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En pleno 2018

Redacción
17 de marzo, 2018

Ojalá y fuera mentira que en pleno siglo XXI, en esta época en la que el ser humano es capaz de ir al espacio y tener al mundo adentro de un celular, aún existan prejuicios enormes de unos a otros solo por la apariencia física.

Me gustaría que fuera mentira porque eso significaría un verdadero avance para nuestra sociedad, para todos y todas. Pero por desgracia, las cosas no son así y hay discriminación por todos y para todos lados. Y la discriminación de unos a otros, en la calle, en los sitios donde nos recreamos, en las propias redes sociales; significa un retroceso enorme para la sociedad.

En mi caso particular, durante más de 20 años, jamás recibí algún tipo de insulto o menosprecio por tener un apellido indígena. Pero, cuando me ocurrió por primera vez me cayó como un balde de agua fría. Me asusté, porque me di cuenta de que soy aún más vulnerable de lo que creía y además porque estaban menospreciando una parte fundamental de mi identidad, llena de valor emocional para mí.
La segunda vez que ocurrió también entré un poco en shock porque me paso precisamente por una de las columnas publicadas en este mismo medio. Y en ese momento, quizá no fue la mejor acción, pero decidí responder. Justo con las palabras con las que inicié, dando a entender mi idea de confusión porque los avances tecnológicos del mundo son enormes, pero nosotros como seres humanos nos hemos quedado atrás. Muy atrás.

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Pero la última vez que ocurrió algo así, me detuve a pensar que de hecho situaciones como estas, aún peores incluso, ocurren todos los días en todas las partes del país. Y sus consecuencias son enormes. Cohíben tanto a las personas estos hechos que aunque tengan oportunidades deciden no tomarlas para no exponerse al rechazo y a las agresiones de otras personas.

Porque sí, los chistes que tienen que ver con la manera como habla, se viste o se llama una persona, es una agresión. Es excluyente y siempre demuestra una terrible ignorancia.

Es deber de cada uno de nosotros tomar las riendas del asunto y ser más solidarios, dejar de lado las diferencias, olvidarse de los prejuicios que imperan en nuestro país.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

En pleno 2018

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17 de marzo, 2018

Ojalá y fuera mentira que en pleno siglo XXI, en esta época en la que el ser humano es capaz de ir al espacio y tener al mundo adentro de un celular, aún existan prejuicios enormes de unos a otros solo por la apariencia física.

Me gustaría que fuera mentira porque eso significaría un verdadero avance para nuestra sociedad, para todos y todas. Pero por desgracia, las cosas no son así y hay discriminación por todos y para todos lados. Y la discriminación de unos a otros, en la calle, en los sitios donde nos recreamos, en las propias redes sociales; significa un retroceso enorme para la sociedad.

En mi caso particular, durante más de 20 años, jamás recibí algún tipo de insulto o menosprecio por tener un apellido indígena. Pero, cuando me ocurrió por primera vez me cayó como un balde de agua fría. Me asusté, porque me di cuenta de que soy aún más vulnerable de lo que creía y además porque estaban menospreciando una parte fundamental de mi identidad, llena de valor emocional para mí.
La segunda vez que ocurrió también entré un poco en shock porque me paso precisamente por una de las columnas publicadas en este mismo medio. Y en ese momento, quizá no fue la mejor acción, pero decidí responder. Justo con las palabras con las que inicié, dando a entender mi idea de confusión porque los avances tecnológicos del mundo son enormes, pero nosotros como seres humanos nos hemos quedado atrás. Muy atrás.

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Pero la última vez que ocurrió algo así, me detuve a pensar que de hecho situaciones como estas, aún peores incluso, ocurren todos los días en todas las partes del país. Y sus consecuencias son enormes. Cohíben tanto a las personas estos hechos que aunque tengan oportunidades deciden no tomarlas para no exponerse al rechazo y a las agresiones de otras personas.

Porque sí, los chistes que tienen que ver con la manera como habla, se viste o se llama una persona, es una agresión. Es excluyente y siempre demuestra una terrible ignorancia.

Es deber de cada uno de nosotros tomar las riendas del asunto y ser más solidarios, dejar de lado las diferencias, olvidarse de los prejuicios que imperan en nuestro país.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo