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Si Dios me quita la vida (14)

Gabriel Arana Fuentes
11 de febrero, 2018

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

Una macabra puesta en escena

El comisario desayunó tres huevos estrellados con frijoles y dos vasos de incaparina. Se despidió de Wendy cuando escuchó que la sirena de la patrulla que lo recogería en breve aullaba afuera de la casa.

Cargó su arma de reglamento, se sonrió al verse al espejo y tras darle un beso a su mujer, caminó hacia la puerta. Enio lo esperaba con el motor encendido. Mientras el comisario se acomodaba en el asiento trasero, el jerárquico, su detective estrella le relató que Fabio andaba tras la pista del virtual testigo.

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—Le tengo una buena, comisario. En este momento nos dirigimos hacia la morgue. El doctor Sierra tiene completos los informes de las autopsias de los Figueroa en pleno. ¿Qué le parece?

—(…)

La patrulla se desplazó por la calzada Aguilar Batres durante varios minutos. Seguidamente cruzó la Bolívar y se enfiló hacia la 20 calle final.

—Para variar el tráfico es una vaina, comisario. Usted me ha dicho que cuando no se trate de una emergencia, que no prenda la sirena, pero ganas me sobran.

Wenceslao observaba a través del vidrio a los conductores molestos mientras trataba de imaginar qué detonaría a una persona para cometer un asesinato masivo como lo ocurrido en la zona 2. No parecía ser dinero. Quizá una venganza o un rollo pasional.

De pronto leyó un enorme anuncio sobre una campaña que apoyaba a la niñez. Recordó al pequeño sobreviviente, al niño que comió galletas mientras alguien lo encontraba con vida. Si la maldad de una mente criminal lo permitía ese chiquito podría estar en peligro. Estuvo a punto de llamar a servicio social, cuando recordó que el más pequeño de los Figueroa estaba resguardado de la mejor manera.

—Llegamos, comisario. Mire, allí está el doctor Sierra, qué apellido, ¿verdad? De acuerdo con su profesión.

Ambos policías fueron invitados por el forense a sentarse en una desvencijada mesa, mientras Sierra se despojó de sus anteojos y ojeó un archivo que capturaban sus manos.

—Como siempre, estimado comisario, usted tiene la primicia de este tipo de resultados. Como dice el descuartizador, vamos por partes. Por la forma en que fueron encontrados los cuerpos, determinamos que los asesinaron en diferentes lugares.

Me explico: Según determinamos, la hora de la muerte de ellos fue entre las cinco y siete de la noche. Los esposos fueron ejecutados en su habitación, de la misma manera cada uno. Quien perpetró la masacre los ubicó en una especie de puesta en escena como si estuvieran observando la televisión.

Cada uno fue acomodado como si se hubiera tratado de una obra de teatro. Como procede con una autopsia, determinamos la hora, la manera y la posible manera en que a una persona le fue quitada la vida fue. En este último caso, comprobamos que fueron asesinados con golpes certeros en la nuca y en seguida procedieron a lastimar los cuerpos e insertarles objetos punzo cortantes.

Sin embargo, el padre de la familia fue asesinado de manera distinta. Por las secreciones encontradas, pareciera que le provocaron mucho dolor antes de matarlo. Él fue degollado y no presenta el golpe en la nuca como los demás. Curiosamente, los cuerpos no presentan niveles de alcohol; tampoco evidencias de haber ingerido ceviche o cosa que se le parezca, a pesar de todo lo que fue encontrado en la casa y en la escena del crimen. Evidentemente, los asesinos querían que se pensara que se trataba de un sábado familiar de tragos, ceviche y futbol. Me atrevo a decirle que ninguno de ellos vio la tragedia ocurrida en el estadio, ellos sufrieron la propia.

El comisario y Enio avanzaron hacia el Palacio de la Policía en silencio y sin hacer algún comentario. Fabio le tendría buenas nuevas con relación al picop rojo y sus ocupantes. Era un día pesado, lluvioso y melancólico. A Wenceslao le dieron ganas de un Predilecto y un par de piezas de Héctor Lavoe.

Estas son las Crónicas policiales del Comisario W.P. Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

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Si Dios me quita la vida (14)

Gabriel Arana Fuentes
11 de febrero, 2018

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

Una macabra puesta en escena

El comisario desayunó tres huevos estrellados con frijoles y dos vasos de incaparina. Se despidió de Wendy cuando escuchó que la sirena de la patrulla que lo recogería en breve aullaba afuera de la casa.

Cargó su arma de reglamento, se sonrió al verse al espejo y tras darle un beso a su mujer, caminó hacia la puerta. Enio lo esperaba con el motor encendido. Mientras el comisario se acomodaba en el asiento trasero, el jerárquico, su detective estrella le relató que Fabio andaba tras la pista del virtual testigo.

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—Le tengo una buena, comisario. En este momento nos dirigimos hacia la morgue. El doctor Sierra tiene completos los informes de las autopsias de los Figueroa en pleno. ¿Qué le parece?

—(…)

La patrulla se desplazó por la calzada Aguilar Batres durante varios minutos. Seguidamente cruzó la Bolívar y se enfiló hacia la 20 calle final.

—Para variar el tráfico es una vaina, comisario. Usted me ha dicho que cuando no se trate de una emergencia, que no prenda la sirena, pero ganas me sobran.

Wenceslao observaba a través del vidrio a los conductores molestos mientras trataba de imaginar qué detonaría a una persona para cometer un asesinato masivo como lo ocurrido en la zona 2. No parecía ser dinero. Quizá una venganza o un rollo pasional.

De pronto leyó un enorme anuncio sobre una campaña que apoyaba a la niñez. Recordó al pequeño sobreviviente, al niño que comió galletas mientras alguien lo encontraba con vida. Si la maldad de una mente criminal lo permitía ese chiquito podría estar en peligro. Estuvo a punto de llamar a servicio social, cuando recordó que el más pequeño de los Figueroa estaba resguardado de la mejor manera.

—Llegamos, comisario. Mire, allí está el doctor Sierra, qué apellido, ¿verdad? De acuerdo con su profesión.

Ambos policías fueron invitados por el forense a sentarse en una desvencijada mesa, mientras Sierra se despojó de sus anteojos y ojeó un archivo que capturaban sus manos.

—Como siempre, estimado comisario, usted tiene la primicia de este tipo de resultados. Como dice el descuartizador, vamos por partes. Por la forma en que fueron encontrados los cuerpos, determinamos que los asesinaron en diferentes lugares.

Me explico: Según determinamos, la hora de la muerte de ellos fue entre las cinco y siete de la noche. Los esposos fueron ejecutados en su habitación, de la misma manera cada uno. Quien perpetró la masacre los ubicó en una especie de puesta en escena como si estuvieran observando la televisión.

Cada uno fue acomodado como si se hubiera tratado de una obra de teatro. Como procede con una autopsia, determinamos la hora, la manera y la posible manera en que a una persona le fue quitada la vida fue. En este último caso, comprobamos que fueron asesinados con golpes certeros en la nuca y en seguida procedieron a lastimar los cuerpos e insertarles objetos punzo cortantes.

Sin embargo, el padre de la familia fue asesinado de manera distinta. Por las secreciones encontradas, pareciera que le provocaron mucho dolor antes de matarlo. Él fue degollado y no presenta el golpe en la nuca como los demás. Curiosamente, los cuerpos no presentan niveles de alcohol; tampoco evidencias de haber ingerido ceviche o cosa que se le parezca, a pesar de todo lo que fue encontrado en la casa y en la escena del crimen. Evidentemente, los asesinos querían que se pensara que se trataba de un sábado familiar de tragos, ceviche y futbol. Me atrevo a decirle que ninguno de ellos vio la tragedia ocurrida en el estadio, ellos sufrieron la propia.

El comisario y Enio avanzaron hacia el Palacio de la Policía en silencio y sin hacer algún comentario. Fabio le tendría buenas nuevas con relación al picop rojo y sus ocupantes. Era un día pesado, lluvioso y melancólico. A Wenceslao le dieron ganas de un Predilecto y un par de piezas de Héctor Lavoe.

Estas son las Crónicas policiales del Comisario W.P. Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

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