismo día ella se presentó y se puso a las órdenes.

Al hijo mayor, el que no se encuentra entre los difuntos, no le tiene mucho aprecio que digamos, pues el individuo ha roto vidrios con su pelota de futbol. La anciana califica a la familia de social y amiguera, ya que casi todos los fines de semana realizaban reuniones. Aseguró que el sábado de la tragedia había más personas en casa, debido a que varios autos se estacionaron en los alrededores.

—Detalles concretos, Fabio.

—Ella no sabe en lo absoluto nada de marcas. Dice que nunca ha tenido auto, pero lo que sí sabe es que, entre ellos, había un picop rojo que hacía un ruido infernal cuando lo arrancaban.

Doña Carmen volvió a irrumpir con otra bandeja en la que traía los postres. El comisario había ordenado un Tres leches y varias bolsitas de maní garapiñado.

Una nueva pista acababa de aparecer. Había que localizar a esa gente, ya, anotó el comisario mientras terminaba con el tercer vaso de horchata.

Estas son las Crónicas policiales del Comisario W.P. Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

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