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El drama de las madres que perdieron a sus hijos por la represión orteguista

Luis Gonzalez
20 de mayo, 2018

Más de 60 madres perdieron a sus hijos en abril. Todos fueron asesinados a balazos en las protestas en contra del Gobierno. A un mes de eso, sus muertes están impunes y este 30 de mayo esas madres dicen no tener nada que celebrar

Tomado de La Prensa, Nicaragua

Maritza Ruedas, de 60 años, tiene el corazón destrozado. Camina por su casa buscando al hijo que nunca volverá a ver. Se queda en silencio. Ve de un lado a otro y estalla en llanto. En la noche su martirio empeora. Entra a su cuarto. Ve la cama en la que dormía. Y llora otra vez. No quiere hacer nada. No puede explicar lo que siente. Está destrozada.

Ruedas es la abuela materna de Jesner Rivas, el adolescente de 16 años que murió de un balazo en el pecho en uno de los enfrentamientos ocurridos el 22 de abril, entre civiles y policías, cerca del Pali del barrio La Fuente. Él era su hijo de crianza.

Maritza Ruedas, de 60 años, exige que se investigue la muerte de su hijo Jesner Rivas, de 16 años. 

Una semana antes que lo asesinaran Jesner la abrazó por la cintura y le tarareó una frase de la canción que desde niño ella le cantaba: “Ay cosita linda preciosa, dime cómo te quiero”, dice Ruedas con la voz quebrada. Llora otra vez.

No es la única madre que llora al hablar de su hijo asesinado. Hay más de 60 madres, que perdieron a sus hijos, entre el 19 de abril y el 20 de mayo, en las manifestaciones contra el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que inicialmente provocaron las reformas al Seguro Social. Ellas ahora se han unido para exigir justicia.

Este es el retrato de luto y dolor de cuatro de esas madres que acusan directamente a la Policía Nacional y a Daniel Ortega por la muerte de sus hijos y que este 30 de mayo, Día de las Madres nicaragüenses, no tendrán nada que celebrar.


La muerte de Raúl

Juana García, de 38 años, llora la muerte de su hijo Harlington Raúl López, de 18 años, quien murió por dos disparos durante las protestas de abril.

Acerca de la muerte, Juana García, de 38 años, ya había hablado varias veces con su hijo Harlington Raúl López, de 18 años, más conocido por su segundo nombre. Él le decía que se iba a morir antes que ella y como si fuera una profecía así se cumplió. Hace un mes, exactamente el viernes 20 de abril, el corazón de su hijo dejó de latir en una sala del Hospital Militar después de recibir dos disparos, uno en el pie y otra bala letal en el pecho, en las protestas contra las reformas al Seguro Social.

El día que murió, Raúl había regresado de su trabajo y como a eso de las tres de la tarde fue junto a uno de sus hermanos a ver las protestas que se habían formado en el sector de Plaza España. Hizo una transmisión en vivo por Facebook y después continuó en las protestas hasta el lado de la Universidad de Ingeniería (UNI). Cuando ya iban de regreso a su casa ubicada en el barrio 380, la Policía Nacional comenzó a disparar y Raúl fue uno de los heridos.

Según lo describen sus familiares Raúl era temeroso. Solo había terminado la primaria y desde hace un año se había mudado donde unos tíos en Managua. Él era de Siuna, Región Autónoma de la Costa Caribe Norte. Casi no salía. Su rutina era ir de la casa al trabajo y viceversa, pero ese día después de regresar a su casa vio que habían protestas y le dijo a su tía: “Está bonito allí. Hay que ir apoyar a los muchachos”.

Juana García, su mamá, quien desde hace un par de meses se había mudado a Managua, vio en la televisión el video de un muchacho que lo llevaban entre cuatro personas herido de bala. Se acercó al televisor en un esfuerzo por reconocer al joven herido, y en eso sonó su celular. La llamaban para decirle que su hijo estaba herido, pero ya no pudo verlo con vida.

“Es un golpe duro para mí. Es un dolor que no tiene comparación”, dice mientras guarda silencio y después suelta un par de lágrimas.

Desde ese día su vida se ha vuelto gris. No hay un solo segundo en el que no piense en su hijo. La mayor parte del tiempo está convencida que el que falleció es otro. Lo oye hablar. Ve su sombra y lo espera al regresar de trabajar.

“Me parece que él va a entrar. Me parece que él va a hablarme. Me parece que por momentos yo lo miro atrás de mí. Me parece que me van a decir ‘ya viene Raúl’. Cuando a veces entra mi otro hijo de repente me parece que fuera Raúl, pero después me digo no, no es él”, dice Juana García.

El año pasado para esta fecha la vida de ellos era completamente diferente. Vivían en Siuna y recuerda que el Día de las Madres Raúl llegó después de trabajar sonriente para felicitarla. Se disculpó por no haber podido comprarle un regalo y le dio 200 córdobas. Ella, alegre por el gesto de su hijo, le dijo que no era necesario, pero él insistió y tuvo que agarrarle el dinero. Al día siguiente le arregló la maleta para que se fuera hacia Managua. Ella se quedó llorando al ver partir a su hijo.

Raúl era el más pequeño de los cuatro hijos de Juana. Y él más consentido. Era muy unido a su mamá. Siempre la estaba abrazando y besando en la mejilla. A veces le decía a su hermano mayor “ella me quiere más a mí que a vos”. Por eso, la muerte de él apagó parte de su vida. Tanto así que fue hasta hace una semana que aceptó que su hijo en realidad falleció aquel 20 de abril.

Juana es una de las madres que se ha unido al movimiento Madres de Abril, dirigido por miembros de la sociedad civil e integrado por varias de las mujeres que perdieron a su hijo en las manifestaciones y que ahora exigen justicia.


El drama de las madres que perdieron a sus hijos por la represión orteguista

Luis Gonzalez
20 de mayo, 2018

Más de 60 madres perdieron a sus hijos en abril. Todos fueron asesinados a balazos en las protestas en contra del Gobierno. A un mes de eso, sus muertes están impunes y este 30 de mayo esas madres dicen no tener nada que celebrar

Tomado de La Prensa, Nicaragua

Maritza Ruedas, de 60 años, tiene el corazón destrozado. Camina por su casa buscando al hijo que nunca volverá a ver. Se queda en silencio. Ve de un lado a otro y estalla en llanto. En la noche su martirio empeora. Entra a su cuarto. Ve la cama en la que dormía. Y llora otra vez. No quiere hacer nada. No puede explicar lo que siente. Está destrozada.

Ruedas es la abuela materna de Jesner Rivas, el adolescente de 16 años que murió de un balazo en el pecho en uno de los enfrentamientos ocurridos el 22 de abril, entre civiles y policías, cerca del Pali del barrio La Fuente. Él era su hijo de crianza.

Maritza Ruedas, de 60 años, exige que se investigue la muerte de su hijo Jesner Rivas, de 16 años. 

Una semana antes que lo asesinaran Jesner la abrazó por la cintura y le tarareó una frase de la canción que desde niño ella le cantaba: “Ay cosita linda preciosa, dime cómo te quiero”, dice Ruedas con la voz quebrada. Llora otra vez.

No es la única madre que llora al hablar de su hijo asesinado. Hay más de 60 madres, que perdieron a sus hijos, entre el 19 de abril y el 20 de mayo, en las manifestaciones contra el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que inicialmente provocaron las reformas al Seguro Social. Ellas ahora se han unido para exigir justicia.

Este es el retrato de luto y dolor de cuatro de esas madres que acusan directamente a la Policía Nacional y a Daniel Ortega por la muerte de sus hijos y que este 30 de mayo, Día de las Madres nicaragüenses, no tendrán nada que celebrar.


La muerte de Raúl

Juana García, de 38 años, llora la muerte de su hijo Harlington Raúl López, de 18 años, quien murió por dos disparos durante las protestas de abril.

Acerca de la muerte, Juana García, de 38 años, ya había hablado varias veces con su hijo Harlington Raúl López, de 18 años, más conocido por su segundo nombre. Él le decía que se iba a morir antes que ella y como si fuera una profecía así se cumplió. Hace un mes, exactamente el viernes 20 de abril, el corazón de su hijo dejó de latir en una sala del Hospital Militar después de recibir dos disparos, uno en el pie y otra bala letal en el pecho, en las protestas contra las reformas al Seguro Social.

El día que murió, Raúl había regresado de su trabajo y como a eso de las tres de la tarde fue junto a uno de sus hermanos a ver las protestas que se habían formado en el sector de Plaza España. Hizo una transmisión en vivo por Facebook y después continuó en las protestas hasta el lado de la Universidad de Ingeniería (UNI). Cuando ya iban de regreso a su casa ubicada en el barrio 380, la Policía Nacional comenzó a disparar y Raúl fue uno de los heridos.

Según lo describen sus familiares Raúl era temeroso. Solo había terminado la primaria y desde hace un año se había mudado donde unos tíos en Managua. Él era de Siuna, Región Autónoma de la Costa Caribe Norte. Casi no salía. Su rutina era ir de la casa al trabajo y viceversa, pero ese día después de regresar a su casa vio que habían protestas y le dijo a su tía: “Está bonito allí. Hay que ir apoyar a los muchachos”.

Juana García, su mamá, quien desde hace un par de meses se había mudado a Managua, vio en la televisión el video de un muchacho que lo llevaban entre cuatro personas herido de bala. Se acercó al televisor en un esfuerzo por reconocer al joven herido, y en eso sonó su celular. La llamaban para decirle que su hijo estaba herido, pero ya no pudo verlo con vida.

“Es un golpe duro para mí. Es un dolor que no tiene comparación”, dice mientras guarda silencio y después suelta un par de lágrimas.

Desde ese día su vida se ha vuelto gris. No hay un solo segundo en el que no piense en su hijo. La mayor parte del tiempo está convencida que el que falleció es otro. Lo oye hablar. Ve su sombra y lo espera al regresar de trabajar.

“Me parece que él va a entrar. Me parece que él va a hablarme. Me parece que por momentos yo lo miro atrás de mí. Me parece que me van a decir ‘ya viene Raúl’. Cuando a veces entra mi otro hijo de repente me parece que fuera Raúl, pero después me digo no, no es él”, dice Juana García.

El año pasado para esta fecha la vida de ellos era completamente diferente. Vivían en Siuna y recuerda que el Día de las Madres Raúl llegó después de trabajar sonriente para felicitarla. Se disculpó por no haber podido comprarle un regalo y le dio 200 córdobas. Ella, alegre por el gesto de su hijo, le dijo que no era necesario, pero él insistió y tuvo que agarrarle el dinero. Al día siguiente le arregló la maleta para que se fuera hacia Managua. Ella se quedó llorando al ver partir a su hijo.

Raúl era el más pequeño de los cuatro hijos de Juana. Y él más consentido. Era muy unido a su mamá. Siempre la estaba abrazando y besando en la mejilla. A veces le decía a su hermano mayor “ella me quiere más a mí que a vos”. Por eso, la muerte de él apagó parte de su vida. Tanto así que fue hasta hace una semana que aceptó que su hijo en realidad falleció aquel 20 de abril.

Juana es una de las madres que se ha unido al movimiento Madres de Abril, dirigido por miembros de la sociedad civil e integrado por varias de las mujeres que perdieron a su hijo en las manifestaciones y que ahora exigen justicia.