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Contribución del Objetivismo a desvanecer los errores de Kant

Warren Orbaugh
23 de enero, 2018

Immanuel Kant (1724-1804) es considerado por muchos pensadores como el más grande filósofo que haya vivido. Su influencia es, desde luego, sea que se acepten o no sus ideas, incuestionable, pues todo sistema, ya sea que se derive de éstas o pretenda refutarlas, lo debe tomar en cuenta.

Llamó “filosofía trascendental” a su doctrina, que expuso en tres obras principales: La Crítica de la Razón Pura, La Crítica de la Razón Práctica, y La Crítica del Juicio. Su intención fue determinar de una vez por todas, los límites precisos del conocimiento humano, por medio de una crítica a lo que la mente humana puede hacer. De esta manera creyó responder a las dudas escépticas de Hume, refutar las afirmaciones exageradas de Leibniz y Espinoza, y dar respuesta final a la pregunta fundamental de Descartes: ¿De qué puedo estar seguro?

Con el término trascendental se refiere a lo que traspasa los límites de la ciencia experimental y que no conviene a todo conocimiento a priori, sino que sólo a aquél mediante el cual conocemos que ciertas representaciones –intuiciones o conceptos– no son aplicadas o posibles más que a priori y cómo lo son. De tal suerte, no son representaciones trascendentales el espacio ni cualquier determinación geométrica a priori del mismo. Sólo puede tener el nombre de trascendental el conocimiento del origen no empírico de esas representaciones y de la manera con que pueden referirse a priori a objetos de la experiencia. La diferencia de lo trascendental y de lo empírico pertenece sólo a la crítica del conocimiento y no a la relación del conocimiento con su objeto.

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El argumento trascendental de Kant parte de la hipótesis de que la mente no se conforma al objeto, sino que el objeto se conforma a la mente. Esta teoría de percepción y cognición se llama teoría de correspondencia, que afirma que nuestra percepción y conceptos corresponden o no con la realidad externa. Para esto Kant afirma que la mente contiene en sí ciertas formas de percepción y pensamiento que actúan como condicionantes de nuestra experiencia. Podemos estar seguros de que todas nuestras experiencias se darán en el espacio tridimensional, de que se desarrollaran en el tiempo y de que consistirán de entes y eventos interactuando causalmente unos con otros, precisamente porque todas estas formas son impuestas en la experiencia por la mente misma.

Kant se interesa en el conocimiento metafísico, es decir, conocimiento que está más allá de lo físico que es conocimiento derivado de la experiencia. El mero concepto de metafísica implica que no puede jamás derivarse de la experiencia pues está más allá de ésta. No puede tener base alguna en la experiencia externa, cuya fuente es la física misma, ni en la interna, cuya base es la psicología empírica. Es por tanto conocimiento a priori (independiente de la experiencia), que procede del Entendimiento puro (la facultad de percibir de modo no sensible el ser y las relaciones, conocimiento que se realiza en una intuición) y de la Razón pura (la facultad del conocimiento abstractivo, que separa y une, que progresa de los principios a las consecuencias, discursivo).

Afirma Kant entonces, que nuestro conocimiento emana de dos fuentes principales de la mente: la primera es la capacidad de recibir las representaciones y la segunda es la facultad de conocer  un objeto por medio de esas representaciones –la espontaneidad de los conceptos, como la llama. La intuición y los conceptos constituyen los elementos de todo nuestro conocimiento, de tal manera que no existe conocimiento por conceptos sin la correspondiente intuición o por intuiciones sin conceptos. Ambos son o puros o empíricos. Empírico si en ellos se contiene una sensación que supone la presencia real del objeto; puro, si en la representación no se mezcla sensación alguna.

Elaborando esto, Kant llama intuición al conocimiento cuya relación con el objeto es inmediata, dada mediante la sensibilidad y para el que todo pensamiento sirve de medio. Es la representación inmediata que de un objeto nos hacemos. La sensación, nos dice Kant, es el efecto de un objeto sobre nuestra facultad representativa, al ser afectada por éste. La intuición empírica es la que se relaciona con un objeto por medio de la sensación. Es la primera relación y la más inmediata que se puede mantener con el objeto. El Entendimiento es la facultad de pensar el objeto de la intuición sensible. Sin sensibilidad no nos serían dados los objetos y sin el entendimiento, ninguno sería pensado. Un concepto que carezca de la intuición que le corresponda, no suministra conocimiento alguno inmediato. Un pensamiento que carece de intuición, no tiene objeto a que inmediatamente referirse y por lo tanto, es infundado, vano, vacío, sin contenido alguno. El entendimiento no puede percibir y los sentidos no pueden pensar cosa alguna. Solamente cuando se unen, resulta el conocimiento. Cabe distinguir y separar cuidadosamente estas dos funciones, afirma Kant, pues en esto se halla la base para distinguir también la ciencia de las reglas de la sensibilidad en general, que llama Estética, de la ciencia de las leyes del Entendimiento en general, es decir, la Lógica.

Al objeto indeterminado de una intuición empírica lo llama fenómeno. Y llama materia del fenómeno aquello que en éste corresponde a la sensación y forma del mismo, a lo que ordena las sensaciones en ciertas relaciones. La materia del fenómeno, nos dice,  sólo puede dársenos a posteriori y la forma de los mismos, que por ser la manera mediante se ordenan las sensaciones y por tanto no puede a su vez ser sensación, debe hallarse ya preparada a priori en la mente para todos en general, y por lo mismo debe considerársele independientemente de toda sensación. Y llama representación pura, en sentido trascendental, aquella en la que no se halla nada de lo que pertenece a la sensación. Deduce entonces de allí, que la forma pura de la intuición sensible, en la que se percibe toda diversidad de fenómenos bajo ciertas relaciones, se encuentra a priori en la mente y se llama también intuición pura. Por tanto, la intuición pura contiene únicamente la forma por la que se percibe alguna cosa y el concepto puro la forma del pensamiento de un objeto en general.

En su Estética trascendental, como llama a la ciencia de todos los principios a priori de la sensibilidad y opuesta a aquella otra que tiene por objeto los principios del pensamiento puro y que llama Lógica trascendental, primero considera aisladamente la sensibilidad separando todo lo que el entendimiento mediante sus conceptos en ella pone, para separar la intuición empírica o materia del fenómeno. Segundo, considera separando también de la intuición todo lo que pertenece a la sensación, para quedarse sólo con la intuición pura, o sea con la forma del fenómeno, que es lo único que la sensibilidad puede dar a priori.

Así, cuando uno abstrae de la representación de un cuerpo, lo que el entendimiento piensa, como sustancia, fuerza, divisibilidad, etcétera, lo que pertenece a las sensaciones como dureza, solidez, color, etcétera, siempre le resta algo a esa intuición empírica, a saber: extensión y figura, simultaneidad y sucesión. Éstas pertenecen a la intuición pura, que se da  a priori en la mente, como forma pura de la sensibilidad aún sin objeto real de los sentidos o sensación.

Continuará.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Contribución del Objetivismo a desvanecer los errores de Kant

Warren Orbaugh
23 de enero, 2018

Immanuel Kant (1724-1804) es considerado por muchos pensadores como el más grande filósofo que haya vivido. Su influencia es, desde luego, sea que se acepten o no sus ideas, incuestionable, pues todo sistema, ya sea que se derive de éstas o pretenda refutarlas, lo debe tomar en cuenta.

Llamó “filosofía trascendental” a su doctrina, que expuso en tres obras principales: La Crítica de la Razón Pura, La Crítica de la Razón Práctica, y La Crítica del Juicio. Su intención fue determinar de una vez por todas, los límites precisos del conocimiento humano, por medio de una crítica a lo que la mente humana puede hacer. De esta manera creyó responder a las dudas escépticas de Hume, refutar las afirmaciones exageradas de Leibniz y Espinoza, y dar respuesta final a la pregunta fundamental de Descartes: ¿De qué puedo estar seguro?

Con el término trascendental se refiere a lo que traspasa los límites de la ciencia experimental y que no conviene a todo conocimiento a priori, sino que sólo a aquél mediante el cual conocemos que ciertas representaciones –intuiciones o conceptos– no son aplicadas o posibles más que a priori y cómo lo son. De tal suerte, no son representaciones trascendentales el espacio ni cualquier determinación geométrica a priori del mismo. Sólo puede tener el nombre de trascendental el conocimiento del origen no empírico de esas representaciones y de la manera con que pueden referirse a priori a objetos de la experiencia. La diferencia de lo trascendental y de lo empírico pertenece sólo a la crítica del conocimiento y no a la relación del conocimiento con su objeto.

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El argumento trascendental de Kant parte de la hipótesis de que la mente no se conforma al objeto, sino que el objeto se conforma a la mente. Esta teoría de percepción y cognición se llama teoría de correspondencia, que afirma que nuestra percepción y conceptos corresponden o no con la realidad externa. Para esto Kant afirma que la mente contiene en sí ciertas formas de percepción y pensamiento que actúan como condicionantes de nuestra experiencia. Podemos estar seguros de que todas nuestras experiencias se darán en el espacio tridimensional, de que se desarrollaran en el tiempo y de que consistirán de entes y eventos interactuando causalmente unos con otros, precisamente porque todas estas formas son impuestas en la experiencia por la mente misma.

Kant se interesa en el conocimiento metafísico, es decir, conocimiento que está más allá de lo físico que es conocimiento derivado de la experiencia. El mero concepto de metafísica implica que no puede jamás derivarse de la experiencia pues está más allá de ésta. No puede tener base alguna en la experiencia externa, cuya fuente es la física misma, ni en la interna, cuya base es la psicología empírica. Es por tanto conocimiento a priori (independiente de la experiencia), que procede del Entendimiento puro (la facultad de percibir de modo no sensible el ser y las relaciones, conocimiento que se realiza en una intuición) y de la Razón pura (la facultad del conocimiento abstractivo, que separa y une, que progresa de los principios a las consecuencias, discursivo).

Afirma Kant entonces, que nuestro conocimiento emana de dos fuentes principales de la mente: la primera es la capacidad de recibir las representaciones y la segunda es la facultad de conocer  un objeto por medio de esas representaciones –la espontaneidad de los conceptos, como la llama. La intuición y los conceptos constituyen los elementos de todo nuestro conocimiento, de tal manera que no existe conocimiento por conceptos sin la correspondiente intuición o por intuiciones sin conceptos. Ambos son o puros o empíricos. Empírico si en ellos se contiene una sensación que supone la presencia real del objeto; puro, si en la representación no se mezcla sensación alguna.

Elaborando esto, Kant llama intuición al conocimiento cuya relación con el objeto es inmediata, dada mediante la sensibilidad y para el que todo pensamiento sirve de medio. Es la representación inmediata que de un objeto nos hacemos. La sensación, nos dice Kant, es el efecto de un objeto sobre nuestra facultad representativa, al ser afectada por éste. La intuición empírica es la que se relaciona con un objeto por medio de la sensación. Es la primera relación y la más inmediata que se puede mantener con el objeto. El Entendimiento es la facultad de pensar el objeto de la intuición sensible. Sin sensibilidad no nos serían dados los objetos y sin el entendimiento, ninguno sería pensado. Un concepto que carezca de la intuición que le corresponda, no suministra conocimiento alguno inmediato. Un pensamiento que carece de intuición, no tiene objeto a que inmediatamente referirse y por lo tanto, es infundado, vano, vacío, sin contenido alguno. El entendimiento no puede percibir y los sentidos no pueden pensar cosa alguna. Solamente cuando se unen, resulta el conocimiento. Cabe distinguir y separar cuidadosamente estas dos funciones, afirma Kant, pues en esto se halla la base para distinguir también la ciencia de las reglas de la sensibilidad en general, que llama Estética, de la ciencia de las leyes del Entendimiento en general, es decir, la Lógica.

Al objeto indeterminado de una intuición empírica lo llama fenómeno. Y llama materia del fenómeno aquello que en éste corresponde a la sensación y forma del mismo, a lo que ordena las sensaciones en ciertas relaciones. La materia del fenómeno, nos dice,  sólo puede dársenos a posteriori y la forma de los mismos, que por ser la manera mediante se ordenan las sensaciones y por tanto no puede a su vez ser sensación, debe hallarse ya preparada a priori en la mente para todos en general, y por lo mismo debe considerársele independientemente de toda sensación. Y llama representación pura, en sentido trascendental, aquella en la que no se halla nada de lo que pertenece a la sensación. Deduce entonces de allí, que la forma pura de la intuición sensible, en la que se percibe toda diversidad de fenómenos bajo ciertas relaciones, se encuentra a priori en la mente y se llama también intuición pura. Por tanto, la intuición pura contiene únicamente la forma por la que se percibe alguna cosa y el concepto puro la forma del pensamiento de un objeto en general.

En su Estética trascendental, como llama a la ciencia de todos los principios a priori de la sensibilidad y opuesta a aquella otra que tiene por objeto los principios del pensamiento puro y que llama Lógica trascendental, primero considera aisladamente la sensibilidad separando todo lo que el entendimiento mediante sus conceptos en ella pone, para separar la intuición empírica o materia del fenómeno. Segundo, considera separando también de la intuición todo lo que pertenece a la sensación, para quedarse sólo con la intuición pura, o sea con la forma del fenómeno, que es lo único que la sensibilidad puede dar a priori.

Así, cuando uno abstrae de la representación de un cuerpo, lo que el entendimiento piensa, como sustancia, fuerza, divisibilidad, etcétera, lo que pertenece a las sensaciones como dureza, solidez, color, etcétera, siempre le resta algo a esa intuición empírica, a saber: extensión y figura, simultaneidad y sucesión. Éstas pertenecen a la intuición pura, que se da  a priori en la mente, como forma pura de la sensibilidad aún sin objeto real de los sentidos o sensación.

Continuará.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo