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Mea culpa empresarial

María Dolores Arias
10 de abril, 2018

Según el Diccionario panhispánico de dudas, mea culpa es una “locución latina que significa literalmente ‘por mi culpa’. Se usa como fórmula para reconocer una culpa o error”.

El mea culpa empresarial consiste en reconocer el error  de aceptar el código moral de los saqueadores y tomarlo como correcto para su vida. Este error se caracteriza básicamente en dos actitudes. La primera es aceptar el chantaje de la redistribución, es decir; aceptan como obligación devolver a la sociedad un poco de lo que han ganado.  Olvidan que se han ganado su riqueza mediante intercambios libres, voluntarios. Omiten que para conseguirlos han tenido que satisfacer a sus clientes mejorándoles su calidad de vida. A pesar de lo anterior se tragan el cuento que deben “devolver algo” a la sociedad como si no hubieran creado valor para aquellos con quienes realizaron los intercambios.

La segunda actitud es aceptar la extorsión de los criminales o de los burócratas como algo cotidiano en su quehacer empresarial. Incluso han llegado a considerarlo como parte del costo de operar en el país, como parte del costo de proteger su patrimonio e incluso la sobrevivencia de la empresa. Se consideran obligados a pagar las extorsiones si desean cumplir con los requisitos para operar legítimamente, tal es el caso de los permisos, licencias y demás trámites engorrosos en el gobierno. En pocas palabras, se resignan a ser extorsionados para asegurar la sobrevivencia de la empresa.

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Es importante aclarar que el mea culpa empresarial se refiere exclusivamente a aquellos empresarios que se han ganado de manera legítima su riqueza y que su principal falta es aceptar sentirse culpables de su éxito; además de resignarse a convivir con los extorsionistas y no llamarlos por su nombre.

Es muy diferente del mea culpa mercantilista y del mea culpa gubernamental; el primero es aquel que en lugar de competir para satisfacer a sus clientes y realizar intercambios voluntarios; buscan privilegios que fuercen a negociar con él. También es aquel que se colude con burócratas corruptos para expoliar el dinero de los tributarios mediante contratos, concesiones y cualquier forma posible que el poder discrecional del funcionario coludido permita.

El mea culpa mercantilista es aceptar que su fortuna la han conseguido mediante la expoliación de los tributarios a través de colusiones con burócratas corruptos o mediante privilegios.

Considero que más que un mea culpa empresarial, lo que debería existir es una aceptación de culpa por parte de los mercantilistas, políticos y burócratas corruptos ya que son estos quienes se han aprovechado del sistema para saquear al tributario.

No se deje confundir, acepte las culpas merecidas y corrija de inmediato. Pero no permita que le hagan sentir culpable por sus aciertos, por sus virtudes, por su éxito legítimo. No permita que lo “metan en el mismo canasto” con los mercantilistas y los burócratas corruptos. Recuerde las palabras de Hank Rearden en la Rebelión de Atlas: “No hay conflicto de intereses entre hombres que no demandan lo que no han ganado y que no practican sacrificios humanos”

@Md30

Facebook.com/Mda30

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Mea culpa empresarial

María Dolores Arias
10 de abril, 2018

Según el Diccionario panhispánico de dudas, mea culpa es una “locución latina que significa literalmente ‘por mi culpa’. Se usa como fórmula para reconocer una culpa o error”.

El mea culpa empresarial consiste en reconocer el error  de aceptar el código moral de los saqueadores y tomarlo como correcto para su vida. Este error se caracteriza básicamente en dos actitudes. La primera es aceptar el chantaje de la redistribución, es decir; aceptan como obligación devolver a la sociedad un poco de lo que han ganado.  Olvidan que se han ganado su riqueza mediante intercambios libres, voluntarios. Omiten que para conseguirlos han tenido que satisfacer a sus clientes mejorándoles su calidad de vida. A pesar de lo anterior se tragan el cuento que deben “devolver algo” a la sociedad como si no hubieran creado valor para aquellos con quienes realizaron los intercambios.

La segunda actitud es aceptar la extorsión de los criminales o de los burócratas como algo cotidiano en su quehacer empresarial. Incluso han llegado a considerarlo como parte del costo de operar en el país, como parte del costo de proteger su patrimonio e incluso la sobrevivencia de la empresa. Se consideran obligados a pagar las extorsiones si desean cumplir con los requisitos para operar legítimamente, tal es el caso de los permisos, licencias y demás trámites engorrosos en el gobierno. En pocas palabras, se resignan a ser extorsionados para asegurar la sobrevivencia de la empresa.

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Es importante aclarar que el mea culpa empresarial se refiere exclusivamente a aquellos empresarios que se han ganado de manera legítima su riqueza y que su principal falta es aceptar sentirse culpables de su éxito; además de resignarse a convivir con los extorsionistas y no llamarlos por su nombre.

Es muy diferente del mea culpa mercantilista y del mea culpa gubernamental; el primero es aquel que en lugar de competir para satisfacer a sus clientes y realizar intercambios voluntarios; buscan privilegios que fuercen a negociar con él. También es aquel que se colude con burócratas corruptos para expoliar el dinero de los tributarios mediante contratos, concesiones y cualquier forma posible que el poder discrecional del funcionario coludido permita.

El mea culpa mercantilista es aceptar que su fortuna la han conseguido mediante la expoliación de los tributarios a través de colusiones con burócratas corruptos o mediante privilegios.

Considero que más que un mea culpa empresarial, lo que debería existir es una aceptación de culpa por parte de los mercantilistas, políticos y burócratas corruptos ya que son estos quienes se han aprovechado del sistema para saquear al tributario.

No se deje confundir, acepte las culpas merecidas y corrija de inmediato. Pero no permita que le hagan sentir culpable por sus aciertos, por sus virtudes, por su éxito legítimo. No permita que lo “metan en el mismo canasto” con los mercantilistas y los burócratas corruptos. Recuerde las palabras de Hank Rearden en la Rebelión de Atlas: “No hay conflicto de intereses entre hombres que no demandan lo que no han ganado y que no practican sacrificios humanos”

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo