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Crónica de una manifestación de maestros acarreados y extorsionados

Redacción
05 de febrero, 2018

Salimos corriendo para hacerles encuentro a las miles de personas que pasarían frente a la séptima avenida de la zona 4 ese 01 de febrero. Los manifestantes eran maestros, o eso decían, porque en vez de estar enseñando, marchaban; en vez de estar trabajando, desfilaban.

Subí a la pasarela que estaba llena de colegas y curiosos. El espectáculo era impresionante. La ola de personas se acercaba, dividida en departamentos y liderada por uno de los personajes responsables del retraso de este país: Joviel Acevedo.

El Sindicato de Trabajadores de la Educación en Guatemala (STEG) se acercaba a la pasarela. Noté que varios de los manifestantes subían a la estructura y les gritaban a los de abajo para que posaran para “la foto”. Esa era la tarea más importante para la mayoría de los manifestantes: sacarse una foto en plena marcha. 

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“¿Por qué se toman fotos, señor?”, le pregunté a uno. “Para tener la prueba”, me respondió. Una respuesta similar obtuve con varias personas más, que luego de subir a la pasarela y hacerle la foto a sus amigos con su smartphone sonreía aliviado. De pronto recordé unas declaraciones extra oficiales que me dieron unas maestras de una escuela pública hace algún tiempo y todo cuadró. Solo había una explicación: extorsión. 

Recordé que las maestras (en diversas entrevistas que prometí jamás sacar al aire con sus nombres para mantener su seguridad) me dijeron que la mayoría de las personas que asistía a las marchas lo hacía, más que por convicción propia, por obligación. “Si usted no va, le pasan el informe a Jovial y le va mal. Hay que ir, no nos queda de otra”, dijo una de ellas. “Él extorsiona a su manera. Se dice que tiene muchos seguidores, pero lo que en realidad tiene es a mucha gente que le tiene miedo”, me comentó otra.

Quise comprobar estas declaraciones a carne propia. Me bastó con preguntar, aleatoriamente, a algunos “maestros” cuál era la razón principal por la que estaban marchando. Yo si la sabía, pero ellos no. La mayoría se encogió en hombros con mi pregunta. Otros me ignoraron. De los pocos que respondieron, la mitad me dio una respuesta que ni siquiera se acercaba a la razón oficial de la manifestación que había dado Acevedo en representación del STEG: “la aprobación de un aumento salarial del 25%”. Quienes desconocen la razón por la que marchan reciben un nombre: acarreados.

Finalmente, la historia tuvo un triste final, pero “bueno” para Acevedo y sus intereses. La nueva aprobación del pacto colectivo ya es un hecho. En 2016, venció el último, que en 2012 les otorgó un 30% más de sueldo y un seguro de vida. Ahora Morales se ha hecho amigo de Acevedo (un aliado “importante” para un presidente débil) y ha pagado la extorsión. Tal como lo hizo Colom y Pérez Molina en aquel entonces. Esta “gracia” le costará al Estado Q900 millones al año.

A menudo pienso en aquellas maestras temblorosas hablándome. Su pasión es enseñar, pero irónicamente el lugar donde debería formarse el futuro del país está deformado, sucio, lleno de chantaje y juegos políticos de extrema oscuridad. Extorsionados y acarreados, así definimos a muchos de los maestros de este país. 

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Crónica de una manifestación de maestros acarreados y extorsionados

Redacción
05 de febrero, 2018

Salimos corriendo para hacerles encuentro a las miles de personas que pasarían frente a la séptima avenida de la zona 4 ese 01 de febrero. Los manifestantes eran maestros, o eso decían, porque en vez de estar enseñando, marchaban; en vez de estar trabajando, desfilaban.

Subí a la pasarela que estaba llena de colegas y curiosos. El espectáculo era impresionante. La ola de personas se acercaba, dividida en departamentos y liderada por uno de los personajes responsables del retraso de este país: Joviel Acevedo.

El Sindicato de Trabajadores de la Educación en Guatemala (STEG) se acercaba a la pasarela. Noté que varios de los manifestantes subían a la estructura y les gritaban a los de abajo para que posaran para “la foto”. Esa era la tarea más importante para la mayoría de los manifestantes: sacarse una foto en plena marcha. 

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“¿Por qué se toman fotos, señor?”, le pregunté a uno. “Para tener la prueba”, me respondió. Una respuesta similar obtuve con varias personas más, que luego de subir a la pasarela y hacerle la foto a sus amigos con su smartphone sonreía aliviado. De pronto recordé unas declaraciones extra oficiales que me dieron unas maestras de una escuela pública hace algún tiempo y todo cuadró. Solo había una explicación: extorsión. 

Recordé que las maestras (en diversas entrevistas que prometí jamás sacar al aire con sus nombres para mantener su seguridad) me dijeron que la mayoría de las personas que asistía a las marchas lo hacía, más que por convicción propia, por obligación. “Si usted no va, le pasan el informe a Jovial y le va mal. Hay que ir, no nos queda de otra”, dijo una de ellas. “Él extorsiona a su manera. Se dice que tiene muchos seguidores, pero lo que en realidad tiene es a mucha gente que le tiene miedo”, me comentó otra.

Quise comprobar estas declaraciones a carne propia. Me bastó con preguntar, aleatoriamente, a algunos “maestros” cuál era la razón principal por la que estaban marchando. Yo si la sabía, pero ellos no. La mayoría se encogió en hombros con mi pregunta. Otros me ignoraron. De los pocos que respondieron, la mitad me dio una respuesta que ni siquiera se acercaba a la razón oficial de la manifestación que había dado Acevedo en representación del STEG: “la aprobación de un aumento salarial del 25%”. Quienes desconocen la razón por la que marchan reciben un nombre: acarreados.

Finalmente, la historia tuvo un triste final, pero “bueno” para Acevedo y sus intereses. La nueva aprobación del pacto colectivo ya es un hecho. En 2016, venció el último, que en 2012 les otorgó un 30% más de sueldo y un seguro de vida. Ahora Morales se ha hecho amigo de Acevedo (un aliado “importante” para un presidente débil) y ha pagado la extorsión. Tal como lo hizo Colom y Pérez Molina en aquel entonces. Esta “gracia” le costará al Estado Q900 millones al año.

A menudo pienso en aquellas maestras temblorosas hablándome. Su pasión es enseñar, pero irónicamente el lugar donde debería formarse el futuro del país está deformado, sucio, lleno de chantaje y juegos políticos de extrema oscuridad. Extorsionados y acarreados, así definimos a muchos de los maestros de este país. 

República es ajena a la opinión expresada en este artículo