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Si Dios me quita la vida (15)

Gabriel Arana Fuentes
18 de febrero, 2018

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

Terror en Los Próceres

—Muchachos, a la Dolorosa —ordenó el comisario. Enio se encargó de estacionar la patrulla y Fabio, tras colgar su teléfono celular enfiló hacia el comedor de doña Carmen. Los tres policías andaban sin hambre. Solamente tomaron sopa y agua mineral. Los resultados de las autopsias los habían dejado noqueados. Hubieran preferido tomar unos tragos en El Pulpo Zurdo, pero les faltaba más de la mitad de la jornada.

Fabio les explicó que dos agentes daban seguimiento a la ubicación del picop rojo. Solo esperaba la llamada para tener los datos.

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El detective no había terminado de explicar cuando de su celular salió un silbido. De inmediato contestó y tras agrandar los ojos, como si fuera el Coyote del Correcaminos, se puso de pie y con un gesto pidió que lo siguieran.

Enio corrió hacia la patrulla. Wenceslao firmó el libro de crédito y Fabio terminó de escuchar las palabras del agente: están comiendo en la cevichería de Tiago C Viche. Estamos ubicados en la zona 5, cerca del cementerio. Esperamos órdenes.

—No hagan nada hasta nueva orden. Si salen del lugar, traten de distraerlos con una requisa en lo que llegamos.

La patrulla, con sirena y bocina a todo pulmón enfiló hacia la zona 5. Enio escogió la 11 avenida y cruzó por el mercado Colón para luego pasar la línea, el cuartel de Matamoros. A los pocos minutos cruzaron por el puente de la Asunción y en seguida aparecieron por la cevichería.

Enio estacionó a media cuadra del punto. Los tres avanzaron con las armas desenfundadas y sigilosamente.

Lo que sus ojos observaron fue algo terrible. La patrulla de los agentes designados a seguir el picop se encontraba con las puertas abiertas. En el suelo se encontraban ambos policías recostados en un baño de sangre. A los pocos segundos, el ruido de un motor de muchos caballos de potencia destruyó la patrulla de los agentes muertos y cuando pasó al lado del comisario y sus dos detectives estrella, una ráfaga de tiros impactaron a pocos centímetros de sus cuerpos. Los tres descargaron sus armas hacia el bólido, pero los impactos los recibió la palangana.

De inmediato subieron a la patrulla y comenzaron la persecución del picop. Enio al volante, el comisario atrás y Fabio se había quedado junto a los cuerpos de los agentes. Solicitó apoyo y refuerzos para capturar a los fugados.

El comisario recargó y apoyó a Enio con su arma. Su detective era una estrella cuando se trataba de perseguir a los malos. En efecto, aunque la patrulla policial no tenía un motor poderoso, se encontraba a pocos metros del picop rojo. Todavía esquivaron algunos proyectiles, pero solamente uno impactó en uno de los espejos retrovisores.

El auto rojo atravesaba a toda velocidad el bulevar de Jardines de la Asunción en dirección hacia Oriente. A los pocos minutos se encontraban en la colonia Vivibien y seguidamente bordeando la Guardia de Honor. El auto con los malhechores tomó el bulevar Vista Hermosa, tras sortear varios semáforos en rojo e impactar con un par de vehículos.

El auto policial prácticamente le respiraba en la nuca al picop cuando pasaron al lado de las canchas deportivas. Los delincuentes, que en realidad eran tres los que viajaban en la cabina, se empeñaban en vano en dejar a tras a los policías.

Cuando llegaron al final del bulevar, el picop giró hacia la derecha. Probablemente por que los tres que viajaban adentro ejercieron presión, probablemente porque el conductor no realizó de manera adecuada el giro, lo cierto es que de pronto comenzó a dar vueltas y envolverse en una nube de polvo.

El comisario y Enio quedaron perplejos. La escena se asemejaba a la de los autos chocones o los fiascos que causan los shows de carros saltarines.

El picop quedó estrellado frente a un pequeño auto a medio bulevar de Los Próceres. Cuando el comisario y Enio se acercaron fueron de nuevo recibidos a balazos.

—No se acerquen policías hijosdelagranputa. Tenemos a estos dos patojos y si se acercan los enfriamos de un solo.

Wenceslao observó cómo dos adolescentes con el pelo rubio eran cargados por ambos corpulentos tipos que les apuntaban con sus armas en la cabeza. Dentro de la cabina prácticamente despedazada alguien les apuntaba.

—O se largan a las tres o nos los soplamos. ¿Qué dicen? ¿Nos matamos todos?

Continuará…

Estas son las Crónicas policiales del Comisario W.P. Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

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Si Dios me quita la vida (15)

Gabriel Arana Fuentes
18 de febrero, 2018

Estas son las Crónicas policiales del Comisario Wenceslao Pérez Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

Terror en Los Próceres

—Muchachos, a la Dolorosa —ordenó el comisario. Enio se encargó de estacionar la patrulla y Fabio, tras colgar su teléfono celular enfiló hacia el comedor de doña Carmen. Los tres policías andaban sin hambre. Solamente tomaron sopa y agua mineral. Los resultados de las autopsias los habían dejado noqueados. Hubieran preferido tomar unos tragos en El Pulpo Zurdo, pero les faltaba más de la mitad de la jornada.

Fabio les explicó que dos agentes daban seguimiento a la ubicación del picop rojo. Solo esperaba la llamada para tener los datos.

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El detective no había terminado de explicar cuando de su celular salió un silbido. De inmediato contestó y tras agrandar los ojos, como si fuera el Coyote del Correcaminos, se puso de pie y con un gesto pidió que lo siguieran.

Enio corrió hacia la patrulla. Wenceslao firmó el libro de crédito y Fabio terminó de escuchar las palabras del agente: están comiendo en la cevichería de Tiago C Viche. Estamos ubicados en la zona 5, cerca del cementerio. Esperamos órdenes.

—No hagan nada hasta nueva orden. Si salen del lugar, traten de distraerlos con una requisa en lo que llegamos.

La patrulla, con sirena y bocina a todo pulmón enfiló hacia la zona 5. Enio escogió la 11 avenida y cruzó por el mercado Colón para luego pasar la línea, el cuartel de Matamoros. A los pocos minutos cruzaron por el puente de la Asunción y en seguida aparecieron por la cevichería.

Enio estacionó a media cuadra del punto. Los tres avanzaron con las armas desenfundadas y sigilosamente.

Lo que sus ojos observaron fue algo terrible. La patrulla de los agentes designados a seguir el picop se encontraba con las puertas abiertas. En el suelo se encontraban ambos policías recostados en un baño de sangre. A los pocos segundos, el ruido de un motor de muchos caballos de potencia destruyó la patrulla de los agentes muertos y cuando pasó al lado del comisario y sus dos detectives estrella, una ráfaga de tiros impactaron a pocos centímetros de sus cuerpos. Los tres descargaron sus armas hacia el bólido, pero los impactos los recibió la palangana.

De inmediato subieron a la patrulla y comenzaron la persecución del picop. Enio al volante, el comisario atrás y Fabio se había quedado junto a los cuerpos de los agentes. Solicitó apoyo y refuerzos para capturar a los fugados.

El comisario recargó y apoyó a Enio con su arma. Su detective era una estrella cuando se trataba de perseguir a los malos. En efecto, aunque la patrulla policial no tenía un motor poderoso, se encontraba a pocos metros del picop rojo. Todavía esquivaron algunos proyectiles, pero solamente uno impactó en uno de los espejos retrovisores.

El auto rojo atravesaba a toda velocidad el bulevar de Jardines de la Asunción en dirección hacia Oriente. A los pocos minutos se encontraban en la colonia Vivibien y seguidamente bordeando la Guardia de Honor. El auto con los malhechores tomó el bulevar Vista Hermosa, tras sortear varios semáforos en rojo e impactar con un par de vehículos.

El auto policial prácticamente le respiraba en la nuca al picop cuando pasaron al lado de las canchas deportivas. Los delincuentes, que en realidad eran tres los que viajaban en la cabina, se empeñaban en vano en dejar a tras a los policías.

Cuando llegaron al final del bulevar, el picop giró hacia la derecha. Probablemente por que los tres que viajaban adentro ejercieron presión, probablemente porque el conductor no realizó de manera adecuada el giro, lo cierto es que de pronto comenzó a dar vueltas y envolverse en una nube de polvo.

El comisario y Enio quedaron perplejos. La escena se asemejaba a la de los autos chocones o los fiascos que causan los shows de carros saltarines.

El picop quedó estrellado frente a un pequeño auto a medio bulevar de Los Próceres. Cuando el comisario y Enio se acercaron fueron de nuevo recibidos a balazos.

—No se acerquen policías hijosdelagranputa. Tenemos a estos dos patojos y si se acercan los enfriamos de un solo.

Wenceslao observó cómo dos adolescentes con el pelo rubio eran cargados por ambos corpulentos tipos que les apuntaban con sus armas en la cabeza. Dentro de la cabina prácticamente despedazada alguien les apuntaba.

—O se largan a las tres o nos los soplamos. ¿Qué dicen? ¿Nos matamos todos?

Continuará…

Estas son las Crónicas policiales del Comisario W.P. Chanan. Comenzamos con Si Dios me quita la vida. El autor es Francisco Alejandro Méndez. República la publicará domingo a domingo. Para más información consultá el correo [email protected] o en Twitter: @elgranfascinado

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