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Motivos para vivir en el conflicto

José Carlos Ortega
14 de abril, 2018

No arreglar el problema es mantener un conflicto permanente. Un país que busca el desarrollo y la paz es un país que arregla sus problemas por medio de los órganos jurisdiccionales.

De todas las razones y excusas que he podido leer o escuchar para votar por el NO en la Consulta Popular de mañana, que han sido varias, aunque escasas de fuerza o popularidad, ninguna tiene un motivo que uno podría encontrar satisfactorio desde la perspectiva de la razón, la legalidad o inclusive la legitimidad.

Desde razones teológicas que van desde la mesiánica y profética de creer que Guatemala es la nación escogida de Dios y todas, sí todas, las promesas de Dios para el pueblo escogido de Dios… (Israel cuando camina en obediencia) o para la iglesia cristiana como remanente y luz al mundo que da cumplimiento exclusivamente al amor y a la ira de Dios sin tomar en cuenta si en otro país, como Belice, donde hay una cantidad porcentual importante de cristianos, pueda recibir las mismas promesas novotestamentarias. Es decir, que solo en Guatemala hay hijos de Dios, y Dios no puedo, ni debe, dar nada a ningún otro hijo en ninguna parte del mundo.

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Indudablemente que el Reino Unido o Inglaterra fue un usurpador de la tierra que heredó Guatemala cuando se independizó del Reino de España en 1821 y ésta fue aceptada años posteriores por el Reino de España. España e Inglaterra firmaron acuerdos para la utilización de alguna parte del territorio que hoy ocupa Belice y la potencia anglosajona los incumplió ocupando una mayor extensión, realizando una escaramuza con la cual reivindica el derecho de conquista y que España y Guatemala nunca reprimieron de vuelta, como sí lo hicieron en el área de Izabal en el Castillo de San Felipe y en el puerto de Mariscos. Además, ante el reconocimiento de la usurpación, el tratado firmado por Aycinena- Wyke, que a cambio de la usurpación de los territorios que comprenden desde el Río Sibún hasta el Río Sarstún negoció la realización de una carretera entre ciudad de Guatemala y Punta Gorda, que es la parte sur de Belice, a aproximadamente 70kms. al norte de Livingston. Ese tratado también lo incumplió Gran Bretaña. Es decir, la historia nos demuestra reiteradamente que los ingleses incumplieron.

Belice es una nación soberana. Adquirió su independencia en 1981 en medio de serias reclamaciones del gobierno de Guatemala ante el Reino Unido de la Gran Bretaña. En la historia moderna, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, en el Derecho Internacional es ampliamente reconocido el principio de “libre determinación de los pueblos” que establece que una población puede decidir su destino en cuanto a su independencia. Belice proclamó su independencia del Reino Unido, pero también para poner un límite a la reclamación guatemalteca, a nosotros. Guatemala, por medio de una decisión que no debió darse de esa manera, la reconoció en 1991, aunque luego interpuso una reserva sobre el diferendo territorial en 1994, reconociendo la existencia del Estado de Belice en cuanto a su gobierno y población, pero no de su territorio. Es decir, el reclamo territorial, insular y marítimo existe y no se han reconocido fronteras, pero sí la existencia del Estado. La usurpación fue del gobierno inglés, y no del beliceño, y hoy únicamente podemos negociar con el segundo. La validez de la molestia de usurpación e incumplimiento del tratado es contra un Estado que no es el responsable del problema por lo que el argumento carece de sentido, no se puede mantener un conflicto contra una de las partes si esta no es la causante.

Otro de los argumentos es sobre la integración de la Corte Internacional de Justicia – CIJ. Aunque Guatemala hubiera podido negociar un acuerdo para recusar a magistrados provenientes de países con procedencia anglosajona o caribeña y de países limítrofes con interés en el problema, i.e. México u Honduras, lo cual seguramente se negoció, los beliceños hubiesen podido hacer lo mismo con jueces de tradición franco-hispanoamericana llegando a impasse en cuanto a su integración.

Además, existe el argumento de que Belice nunca irá a consulta. Si no va, tarde o temprano Guatemala podrá denunciar la falta de cumplimiento del acuerdo marco y proceder unilateralmente. Por el momento, si el voto guatemalteco resultara en un sí, pone la obligación del lado brasileño… ¡ups! ¡Digo BELICEÑO! Hay suficientes actores interesados por razones de seguridad a que Belice realice la consulta y que vayamos a arreglar la disputa territorial a la CIJ, entre ellos Inglaterra, la Comunidad Europea, Estados Unidos y la OEA. (El colmo es que la mayor publicidad del evento sea la doble equivocación del diputado Galdámez y el expresidente Jorge Serrano Elías.)

El gasto de los Q300 millones es otra de las razones esgrimidas. Aparte del pragmatismo de que la Consulta ya está y el acuerdo marco establece su realización hasta aprobación, en el sentido económico, es más barata la consulta que lo que se pierde por no tener un comercio, turismo y fronteras definidas en cuanto a seguridad. El comercio puede recuperar en poco tiempo la inversión, no digamos si en la sentencia la CIJ pudiera devolver algo a nuestro país.

Imposible pretender recuperar por la vía violenta, la declaratoria de guerra. Aunque nuestro ejército es superior al beliceño, y si nos lo propusiéramos podríamos entrar caminando a Belice y recuperarlo, la protección del ejército inglés descarta esa opción. Los conflictos tampoco deben resolverse así, y la pregunta es al fin: ¿quién está dispuesto a que sus hijos vayan a recuperar en una guerra el territorio?

Ir por el NO porque no podemos con lo que actualmente administramos es una razón paupérrima y de desconocimiento del problema. El SÍ no garantiza ninguna devolución de territorio sino ir a la CIJ a dirimir el conflicto. Uno de los mayores conflictos en la zona de Petén a la zona de adyacencia es la frontera porosa y no delimitada con Belice.

Mantener el conflicto sin resolver en nada favorece a Guatemala, quien más pierde. Pierde a varios de ciudadanos asesinados en la zona de adyacencia, pierde la oportunidad de comercio bilateral, de integración turística y de seguridad nacional para proteger el medio ambiente – la preciosa biósfera maya, el combate al narcotráfico, al contrabando, a la trata de personas, protección de nuestro patrimonio arqueológico. Ganan los narcos, contrabandistas y delincuentes  y los que viven del conflicto en la zona de adyacencia y Belice mantiene el satus quo, de ocupación y uso sin límite.

No arreglar el problema es mantener un conflicto permanente. Un país que busca el desarrollo y la paz es un país que arregla sus problemas por medio de los órganos jurisdiccionales. Un país que quiere un cambio de la vieja manera de actuar, que ha iniciado un ejemplo al mundo desde 2015, tiene la búsqueda de la justicia como un objetivo permanente e ir a la Corte Internacional de Justicia es la forma de buscarla. El cambio debe ser en todo, y la búsqueda de terminar con el conflicto por medio de un tribunal es la mejor manera.

Hay que darle la oportunidad a Guatemala, sobre todos a los habitantes de las zonas fronterizas y principalmente a aquellos que han sufrido vejámenes por la falta de delimitación de nuestras fronteras. La mejor forma de recuperar Belice es teniendo una buena definición de fronteras, comercio libre y una integración de respeto entre dos Estados soberanos que deciden, por su bien, un rumbo similar, al estilo de la Comunidad Europea. Eso no se logra sino a través de la mutua confianza, de la amistad, comercio fuerte e integración. El primer paso es el camino del respeto de la propiedad y la soberanía de los dos países, y de la invitación a los habitantes de Belice a los mismos derechos que los ciudadanos guatemaltecos. La visión de integración es una visión lejos de la subyugación sino del mutuo respeto a los derechos individuales.

Coménteme y sígame en twitter: @josekrlos

Motivos para vivir en el conflicto

José Carlos Ortega
14 de abril, 2018

No arreglar el problema es mantener un conflicto permanente. Un país que busca el desarrollo y la paz es un país que arregla sus problemas por medio de los órganos jurisdiccionales.

De todas las razones y excusas que he podido leer o escuchar para votar por el NO en la Consulta Popular de mañana, que han sido varias, aunque escasas de fuerza o popularidad, ninguna tiene un motivo que uno podría encontrar satisfactorio desde la perspectiva de la razón, la legalidad o inclusive la legitimidad.

Desde razones teológicas que van desde la mesiánica y profética de creer que Guatemala es la nación escogida de Dios y todas, sí todas, las promesas de Dios para el pueblo escogido de Dios… (Israel cuando camina en obediencia) o para la iglesia cristiana como remanente y luz al mundo que da cumplimiento exclusivamente al amor y a la ira de Dios sin tomar en cuenta si en otro país, como Belice, donde hay una cantidad porcentual importante de cristianos, pueda recibir las mismas promesas novotestamentarias. Es decir, que solo en Guatemala hay hijos de Dios, y Dios no puedo, ni debe, dar nada a ningún otro hijo en ninguna parte del mundo.

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Indudablemente que el Reino Unido o Inglaterra fue un usurpador de la tierra que heredó Guatemala cuando se independizó del Reino de España en 1821 y ésta fue aceptada años posteriores por el Reino de España. España e Inglaterra firmaron acuerdos para la utilización de alguna parte del territorio que hoy ocupa Belice y la potencia anglosajona los incumplió ocupando una mayor extensión, realizando una escaramuza con la cual reivindica el derecho de conquista y que España y Guatemala nunca reprimieron de vuelta, como sí lo hicieron en el área de Izabal en el Castillo de San Felipe y en el puerto de Mariscos. Además, ante el reconocimiento de la usurpación, el tratado firmado por Aycinena- Wyke, que a cambio de la usurpación de los territorios que comprenden desde el Río Sibún hasta el Río Sarstún negoció la realización de una carretera entre ciudad de Guatemala y Punta Gorda, que es la parte sur de Belice, a aproximadamente 70kms. al norte de Livingston. Ese tratado también lo incumplió Gran Bretaña. Es decir, la historia nos demuestra reiteradamente que los ingleses incumplieron.

Belice es una nación soberana. Adquirió su independencia en 1981 en medio de serias reclamaciones del gobierno de Guatemala ante el Reino Unido de la Gran Bretaña. En la historia moderna, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, en el Derecho Internacional es ampliamente reconocido el principio de “libre determinación de los pueblos” que establece que una población puede decidir su destino en cuanto a su independencia. Belice proclamó su independencia del Reino Unido, pero también para poner un límite a la reclamación guatemalteca, a nosotros. Guatemala, por medio de una decisión que no debió darse de esa manera, la reconoció en 1991, aunque luego interpuso una reserva sobre el diferendo territorial en 1994, reconociendo la existencia del Estado de Belice en cuanto a su gobierno y población, pero no de su territorio. Es decir, el reclamo territorial, insular y marítimo existe y no se han reconocido fronteras, pero sí la existencia del Estado. La usurpación fue del gobierno inglés, y no del beliceño, y hoy únicamente podemos negociar con el segundo. La validez de la molestia de usurpación e incumplimiento del tratado es contra un Estado que no es el responsable del problema por lo que el argumento carece de sentido, no se puede mantener un conflicto contra una de las partes si esta no es la causante.

Otro de los argumentos es sobre la integración de la Corte Internacional de Justicia – CIJ. Aunque Guatemala hubiera podido negociar un acuerdo para recusar a magistrados provenientes de países con procedencia anglosajona o caribeña y de países limítrofes con interés en el problema, i.e. México u Honduras, lo cual seguramente se negoció, los beliceños hubiesen podido hacer lo mismo con jueces de tradición franco-hispanoamericana llegando a impasse en cuanto a su integración.

Además, existe el argumento de que Belice nunca irá a consulta. Si no va, tarde o temprano Guatemala podrá denunciar la falta de cumplimiento del acuerdo marco y proceder unilateralmente. Por el momento, si el voto guatemalteco resultara en un sí, pone la obligación del lado brasileño… ¡ups! ¡Digo BELICEÑO! Hay suficientes actores interesados por razones de seguridad a que Belice realice la consulta y que vayamos a arreglar la disputa territorial a la CIJ, entre ellos Inglaterra, la Comunidad Europea, Estados Unidos y la OEA. (El colmo es que la mayor publicidad del evento sea la doble equivocación del diputado Galdámez y el expresidente Jorge Serrano Elías.)

El gasto de los Q300 millones es otra de las razones esgrimidas. Aparte del pragmatismo de que la Consulta ya está y el acuerdo marco establece su realización hasta aprobación, en el sentido económico, es más barata la consulta que lo que se pierde por no tener un comercio, turismo y fronteras definidas en cuanto a seguridad. El comercio puede recuperar en poco tiempo la inversión, no digamos si en la sentencia la CIJ pudiera devolver algo a nuestro país.

Imposible pretender recuperar por la vía violenta, la declaratoria de guerra. Aunque nuestro ejército es superior al beliceño, y si nos lo propusiéramos podríamos entrar caminando a Belice y recuperarlo, la protección del ejército inglés descarta esa opción. Los conflictos tampoco deben resolverse así, y la pregunta es al fin: ¿quién está dispuesto a que sus hijos vayan a recuperar en una guerra el territorio?

Ir por el NO porque no podemos con lo que actualmente administramos es una razón paupérrima y de desconocimiento del problema. El SÍ no garantiza ninguna devolución de territorio sino ir a la CIJ a dirimir el conflicto. Uno de los mayores conflictos en la zona de Petén a la zona de adyacencia es la frontera porosa y no delimitada con Belice.

Mantener el conflicto sin resolver en nada favorece a Guatemala, quien más pierde. Pierde a varios de ciudadanos asesinados en la zona de adyacencia, pierde la oportunidad de comercio bilateral, de integración turística y de seguridad nacional para proteger el medio ambiente – la preciosa biósfera maya, el combate al narcotráfico, al contrabando, a la trata de personas, protección de nuestro patrimonio arqueológico. Ganan los narcos, contrabandistas y delincuentes  y los que viven del conflicto en la zona de adyacencia y Belice mantiene el satus quo, de ocupación y uso sin límite.

No arreglar el problema es mantener un conflicto permanente. Un país que busca el desarrollo y la paz es un país que arregla sus problemas por medio de los órganos jurisdiccionales. Un país que quiere un cambio de la vieja manera de actuar, que ha iniciado un ejemplo al mundo desde 2015, tiene la búsqueda de la justicia como un objetivo permanente e ir a la Corte Internacional de Justicia es la forma de buscarla. El cambio debe ser en todo, y la búsqueda de terminar con el conflicto por medio de un tribunal es la mejor manera.

Hay que darle la oportunidad a Guatemala, sobre todos a los habitantes de las zonas fronterizas y principalmente a aquellos que han sufrido vejámenes por la falta de delimitación de nuestras fronteras. La mejor forma de recuperar Belice es teniendo una buena definición de fronteras, comercio libre y una integración de respeto entre dos Estados soberanos que deciden, por su bien, un rumbo similar, al estilo de la Comunidad Europea. Eso no se logra sino a través de la mutua confianza, de la amistad, comercio fuerte e integración. El primer paso es el camino del respeto de la propiedad y la soberanía de los dos países, y de la invitación a los habitantes de Belice a los mismos derechos que los ciudadanos guatemaltecos. La visión de integración es una visión lejos de la subyugación sino del mutuo respeto a los derechos individuales.

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