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A propósito de la Semana Santa

Warren Orbaugh
28 de marzo, 2018

En esta época de Cuaresma, los canales de televisión local suelen pasar las películas propias de la Semana Santa: ‘Quo Vadis’, el filme americano de 1951 de Sam Zimbalist y dirigido por Mervyn LeRoy, con los actores Robert Taylor como Marcus Vinicuis y Deborah Kerr como Lygia, y la inolvidable escena donde Ursus (Buddy Baer) salva a Lygia de morir descuartizada por el toro; ‘Sansón y Dalila’, la película americana de 1949 producida y dirigida por Cecil B. DeMille (primer empleador de Ayn Rand cuando filmaba Rey de Reyes en 1927), con los actores Victor Mature como Sansón, Angela Landsbury (a quien probablemente recuerdan como Jessica Fletcher en ‘Murder, She Wrote’) como Semadar, y la bellísima Hedy Lamarr (quien durante la segunda guerra mundial inventó y desarrolló el primer sistema para guiar por radio los torpedos de los aliados que no pudiera ser bloqueado por los enemigos, usando el espectro ensanchado que se ha incorporado hoy a la tecnología Bluetooth y Wi-Fi) como Dalila, la cautivadora filistea; ‘Ben Hur’, la cinta americana de 1959 producida por Sam Zimbalist y dirigida por William Wyler, actuada por Charlton Heston como Judah Ben Hur, Haya Harareet como Esther y Stephen Boyd como Messala, quien corre contra Ben Hur en esa espectacular carrera de cuadrigas; ‘Hercules sin Cadenas’, el celuloide italiano-francés de 1959 producida por Bruno Valanti y Ferruccio De Martino, dirigida por Pietro Francisci, y actuada por Steve Reeves (el Mister Universo de 1950) como Hércules, la guapísima Sylva Koscina como Iole, la esposa del héroe, y Sylvia López (la modelo y actriz francesa que trágicamente murió de leucemia a los veintiséis años) como la reina Omphale, quien hipnotiza a Hércules manteniéndolo cautivo (aunque a diferencia del relato mitológico, no lo pone a hacer labores domésticas) hasta que éste logra escapar a su hechizo y realizar su misión; y así tantas otras películas que me deleitan cada año.

Este año, viendo una de éstas, no pude evitar recordar la comedia del dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt, ‘Hercules y el Establo de Augias’ (Herkules und der Stall des Augias), que fue estrenada en Marzo de 1963. Su obra, inspirada en una de las labores del héroe, la limpieza de los establos de Augias, rey de Élida, poseedor de un rebaño de tres mil vacas, cuyas cuadras no se habían aseado en treinta años, (siendo las otras, la eliminación del León de Nemea; la destrucción de la hidra con siete cabezas de Lerna; la caza viva de la cierva de los cuernos de oro; rescatar a la población de la Arcadia del jabalí de Erimanto; la expulsión de los pájaros devoradores de humanos de Estinfalia; la doma del toro de Creta; el prendimiento de los caballos, también come hombres, de Tracia; la aprehensión de Hipólita, la reina de las Amazonas y despojo de su cinturón; la derrota en combate de Gerión, rey de la Bética; la adquisición de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides; y la captura del Cancerbero, guardián del Tártaro), hace una severa crítica a la burocracia de su época.

Aparecen en escena los griegos tan como griegos; Hércules con la piel de león; Deianeira –la amada de Hércules– tan desnuda como se puede; los habitantes de Élida, ataviados con abultadas pieles; Augias –el presidente de Élida– como un campesino aventurero. El reparto está compuesto por: Hércules, el héroe nacional; Deianeira, su amada; Polybios, su secretario; Augias, el presidente de Élida; Phyleus, el hijo de Augias; Iole, la hija de Augias; Kambyses, uno de los cuidadores del establo; Lichas, el cartero; Tantalos, el director del circo; diez miembros del Parlamento; y dos empleados del circo.

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La trama se desarrolla a partir de una discusión en el Parlamento de Élida, donde los diputados se quejan de que apesta en su tierra, tanto que ya no se aguanta. Están copados por el estiércol. El año anterior, dicen, todavía podían verse los techos de las casas, pero ya no más. Se encuentran sumidos en el excremento. Siendo la democracia más antigua de Grecia, deciden por votación, que es de urgencia nacional la limpieza radical de Élida. Deciden contratar a un tal Hércules, a quien se le conoce como el Limpiador de Grecia. Hércules, el héroe nacional, quien desde hace un año ya no trabaja como hombre fuerte en el circo, acepta a regañadientes, forzado por sus numerosas y cuantiosas deudas con el Banco Nacional de Tebas, el Banco Dórico y el Banco de Euristeo.

Las tribulaciones del héroe empiezan desde que llega a Élida, con los intentos de seducción de los hijos de Augias –Phyleus, de dieciocho años, a Deianeira e Iole, de quince, a Hércules– y la imposibilidad de empezar con su tarea por carecer de las licencias y permisos de la Oficina de Aguas. Hércules le confiesa a Augias que detesta a los burócratas y las oficinas burocráticas. Lo mismo le sucede a Augias, según admite al héroe, pero éstas están allí. Mas no debe preocuparse, le dice, pues le darán los permisos en dos o tres semanas. Pero además debe tramitar los permisos con las otras oficinas: la Oficina de Migración, la Oficina de Trabajo, la Oficina de Ingeniería Civil, la Oficina de Finanzas, la Oficina de Tránsito y la Oficina de Estiércol. La tramitación de los permisos es obligatoria y debe hacerla, pues aceptó el contrato, le advierte Augias a Hércules.

Mientras el héroe se embarca en la titánica labor de conseguir las licencias, los parlamentarios, dudando de su primera decisión, debaten de si es realmente conveniente limpiar Élida. ¿Qué tal si al limpiar los establos resulta que los famosos frescos de Élida, que nadie ha visto, no existen? ¡Sería una catástrofe cultural! La Comisión de Limpieza simplemente no puede llegar a una decisión. Los permisos no salen. Y así el tiempo transcurre sin que pueda iniciarse con la labor de limpieza. Hércules, a quien aún no le pagan se sume más en la miseria y deuda. La Oficina de Embargos le quitan las tiendas de Deianeira y de Polybios. Afortunadamente para el héroe, recibe una carta del rey de Estinfalia, quien desea contratarlo para que los libre de unos molestos pájaros. Así que Hércules se marcha sin haber limpiado los establos de Augias.

¿Suena familiar?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

A propósito de la Semana Santa

Warren Orbaugh
28 de marzo, 2018

En esta época de Cuaresma, los canales de televisión local suelen pasar las películas propias de la Semana Santa: ‘Quo Vadis’, el filme americano de 1951 de Sam Zimbalist y dirigido por Mervyn LeRoy, con los actores Robert Taylor como Marcus Vinicuis y Deborah Kerr como Lygia, y la inolvidable escena donde Ursus (Buddy Baer) salva a Lygia de morir descuartizada por el toro; ‘Sansón y Dalila’, la película americana de 1949 producida y dirigida por Cecil B. DeMille (primer empleador de Ayn Rand cuando filmaba Rey de Reyes en 1927), con los actores Victor Mature como Sansón, Angela Landsbury (a quien probablemente recuerdan como Jessica Fletcher en ‘Murder, She Wrote’) como Semadar, y la bellísima Hedy Lamarr (quien durante la segunda guerra mundial inventó y desarrolló el primer sistema para guiar por radio los torpedos de los aliados que no pudiera ser bloqueado por los enemigos, usando el espectro ensanchado que se ha incorporado hoy a la tecnología Bluetooth y Wi-Fi) como Dalila, la cautivadora filistea; ‘Ben Hur’, la cinta americana de 1959 producida por Sam Zimbalist y dirigida por William Wyler, actuada por Charlton Heston como Judah Ben Hur, Haya Harareet como Esther y Stephen Boyd como Messala, quien corre contra Ben Hur en esa espectacular carrera de cuadrigas; ‘Hercules sin Cadenas’, el celuloide italiano-francés de 1959 producida por Bruno Valanti y Ferruccio De Martino, dirigida por Pietro Francisci, y actuada por Steve Reeves (el Mister Universo de 1950) como Hércules, la guapísima Sylva Koscina como Iole, la esposa del héroe, y Sylvia López (la modelo y actriz francesa que trágicamente murió de leucemia a los veintiséis años) como la reina Omphale, quien hipnotiza a Hércules manteniéndolo cautivo (aunque a diferencia del relato mitológico, no lo pone a hacer labores domésticas) hasta que éste logra escapar a su hechizo y realizar su misión; y así tantas otras películas que me deleitan cada año.

Este año, viendo una de éstas, no pude evitar recordar la comedia del dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt, ‘Hercules y el Establo de Augias’ (Herkules und der Stall des Augias), que fue estrenada en Marzo de 1963. Su obra, inspirada en una de las labores del héroe, la limpieza de los establos de Augias, rey de Élida, poseedor de un rebaño de tres mil vacas, cuyas cuadras no se habían aseado en treinta años, (siendo las otras, la eliminación del León de Nemea; la destrucción de la hidra con siete cabezas de Lerna; la caza viva de la cierva de los cuernos de oro; rescatar a la población de la Arcadia del jabalí de Erimanto; la expulsión de los pájaros devoradores de humanos de Estinfalia; la doma del toro de Creta; el prendimiento de los caballos, también come hombres, de Tracia; la aprehensión de Hipólita, la reina de las Amazonas y despojo de su cinturón; la derrota en combate de Gerión, rey de la Bética; la adquisición de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides; y la captura del Cancerbero, guardián del Tártaro), hace una severa crítica a la burocracia de su época.

Aparecen en escena los griegos tan como griegos; Hércules con la piel de león; Deianeira –la amada de Hércules– tan desnuda como se puede; los habitantes de Élida, ataviados con abultadas pieles; Augias –el presidente de Élida– como un campesino aventurero. El reparto está compuesto por: Hércules, el héroe nacional; Deianeira, su amada; Polybios, su secretario; Augias, el presidente de Élida; Phyleus, el hijo de Augias; Iole, la hija de Augias; Kambyses, uno de los cuidadores del establo; Lichas, el cartero; Tantalos, el director del circo; diez miembros del Parlamento; y dos empleados del circo.

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La trama se desarrolla a partir de una discusión en el Parlamento de Élida, donde los diputados se quejan de que apesta en su tierra, tanto que ya no se aguanta. Están copados por el estiércol. El año anterior, dicen, todavía podían verse los techos de las casas, pero ya no más. Se encuentran sumidos en el excremento. Siendo la democracia más antigua de Grecia, deciden por votación, que es de urgencia nacional la limpieza radical de Élida. Deciden contratar a un tal Hércules, a quien se le conoce como el Limpiador de Grecia. Hércules, el héroe nacional, quien desde hace un año ya no trabaja como hombre fuerte en el circo, acepta a regañadientes, forzado por sus numerosas y cuantiosas deudas con el Banco Nacional de Tebas, el Banco Dórico y el Banco de Euristeo.

Las tribulaciones del héroe empiezan desde que llega a Élida, con los intentos de seducción de los hijos de Augias –Phyleus, de dieciocho años, a Deianeira e Iole, de quince, a Hércules– y la imposibilidad de empezar con su tarea por carecer de las licencias y permisos de la Oficina de Aguas. Hércules le confiesa a Augias que detesta a los burócratas y las oficinas burocráticas. Lo mismo le sucede a Augias, según admite al héroe, pero éstas están allí. Mas no debe preocuparse, le dice, pues le darán los permisos en dos o tres semanas. Pero además debe tramitar los permisos con las otras oficinas: la Oficina de Migración, la Oficina de Trabajo, la Oficina de Ingeniería Civil, la Oficina de Finanzas, la Oficina de Tránsito y la Oficina de Estiércol. La tramitación de los permisos es obligatoria y debe hacerla, pues aceptó el contrato, le advierte Augias a Hércules.

Mientras el héroe se embarca en la titánica labor de conseguir las licencias, los parlamentarios, dudando de su primera decisión, debaten de si es realmente conveniente limpiar Élida. ¿Qué tal si al limpiar los establos resulta que los famosos frescos de Élida, que nadie ha visto, no existen? ¡Sería una catástrofe cultural! La Comisión de Limpieza simplemente no puede llegar a una decisión. Los permisos no salen. Y así el tiempo transcurre sin que pueda iniciarse con la labor de limpieza. Hércules, a quien aún no le pagan se sume más en la miseria y deuda. La Oficina de Embargos le quitan las tiendas de Deianeira y de Polybios. Afortunadamente para el héroe, recibe una carta del rey de Estinfalia, quien desea contratarlo para que los libre de unos molestos pájaros. Así que Hércules se marcha sin haber limpiado los establos de Augias.

¿Suena familiar?

República es ajena a la opinión expresada en este artículo