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Crear uno, dos, muchos Mandelas…

Redacción
09 de mayo, 2018

Nelson Mandela fue sin duda uno de los personajes más icónicos del Siglo XX. Antiguo militante de una de las facciones comunistas del Congreso Nacional Africano y encarcelado por el régimen sudafricano durante muchos años bajo acusaciones de sedicioso, fue él quien encarnó y lideró la transformación de su país en medio de un turbulento proceso de paz. Si no fuera por la intervención de su liderazgo reconvertido y la visión de sus interlocutores blancos, Sudáfrica estaría todavía sufriendo una partición dolorosa. Tenemos mucho que aprender de este episodio.

Mandela es una figura que me viene a la mente viendo a Guatemala como está hoy. Luego de la firma de la paz, estamos claros que no nos hemos acercado a ella, por más que las armas estén en silencio. Los prejuicios, la sobre ideologización y la polarización que han vuelto a emerger como consecuencia de dos eventos recientes (los procesos legales derivados del conflicto armado y las consecuencias políticas de la lucha contra la corrupción) nos demuestra que estamos casi en el mismo punto de ebullición como lo estábamos décadas atrás. Por lo visto hemos hecho hincapié más en nuestras divisiones que en lo que nos une como sociedad.  Se siente y percibe cada vez más deseos de venganza y desquite, y no que se esté tratando de construir sobre las lecciones aprendidas. De continuar así, y siendo la historia lo cíclica que ha probado ser, pronto tendremos a los perseguidores perseguidos y la historia será la de nunca acabar. Me recuerda aquel dibujo donde dos pescadores discuten agriamente sobre en cuál de los dos lados de la canoa esta el agujero por donde entra el agua y quién de los dos es el responsable, mientras poco a poco e irreversiblemente la embarcación se hunde, deparándoles igual muerte por ahogo a ambos.

Somos una sociedad fracturada. Venimos del conflicto armado más prolongado del continente americano (con la excepción del caso de Colombia), lo que significa que el desgarre en el tejido social se ha profundizado por el paso de más de dos generaciones. Para salir de ese atolladero necesitamos hacer lo que otras sociedades, con iguales o peores dramas, han hecho para salir adelante. Uno de estos secretos es contar con personajes que tengan la grandeza de espíritu de un Konrad Adenauer, que encarnó en su estilo y gestión la forma de superar el trauma del nazismo en la Alemania de posguerra. O de un Adolfo Suárez, que proveniendo de las filas del Franquismo, supo dar un paso adelante para encontrar acuerdos nacionales en la España que salía de las heridas profundas de la guerra civil. Su falangismo anterior poco importó a izquierdas y derechas en ese momento; simplemente él pudo unir los fragmentos de una sociedad cansada de luchar. Con Mandela sucedió un tanto igual. Si los blancos sudafricanos se hubieran cerrado a dialogar con él alegando su pasado militante, o si Mandela simplemente hubiera utilizado su capacidad de convocatoria para cobrar la factura a generaciones de políticos Afrikanerers, todavía estarían destruyéndose y encerrándose unos a otros.

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Voy a tomar prestada la frase de un personaje histórico que, a diferencia de Mandela –que ha pasado a la galería de los hombres ilustres del siglo pasado-, éste otro ha acabado en las playeras o en los bumper stickers de la parafernalia comercial del marxismo tardío. Me refiero al Che Guevara, que pregonaba la necesidad de multiplicar por el mundo los vietnams, cosa que por cierto él intentó hacer en el Congo o en Bolivia con resultados desastrosos y con una cuota importante de sangre y dolor a sus espaldas. La frase yo la tomo y modifico para decir que lo que debemos procurar en nuestro país, si queremos realmente construir un futuro de bienestar juntos, es crear uno, dos, muchos Mandelas, que con su liderazgo moral, con su visión de construir el futuro aprendiendo del pasado y sin las piedras del prejuicio sobre sus espaldas, nos conduzcan a los grandes acuerdos nacionales. Viendo esos ejemplos de grandeza de espíritu y de liderazgo moral en otras sociedades, espero que en esto lo cíclico de la historia nos alcance a nosotros esta vez.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Crear uno, dos, muchos Mandelas…

Redacción
09 de mayo, 2018

Nelson Mandela fue sin duda uno de los personajes más icónicos del Siglo XX. Antiguo militante de una de las facciones comunistas del Congreso Nacional Africano y encarcelado por el régimen sudafricano durante muchos años bajo acusaciones de sedicioso, fue él quien encarnó y lideró la transformación de su país en medio de un turbulento proceso de paz. Si no fuera por la intervención de su liderazgo reconvertido y la visión de sus interlocutores blancos, Sudáfrica estaría todavía sufriendo una partición dolorosa. Tenemos mucho que aprender de este episodio.

Mandela es una figura que me viene a la mente viendo a Guatemala como está hoy. Luego de la firma de la paz, estamos claros que no nos hemos acercado a ella, por más que las armas estén en silencio. Los prejuicios, la sobre ideologización y la polarización que han vuelto a emerger como consecuencia de dos eventos recientes (los procesos legales derivados del conflicto armado y las consecuencias políticas de la lucha contra la corrupción) nos demuestra que estamos casi en el mismo punto de ebullición como lo estábamos décadas atrás. Por lo visto hemos hecho hincapié más en nuestras divisiones que en lo que nos une como sociedad.  Se siente y percibe cada vez más deseos de venganza y desquite, y no que se esté tratando de construir sobre las lecciones aprendidas. De continuar así, y siendo la historia lo cíclica que ha probado ser, pronto tendremos a los perseguidores perseguidos y la historia será la de nunca acabar. Me recuerda aquel dibujo donde dos pescadores discuten agriamente sobre en cuál de los dos lados de la canoa esta el agujero por donde entra el agua y quién de los dos es el responsable, mientras poco a poco e irreversiblemente la embarcación se hunde, deparándoles igual muerte por ahogo a ambos.

Somos una sociedad fracturada. Venimos del conflicto armado más prolongado del continente americano (con la excepción del caso de Colombia), lo que significa que el desgarre en el tejido social se ha profundizado por el paso de más de dos generaciones. Para salir de ese atolladero necesitamos hacer lo que otras sociedades, con iguales o peores dramas, han hecho para salir adelante. Uno de estos secretos es contar con personajes que tengan la grandeza de espíritu de un Konrad Adenauer, que encarnó en su estilo y gestión la forma de superar el trauma del nazismo en la Alemania de posguerra. O de un Adolfo Suárez, que proveniendo de las filas del Franquismo, supo dar un paso adelante para encontrar acuerdos nacionales en la España que salía de las heridas profundas de la guerra civil. Su falangismo anterior poco importó a izquierdas y derechas en ese momento; simplemente él pudo unir los fragmentos de una sociedad cansada de luchar. Con Mandela sucedió un tanto igual. Si los blancos sudafricanos se hubieran cerrado a dialogar con él alegando su pasado militante, o si Mandela simplemente hubiera utilizado su capacidad de convocatoria para cobrar la factura a generaciones de políticos Afrikanerers, todavía estarían destruyéndose y encerrándose unos a otros.

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Voy a tomar prestada la frase de un personaje histórico que, a diferencia de Mandela –que ha pasado a la galería de los hombres ilustres del siglo pasado-, éste otro ha acabado en las playeras o en los bumper stickers de la parafernalia comercial del marxismo tardío. Me refiero al Che Guevara, que pregonaba la necesidad de multiplicar por el mundo los vietnams, cosa que por cierto él intentó hacer en el Congo o en Bolivia con resultados desastrosos y con una cuota importante de sangre y dolor a sus espaldas. La frase yo la tomo y modifico para decir que lo que debemos procurar en nuestro país, si queremos realmente construir un futuro de bienestar juntos, es crear uno, dos, muchos Mandelas, que con su liderazgo moral, con su visión de construir el futuro aprendiendo del pasado y sin las piedras del prejuicio sobre sus espaldas, nos conduzcan a los grandes acuerdos nacionales. Viendo esos ejemplos de grandeza de espíritu y de liderazgo moral en otras sociedades, espero que en esto lo cíclico de la historia nos alcance a nosotros esta vez.

República es ajena a la opinión expresada en este artículo