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Política un modus vivendi

Jorge Alvarado
10 de mayo, 2018

Si el mal ejemplo del actual Ministro de Ambiente y Recursos Naturales, Alfonso Alonzo, no es una muestra de nepotismo, clientelismo, cooptación o tan solo una forma de corrupción más y desfalco del erario nacional, entonces podríamos decir que es tan solo una radiografía del político de hoy en Guatemala. Cuando se piensa en la institución pública parece ser que sirve para pagar una pensión alimenticia o una oficina de reclutamiento para toda la parentela y como una forma de obtener riqueza a costillas del patrimonio del Estado significa que algo malo está pasando.

Cuando el político o funcionario público cree que la institución que dirige es su propia empresa. Aquí, es cuando debemos empezar a hablar de una dirigencia oportunista que ve con signos de dólar su futuro patrimonio personal a costa del patrimonio público.

Cuando el político guatemalteco solo está pensando en cómo obtener beneficios, como es el caso de los 22 diputados que viajarán a Israel para la inauguración de la Embajada guatemalteca en Jerusalén. Eso es señal inequívoca de que tan mal estamos. Cuando la investidura de un funcionario no se maneja con códigos deontológicos sino únicamente bajo la tendencia de obtener algún tipo de bonificación, fruto, ganancia o utilidad personal da como resultado un sistema político estructuralmente y por conducta en un sistema político mediocre. Y es que en esta coyuntura no extrañe que Israel envíe un gran avión para trasladar a la comitiva más grande en la historia para el traslado de dicha sede diplomática. El problema no es el avión y tampoco Israel,sino la mentalidad mediocre del político de no atender los asuntos urgentes del país, pues como mera casualidad justamente el 15 de mayo termina el primer periodo ordinario de sesiones en el Congreso.

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La política como profesión en Guatemala ha adquirido un significado ambivalente, pues por una parte trata de orientarse todos los grandes problemas estructurales de un país al imaginario social sobre que el origen de ese problema radica en el antagonismo de una oposición muchas veces inventada. Me refiero a un antagonismo muchas veces inventado entre el dilema de los buenos y los malos, los ricos y los pobres reduciéndolo todo casi siempre a un problema de ideologías para generar la estrategia de la confrontación. Pero, por otra parte, están los políticos idealistas que mantienen la idea de proteger lo que está bien y funciona, así como construir lo que hace falta. Es tan simple como eso, la política es únicamente el medio para resolver un problema y no debería ser para generar otros males mayúsculos. La simpleza radica en gente pensante que logre interpretar que es un empleado de la ciudadanía y que no se manda solo.

Lo que es cierto, es que mientras los medios de comunicación fiscalizan la cosa pública, en donde ellos mismos también son vulnerables de caer la tentación de las mieles del poder, la política ha parido políticos de una estirpe única en su clase, es decir cínica, prepotente, autoritaria, soberbia, engreída, unos verdaderos atletas del engaño y la mentira. Los políticos nacionales expertos en el arte de la guerra, en teorías de la conspiración, la intriga, son verdaderos genios del deshonor y la deshonra.

En Guatemala, los políticos utilizan la estrategia del escándalo para crear debate en la opinión pública, un rechazo intencional y deliberado hacia la política, para generar el desencanto de la política. Es así, cuando todos los ciudadanos de bien que somos la mayoría damos por descartado participar en política o nos mostrarnos indiferentes ante todos los retos y desafíos que el país afronta en sus diversas temáticas. El problema es que mientras la gente indignada por las acciones de los políticos, mientras la mayoría de estos se dedican a enriquecerse de forma ilícita de una y mil formas, siendo juez y parte. Quiero decir que mientras se es funcionario público también se es contratista o proveedor del Estado.  Es así, como todo queda en familia. Mientras la gente rechaza la política, los políticos se enriquecen de ella y sacan provecho de ese sentimiento de ira generalizado que únicamente limita el derecho a elegir ya ser electos como manda nuestra Constitución. Quiero decir que la estrategia del escándalo es intencional.

En Guatemala lo que tenemos en su mayoría son políticos de pacotilla. Tenemos historias dignas de análisis como la del actual presidente de la Corte Suprema de Justicia, José Antonio Pineda Barales que ha aprovechado su posición para emplear al menos a dos de sus hijas, ¡vaya conflicto de interés! Mejor no hay que hacer cosas buenas que parezcan malas. O como el caso de aquellos diputados que siempre ocupan las primeras casillas de las diputaciones y que llevan entre dos y más legislaturas, no digamos los que llevan más de tres. El problema no es la reelección, el problema es la representatividad.

Cuando se ve al Estado como un modus vivendi de enriquecimiento ilícito es cuando se desvirtúa la esencia de la política. No es la política la mala sino esos políticos abusivos y de pacotilla que nos hacen creer que solamente son parte del sistema y se vuelven parte de ella. Para nada es cierto, tenemos que seguir creyendo en la posibilidad de una Guatemala mejor y más justa, en las motivaciones que tenemos para dejar un buen legado a nuestros hijos e incluso a nuestros nietos, porque cuando somos conscientes de las necesidades del país, lo mínimo resultaría esforzarse por ir alcanzando pequeñas metas.

Cuenta la leyenda que el político tiene tres tipos de necesidad, la sentida (sentimiento), la expresada (acciones) y la normativa (Legislada) que al interpretar esas necedades de la gente y trabajar por ellas se convierte en un político extraordinario. La diferencia entre un político ordinario y uno extraordinario está en el prefijo “extra”. Aquel que siempre da más de lo que le piden, siempre busca solucionar problemas, nunca se conforma y tiene ese plus para servir a su patria.

En suma, la gente honesta y proba necesita participar en la política, pero también aprovechar sus capacidades paraminimizar las pérdidas que ha dejado la clase política actual, pero que nos sirven de referencia para generar aprendizaje. Necesitamos empezar a escuchar cosas diferentes de los políticos, dejar de escuchar supuestos, comunicarnos mejor, administrar las expectativas para lograr propósitos, así como para desarrollar actitudes positivas. Así como ajustar los tiempos con las necesidades, para asegurar la factibilidad de los proyectos de nación, adecuar las circunstancias a nuestro favor, porque la mayoría de guatemaltecos somos buenos. Como dice el refrán: “No es lo que tienes, ¡es como lo usas a tu favor!

República es ajena a la opinión expresada en este artículo

Política un modus vivendi

Jorge Alvarado
10 de mayo, 2018

Si el mal ejemplo del actual Ministro de Ambiente y Recursos Naturales, Alfonso Alonzo, no es una muestra de nepotismo, clientelismo, cooptación o tan solo una forma de corrupción más y desfalco del erario nacional, entonces podríamos decir que es tan solo una radiografía del político de hoy en Guatemala. Cuando se piensa en la institución pública parece ser que sirve para pagar una pensión alimenticia o una oficina de reclutamiento para toda la parentela y como una forma de obtener riqueza a costillas del patrimonio del Estado significa que algo malo está pasando.

Cuando el político o funcionario público cree que la institución que dirige es su propia empresa. Aquí, es cuando debemos empezar a hablar de una dirigencia oportunista que ve con signos de dólar su futuro patrimonio personal a costa del patrimonio público.

Cuando el político guatemalteco solo está pensando en cómo obtener beneficios, como es el caso de los 22 diputados que viajarán a Israel para la inauguración de la Embajada guatemalteca en Jerusalén. Eso es señal inequívoca de que tan mal estamos. Cuando la investidura de un funcionario no se maneja con códigos deontológicos sino únicamente bajo la tendencia de obtener algún tipo de bonificación, fruto, ganancia o utilidad personal da como resultado un sistema político estructuralmente y por conducta en un sistema político mediocre. Y es que en esta coyuntura no extrañe que Israel envíe un gran avión para trasladar a la comitiva más grande en la historia para el traslado de dicha sede diplomática. El problema no es el avión y tampoco Israel,sino la mentalidad mediocre del político de no atender los asuntos urgentes del país, pues como mera casualidad justamente el 15 de mayo termina el primer periodo ordinario de sesiones en el Congreso.

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La política como profesión en Guatemala ha adquirido un significado ambivalente, pues por una parte trata de orientarse todos los grandes problemas estructurales de un país al imaginario social sobre que el origen de ese problema radica en el antagonismo de una oposición muchas veces inventada. Me refiero a un antagonismo muchas veces inventado entre el dilema de los buenos y los malos, los ricos y los pobres reduciéndolo todo casi siempre a un problema de ideologías para generar la estrategia de la confrontación. Pero, por otra parte, están los políticos idealistas que mantienen la idea de proteger lo que está bien y funciona, así como construir lo que hace falta. Es tan simple como eso, la política es únicamente el medio para resolver un problema y no debería ser para generar otros males mayúsculos. La simpleza radica en gente pensante que logre interpretar que es un empleado de la ciudadanía y que no se manda solo.

Lo que es cierto, es que mientras los medios de comunicación fiscalizan la cosa pública, en donde ellos mismos también son vulnerables de caer la tentación de las mieles del poder, la política ha parido políticos de una estirpe única en su clase, es decir cínica, prepotente, autoritaria, soberbia, engreída, unos verdaderos atletas del engaño y la mentira. Los políticos nacionales expertos en el arte de la guerra, en teorías de la conspiración, la intriga, son verdaderos genios del deshonor y la deshonra.

En Guatemala, los políticos utilizan la estrategia del escándalo para crear debate en la opinión pública, un rechazo intencional y deliberado hacia la política, para generar el desencanto de la política. Es así, cuando todos los ciudadanos de bien que somos la mayoría damos por descartado participar en política o nos mostrarnos indiferentes ante todos los retos y desafíos que el país afronta en sus diversas temáticas. El problema es que mientras la gente indignada por las acciones de los políticos, mientras la mayoría de estos se dedican a enriquecerse de forma ilícita de una y mil formas, siendo juez y parte. Quiero decir que mientras se es funcionario público también se es contratista o proveedor del Estado.  Es así, como todo queda en familia. Mientras la gente rechaza la política, los políticos se enriquecen de ella y sacan provecho de ese sentimiento de ira generalizado que únicamente limita el derecho a elegir ya ser electos como manda nuestra Constitución. Quiero decir que la estrategia del escándalo es intencional.

En Guatemala lo que tenemos en su mayoría son políticos de pacotilla. Tenemos historias dignas de análisis como la del actual presidente de la Corte Suprema de Justicia, José Antonio Pineda Barales que ha aprovechado su posición para emplear al menos a dos de sus hijas, ¡vaya conflicto de interés! Mejor no hay que hacer cosas buenas que parezcan malas. O como el caso de aquellos diputados que siempre ocupan las primeras casillas de las diputaciones y que llevan entre dos y más legislaturas, no digamos los que llevan más de tres. El problema no es la reelección, el problema es la representatividad.

Cuando se ve al Estado como un modus vivendi de enriquecimiento ilícito es cuando se desvirtúa la esencia de la política. No es la política la mala sino esos políticos abusivos y de pacotilla que nos hacen creer que solamente son parte del sistema y se vuelven parte de ella. Para nada es cierto, tenemos que seguir creyendo en la posibilidad de una Guatemala mejor y más justa, en las motivaciones que tenemos para dejar un buen legado a nuestros hijos e incluso a nuestros nietos, porque cuando somos conscientes de las necesidades del país, lo mínimo resultaría esforzarse por ir alcanzando pequeñas metas.

Cuenta la leyenda que el político tiene tres tipos de necesidad, la sentida (sentimiento), la expresada (acciones) y la normativa (Legislada) que al interpretar esas necedades de la gente y trabajar por ellas se convierte en un político extraordinario. La diferencia entre un político ordinario y uno extraordinario está en el prefijo “extra”. Aquel que siempre da más de lo que le piden, siempre busca solucionar problemas, nunca se conforma y tiene ese plus para servir a su patria.

En suma, la gente honesta y proba necesita participar en la política, pero también aprovechar sus capacidades paraminimizar las pérdidas que ha dejado la clase política actual, pero que nos sirven de referencia para generar aprendizaje. Necesitamos empezar a escuchar cosas diferentes de los políticos, dejar de escuchar supuestos, comunicarnos mejor, administrar las expectativas para lograr propósitos, así como para desarrollar actitudes positivas. Así como ajustar los tiempos con las necesidades, para asegurar la factibilidad de los proyectos de nación, adecuar las circunstancias a nuestro favor, porque la mayoría de guatemaltecos somos buenos. Como dice el refrán: “No es lo que tienes, ¡es como lo usas a tu favor!

República es ajena a la opinión expresada en este artículo