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Si Dios me quita la vida (13)

Gabriel Arana Fuentes
04 de febrero, 2018

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

Entre Muñeca y un potencial testigo

Tras su recorrido por la sexta avenida, el comisario se detuvo en el Portal, donde se comió un helado de cono. Regresó a su oficina, se despidió de Julia y se dirigió a su casa.

Tras un viaje en camioneta, del Centro Histórico a la colonia El Mezquital, el comisario sudó durante más de 45 minutos, confundido entre la multitud que se apelmazaba entre la unidad urbana.

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Wendy lo recibió con un beso en la mejilla. Sus hijos se abrazaron a sus piernas y regresaron a ver la televisión. Muñeca, su perra, movía la cola en señal de alegría. Se revolcó en la alfombra en espera a que Wenceslao se acercara a ella para acariciarle la panza con los calcetines azules rotos.

El comisario quitó las balas a su arma reglamentaria y enseguida la ubicó dentro del mueble de su cuarto. Se despojó de la demás ropa y se lanzó diez minutos a la cama para repasar escena por escena, el caso de la masacre de la zona 2.

La familia Pérez cenó frijoles con tortillas y un fresco de rosa de Jamaica. El único que no tomó fue Wenceslao, quien se tomó un par de cervezas bien heladas.

Los cinco chicos se fueron a acostar. Los tres hombres dormían en un cuarto y las dos pequeñas en otro. En cada habitación destacaba una litera, lo único que las diferenciaba era el toque de género.

Wendy lavó los trastos y se fue para la cama. El comisario recalentó pizza en el horno. Esa era la comida predilecta de Muñeca. Ella había sido una gladiadora de las peleas clandestinas de perros. Hace algunos años, el comisario participó de encubierto en un operativo para rescatar el maltrato de los perros y castigar a los responsables.

Esa vez, la perra, junto a otros american pitbullterrier fueron consignados. Algunos debieron ser sacrificados debido al deterioro que presentaban. El comisario se encariñó con la perra desde que la observó por vez primera. Era candidata a ser sacrificada, pero gracias a la intervención del doctor Zuleta, un médico veterinario que lo ayudaba con algunos casos, pudo recuperarla y tras una adaptación la llevó a su casa. De inmediato los chicos y Wendy se encariñaron con ella, la que, a pesar de su corpulento cuerpo y expresión feroz, la trataban con dulzura y mucho afecto.

Los niños jugaban con ella de caballito, la vestían, le ponían diademas y jugaban de policías y ladrones con ella. Debido a que había perdido un par de colmillos en las peleas, le costaba comer carne o huesos. El comisario descubrió que la pizza recalentada era de su agrado, especialmente las orillas, las cuales lamía hasta suavizarlas.

Tras obsequiarle varios pedazos a su mascota y observar los telenoticiarios, que dedicaban espacios al caso del Estadio Doroteo Guamuch y la masacre de la zona 2, los presentadores de noticias, con muecas exageradas y editorializando, expresaban que el propio comisario Pérez Chanán mantenía un hermetismo sobre la familia masacrada y creían que la investigación no avanzaba en lo absoluto.

Los noticieros adelantaban que el partido suspendido en el estadio entre el país y la selección costarricense sería reprogramado para dentro de poco. En seguida, los presentadores recordaban los signos de tristeza y solidaridad con el pueblo de Guatemala debido a la tragedia. Entre ellos el Papa Juan Pablo II y los reyes de España.

Wenceslao cambió de canal para ubicar una película de acción, especialmente de policías. Era un seguidor de Harry el Sucio, aunque desaprobaba la violencia que ejercía hacia los demás. El comisario prefería los detectives que cumplían la ley a pie juntillas.

Wenceslao estaba a punto de dormir cuando recibió una llamada de Enio.

—¿Está viendo a Clint Eastwood, comisario?

—(…)

—Una noticia que nos va a ayudar con el caso: resulta que hay dos sobrevivientes de la tragedia del estadio, los habían dado por muertos, pero resulta que al final, no. Uno de ellos es de apellido Chamalé y responde al nombre de Marco Tulio. Sin embargo, hay otro, quien no ha sido identificado, pero se sabe que es amigo de hijo mayor de los Figueroa, el patojo que murió en ese mismo lugar, comisario. Ese puede ser un buen testigo, ¿no le parece?

—Pues, localícelo Enio. Búsquelo hasta debajo de las piedras y tráigamelo del pelo lo más pronto posible.

Mira la entrevista con Francisco Alejando Méndez en este enlace


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Gabriel Arana Fuentes
04 de febrero, 2018

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

Entre Muñeca y un potencial testigo

Tras su recorrido por la sexta avenida, el comisario se detuvo en el Portal, donde se comió un helado de cono. Regresó a su oficina, se despidió de Julia y se dirigió a su casa.

Tras un viaje en camioneta, del Centro Histórico a la colonia El Mezquital, el comisario sudó durante más de 45 minutos, confundido entre la multitud que se apelmazaba entre la unidad urbana.

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Wendy lo recibió con un beso en la mejilla. Sus hijos se abrazaron a sus piernas y regresaron a ver la televisión. Muñeca, su perra, movía la cola en señal de alegría. Se revolcó en la alfombra en espera a que Wenceslao se acercara a ella para acariciarle la panza con los calcetines azules rotos.

El comisario quitó las balas a su arma reglamentaria y enseguida la ubicó dentro del mueble de su cuarto. Se despojó de la demás ropa y se lanzó diez minutos a la cama para repasar escena por escena, el caso de la masacre de la zona 2.

La familia Pérez cenó frijoles con tortillas y un fresco de rosa de Jamaica. El único que no tomó fue Wenceslao, quien se tomó un par de cervezas bien heladas.

Los cinco chicos se fueron a acostar. Los tres hombres dormían en un cuarto y las dos pequeñas en otro. En cada habitación destacaba una litera, lo único que las diferenciaba era el toque de género.

Wendy lavó los trastos y se fue para la cama. El comisario recalentó pizza en el horno. Esa era la comida predilecta de Muñeca. Ella había sido una gladiadora de las peleas clandestinas de perros. Hace algunos años, el comisario participó de encubierto en un operativo para rescatar el maltrato de los perros y castigar a los responsables.

Esa vez, la perra, junto a otros american pitbullterrier fueron consignados. Algunos debieron ser sacrificados debido al deterioro que presentaban. El comisario se encariñó con la perra desde que la observó por vez primera. Era candidata a ser sacrificada, pero gracias a la intervención del doctor Zuleta, un médico veterinario que lo ayudaba con algunos casos, pudo recuperarla y tras una adaptación la llevó a su casa. De inmediato los chicos y Wendy se encariñaron con ella, la que, a pesar de su corpulento cuerpo y expresión feroz, la trataban con dulzura y mucho afecto.

Los niños jugaban con ella de caballito, la vestían, le ponían diademas y jugaban de policías y ladrones con ella. Debido a que había perdido un par de colmillos en las peleas, le costaba comer carne o huesos. El comisario descubrió que la pizza recalentada era de su agrado, especialmente las orillas, las cuales lamía hasta suavizarlas.

Tras obsequiarle varios pedazos a su mascota y observar los telenoticiarios, que dedicaban espacios al caso del Estadio Doroteo Guamuch y la masacre de la zona 2, los presentadores de noticias, con muecas exageradas y editorializando, expresaban que el propio comisario Pérez Chanán mantenía un hermetismo sobre la familia masacrada y creían que la investigación no avanzaba en lo absoluto.

Los noticieros adelantaban que el partido suspendido en el estadio entre el país y la selección costarricense sería reprogramado para dentro de poco. En seguida, los presentadores recordaban los signos de tristeza y solidaridad con el pueblo de Guatemala debido a la tragedia. Entre ellos el Papa Juan Pablo II y los reyes de España.

Wenceslao cambió de canal para ubicar una película de acción, especialmente de policías. Era un seguidor de Harry el Sucio, aunque desaprobaba la violencia que ejercía hacia los demás. El comisario prefería los detectives que cumplían la ley a pie juntillas.

Wenceslao estaba a punto de dormir cuando recibió una llamada de Enio.

—¿Está viendo a Clint Eastwood, comisario?

—(…)

—Una noticia que nos va a ayudar con el caso: resulta que hay dos sobrevivientes de la tragedia del estadio, los habían dado por muertos, pero resulta que al final, no. Uno de ellos es de apellido Chamalé y responde al nombre de Marco Tulio. Sin embargo, hay otro, quien no ha sido identificado, pero se sabe que es amigo de hijo mayor de los Figueroa, el patojo que murió en ese mismo lugar, comisario. Ese puede ser un buen testigo, ¿no le parece?

—Pues, localícelo Enio. Búsquelo hasta debajo de las piedras y tráigamelo del pelo lo más pronto posible.

Mira la entrevista con Francisco Alejando Méndez en este enlace


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