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Obcicignados

María Dolores Arias
08 de mayo, 2018

En los últimos meses la pugna, entre quienes están a favor de la Comisión Internacional en Contra de la Impunidad en Guatemala –CICIG-y quienes están en contra, ha aumentado y se ha intensificado.  Ambos bandos aducen tener la razón, sin embargo, en ese espacio entre ambas posturas, estamos quienes hemos visto como se polariza la discusión sin más argumentos que “unos, siempre son los buenos y otros, siempre son los malos”.

Algunos “obcicignados” consideran que si estás en contra de las acciones de la Comisión, entonces apoyas la corrupción, sin aceptar más argumentos de conmigo o contra mí. Otros “obcicignados” consideran que la Comisión debe irse por argumentos nacionalistas que no aportan nada al análisis.

Lo preocupante de todo esto es que en medio de toda esta obsesión, la búsqueda de la verdad para impartir justicia ha quedado en último lugar, poco importa el debido proceso o la igualdad de todos ante la Ley.

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Quienes dudamos del poder discrecional de los burócratas, dudamos también de cualquier organismo nacional o internacional cuyos miembros no tengan que rendir cuentas de sus actuaciones.  En cualquier sistema que carezca de pesos y contrapesos, el abuso del poder es sólo cuestión de tiempo.

Así como no podemos combatir la corrupción con mayor poder discrecional a los políticos y burócratas, tampoco podemos combatir la impunidad con impunidad para quienes la combaten, es un sin sentido.

Es muy probable que, muchos de quienes están “obcicignados”, busquen honestamente una solución al problema de la corrupción. La persecución penal es uno de los caminos para combatirla, sin embargo en medio de dicha polarización, se olvidan que la raíz de la misma es el sistema benefactor-mercantilista repartidor de privilegios.

Es importante que quienes buscamos soluciones de fondo, quienes deseamos vivir en un estado republicano expresemos nuestras ideas y cuestionemos el poder discrecional de los políticos, no aceptemos que la lucha contra la corrupción se limita a la permanencia o no de una Comisión. En especial desconfiemos de aquellos políticos o burócratas que afirman que para poder servirnos mejor deben ejercer su poder por encima de la Ley.

@Md30

Facebook.com/Mda30

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

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María Dolores Arias
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En los últimos meses la pugna, entre quienes están a favor de la Comisión Internacional en Contra de la Impunidad en Guatemala –CICIG-y quienes están en contra, ha aumentado y se ha intensificado.  Ambos bandos aducen tener la razón, sin embargo, en ese espacio entre ambas posturas, estamos quienes hemos visto como se polariza la discusión sin más argumentos que “unos, siempre son los buenos y otros, siempre son los malos”.

Algunos “obcicignados” consideran que si estás en contra de las acciones de la Comisión, entonces apoyas la corrupción, sin aceptar más argumentos de conmigo o contra mí. Otros “obcicignados” consideran que la Comisión debe irse por argumentos nacionalistas que no aportan nada al análisis.

Lo preocupante de todo esto es que en medio de toda esta obsesión, la búsqueda de la verdad para impartir justicia ha quedado en último lugar, poco importa el debido proceso o la igualdad de todos ante la Ley.

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Así como no podemos combatir la corrupción con mayor poder discrecional a los políticos y burócratas, tampoco podemos combatir la impunidad con impunidad para quienes la combaten, es un sin sentido.

Es muy probable que, muchos de quienes están “obcicignados”, busquen honestamente una solución al problema de la corrupción. La persecución penal es uno de los caminos para combatirla, sin embargo en medio de dicha polarización, se olvidan que la raíz de la misma es el sistema benefactor-mercantilista repartidor de privilegios.

Es importante que quienes buscamos soluciones de fondo, quienes deseamos vivir en un estado republicano expresemos nuestras ideas y cuestionemos el poder discrecional de los políticos, no aceptemos que la lucha contra la corrupción se limita a la permanencia o no de una Comisión. En especial desconfiemos de aquellos políticos o burócratas que afirman que para poder servirnos mejor deben ejercer su poder por encima de la Ley.

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República es ajena a la opinión expresada en este artículo