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Un nuevo pacto que reivindique la educación en Guatemala

Redacción
24 de febrero, 2018

La figura del sindicalismo en Guatemala se ha deteriorado como consecuencia de prácticas oscuras, entre las que ha destacado el compadrazgo político con los gobiernos de turno. Desde cualquier perspectiva, es nefasto, pues no solo han convertido a “sindicato” en una mala palabra, sino han comprometido seriamente el desarrollo del país.
Joviel Acevedo es el mejor ejemplo de esto. Basta una crisis para que se le invoque y salga mágicamente con sus demandas que, casualmente, siempre consienten las autoridades. Los famosos pactos colectivos salen a danzar y ponen en más aprietos a la ya austera economía del país.

Esta vez, la nueva jugada de Acevedo le costará al Estado un aproximado de Q1 mil millones anuales. Si consideramos que no se aprobó el Presupuesto 2018, la precariedad de la infraestructura educativa, los horarios efectivos de clase y la calidad de enseñanza que reciben los estudiantes, esto me parece un robo.

Con el antecedente anterior, es invaluable el hecho de que Empresarios por la Educación salga públicamente a reivindicar la palabra “pacto” con una propuesta integral. Lo que hacemos siempre es repudiar las acciones de grupos como los que lidera Acevedo, pero pocas veces presentamos una contrapropuesta.

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Ese plan B debe partir de la premisa de que sí hay buenos maestros en el sistema que definitivamente merecen mejores condiciones laborales. El mismo día de la manifestación de Acevedo, hubo varios maestros que compartieron fotografías en redes sociales en las que se mostraban trabajando con sus estudiantes.

Esa mejora, sin embargo, no debe ser parte de una componenda política, sino debe ser fruto de un proyecto integral que también beneficie a los alumnos. Por ello la meritocracia de la que habla Empresarios por la Educación es el mejor punto de partida. Promover un programa de incentivos y evaluación periódica permitiría darle un giro radical a lo que hoy conocemos como enseñanza.
Los famosos bonos que por años se han negociado en el Estado también tienen otro valor en este nuevo pacto. Varias universidades privadas tienen un sistema escalonado en el que el profesor recibe mejor salario de acuerdo con su nivel académico. Empresarios por la Educación propone un bono por profesionalización docente y fijado conforme a disponibilidad financiera. He conocido a mentores que trabajan en dos jornadas en una escuela pública de lunes a viernes y dedican su fin de semana a estudiar en la universidad; sin embargo, una vez se han graduado, dejan la docencia en el sector público por una mejor oportunidad en el ámbito privado. El educador debe tener buenas opciones en ambos espacios y sentirse valorado, pero a la vez debe existir un compromiso de su parte con esos niños y jóvenes que dependen de él, en gran medida, para desarrollar su intelecto.

Definitivamente, hay muchos aspectos que debemos transformar de nuestra educación. Es un tema que se ha relegado por décadas, ya sea por conformismo o por indiferencia. El Gobierno se ha acomodado porque hay iniciativas privadas que han hecho esfuerzos por llenar los vacíos que este ha dejado, tales como la infraestructura, la tecnología y el material didáctico.

Ya es hora de que el Ministerio de Educación y el Ejecutivo en general asuman su responsabilidad. No es agachando la cabeza o cediendo a presiones absurdas como mejorará la calidad de la formación; hasta ahora, solo hemos visto a presidentes apagafuegos, mandatarios que danzan al son que les tocan los sindicalistas.

Quizá como sociedad no hemos comprendido aún que todos nuestros problemas tienen un origen: hemos fallado en el proceso de formación de muchas generaciones. La corrupción de la que tanto nos quejamos es consecuencia de la falta de educación en valores; la delincuencia, en gran medida es el resultado de no tener la capacidad de incorporar a más niños a las aulas de forma gratuita y accesible. Nuestra clase política, deficiente en su mayoría, está ahí porque pueden más la manipulación y el clientelismo, que el voto informado y educado.

Vale la pena discutir y poner en marcha un nuevo pacto por la educación. No es un tema de la iniciativa privada, sino del país. Todos los actores sociales, todos aquellos que queremos una mejor Guatemala debemos caminar en el mismo sentido y derrotar, con propuesta, a los que solamente buscan su beneficio personal aprovechándose de las necesidades de un sector.

No podemos negar que la educación es un tema prioritario por atender, y es por ello que no caben las descalificaciones hacia quienes ya están proponiendo rutas mejores para alcanzar el desarrollo.

Esos niños que estudian sentados en un block, o el maestro que camina por horas para cumplir con el mínimo de 180 días efectivos de clase, sabrán agradecer que se les deje de ver como un instrumento político o ideológico y se les dignifique como los seres humanos que son.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Un nuevo pacto que reivindique la educación en Guatemala

Redacción
24 de febrero, 2018

La figura del sindicalismo en Guatemala se ha deteriorado como consecuencia de prácticas oscuras, entre las que ha destacado el compadrazgo político con los gobiernos de turno. Desde cualquier perspectiva, es nefasto, pues no solo han convertido a “sindicato” en una mala palabra, sino han comprometido seriamente el desarrollo del país.
Joviel Acevedo es el mejor ejemplo de esto. Basta una crisis para que se le invoque y salga mágicamente con sus demandas que, casualmente, siempre consienten las autoridades. Los famosos pactos colectivos salen a danzar y ponen en más aprietos a la ya austera economía del país.

Esta vez, la nueva jugada de Acevedo le costará al Estado un aproximado de Q1 mil millones anuales. Si consideramos que no se aprobó el Presupuesto 2018, la precariedad de la infraestructura educativa, los horarios efectivos de clase y la calidad de enseñanza que reciben los estudiantes, esto me parece un robo.

Con el antecedente anterior, es invaluable el hecho de que Empresarios por la Educación salga públicamente a reivindicar la palabra “pacto” con una propuesta integral. Lo que hacemos siempre es repudiar las acciones de grupos como los que lidera Acevedo, pero pocas veces presentamos una contrapropuesta.

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Ese plan B debe partir de la premisa de que sí hay buenos maestros en el sistema que definitivamente merecen mejores condiciones laborales. El mismo día de la manifestación de Acevedo, hubo varios maestros que compartieron fotografías en redes sociales en las que se mostraban trabajando con sus estudiantes.

Esa mejora, sin embargo, no debe ser parte de una componenda política, sino debe ser fruto de un proyecto integral que también beneficie a los alumnos. Por ello la meritocracia de la que habla Empresarios por la Educación es el mejor punto de partida. Promover un programa de incentivos y evaluación periódica permitiría darle un giro radical a lo que hoy conocemos como enseñanza.
Los famosos bonos que por años se han negociado en el Estado también tienen otro valor en este nuevo pacto. Varias universidades privadas tienen un sistema escalonado en el que el profesor recibe mejor salario de acuerdo con su nivel académico. Empresarios por la Educación propone un bono por profesionalización docente y fijado conforme a disponibilidad financiera. He conocido a mentores que trabajan en dos jornadas en una escuela pública de lunes a viernes y dedican su fin de semana a estudiar en la universidad; sin embargo, una vez se han graduado, dejan la docencia en el sector público por una mejor oportunidad en el ámbito privado. El educador debe tener buenas opciones en ambos espacios y sentirse valorado, pero a la vez debe existir un compromiso de su parte con esos niños y jóvenes que dependen de él, en gran medida, para desarrollar su intelecto.

Definitivamente, hay muchos aspectos que debemos transformar de nuestra educación. Es un tema que se ha relegado por décadas, ya sea por conformismo o por indiferencia. El Gobierno se ha acomodado porque hay iniciativas privadas que han hecho esfuerzos por llenar los vacíos que este ha dejado, tales como la infraestructura, la tecnología y el material didáctico.

Ya es hora de que el Ministerio de Educación y el Ejecutivo en general asuman su responsabilidad. No es agachando la cabeza o cediendo a presiones absurdas como mejorará la calidad de la formación; hasta ahora, solo hemos visto a presidentes apagafuegos, mandatarios que danzan al son que les tocan los sindicalistas.

Quizá como sociedad no hemos comprendido aún que todos nuestros problemas tienen un origen: hemos fallado en el proceso de formación de muchas generaciones. La corrupción de la que tanto nos quejamos es consecuencia de la falta de educación en valores; la delincuencia, en gran medida es el resultado de no tener la capacidad de incorporar a más niños a las aulas de forma gratuita y accesible. Nuestra clase política, deficiente en su mayoría, está ahí porque pueden más la manipulación y el clientelismo, que el voto informado y educado.

Vale la pena discutir y poner en marcha un nuevo pacto por la educación. No es un tema de la iniciativa privada, sino del país. Todos los actores sociales, todos aquellos que queremos una mejor Guatemala debemos caminar en el mismo sentido y derrotar, con propuesta, a los que solamente buscan su beneficio personal aprovechándose de las necesidades de un sector.

No podemos negar que la educación es un tema prioritario por atender, y es por ello que no caben las descalificaciones hacia quienes ya están proponiendo rutas mejores para alcanzar el desarrollo.

Esos niños que estudian sentados en un block, o el maestro que camina por horas para cumplir con el mínimo de 180 días efectivos de clase, sabrán agradecer que se les deje de ver como un instrumento político o ideológico y se les dignifique como los seres humanos que son.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo