Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Recta final hacia las elecciones, y lo que debe cambiar

El referente político a nivel regional es, sin duda, Nayib Bukele, el ampliamente popular presidente de El Salvador.  A él le ha funcionado muy bien la receta de tarimas y redes sociales, pero porque ha cumplido lo que promete. 

Ilustración: Gabriel López
Alejandro Palmieri
20 de junio, 2023

A las puertas de una elección general, la sensación generalizada es que todavía no se cuenta con suficientes elementos para decidir el voto.  A nivel nacional, la exposición de los candidatos no ha sido como en ocasiones anteriores debido, en buena medida, a que las reformas del 2016 a la Ley Electoral restringieron las posibilidades de financiamiento -de dinero limpio- así como el tiempo de campaña.  En teoría esto es cierto, pero la realidad dice algo distinto.  

A nivel local, en las elecciones municipales, sobre todo, los votantes han podido ver derroche de recursos.  Las viejas prácticas no cambiaron.

Lo que no hay a nivel nacional son vallas o espectaculares como en anteriores elecciones.  A falta de ello, los candidatos han recurrido a las redes sociales para darse a conocer.  Los partidos tienen páginas en donde sus programas son esbozados nada más; sin profundidad.  Tal vez no es necesario, porque el electorado no suele leer largos documentos que podrían proveer elementos para definir el voto.  Si a ello se agrega que, de acuerdo con mediciones, buena parte de los votantes define su voto el mismo día de la elección, lo que los candidatos buscan entonces es posicionarse en el top of mind más que convencer de sus propuestas.  El voto por sobresaturación.  

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Lo anterior fue más que evidente con la enorme popularidad que adquirió en tiempo récord el excandidato Carlos Pineda; sus videos se volvieron virales no precisamente por su contenido político, sino de entretenimiento.  Otra consecuencia de las reformas ya aludidas que prohíben que los candidatos, antes de ser proclamados y en época -reducida- de campaña, puedan pronunciarse sobre los problemas que aquejan a la población.  

Debe sumarse a ello la falta de debates serios.  Los hubo, pocos, pero más en formato de foro.  No hubo discusión de ideas; el contraste de propuestas es algo que se deja al votante.  Los candidatos escogen el cómo y dónde exponerse a su beneficio y no al de la ciudadanía, como tampoco en beneficio de la democracia.  Podría tratarse de campañas publicitarias de un producto comercial y no una campaña política.  Ninguna diferencia.

Entonces tuvimos una campaña que, a nivel nacional, se percibe distante.  Mítines concurridos, sí, pero de nuevo, eso corresponde a la organización local de los partidos a quienes se les encarga para que “cuando llegue el candidato” ya esté listo todo.  Cual rockstars

Se le atribuye al ex Speaker of the House Tip O’Neal la frase: “all politics is local” y probablemente en esta elección ese fue -inconscientemente- el mantra que condujo esa práctica.  Todo bien, hasta que la política a nivel local, cada vez más, es infiltrada por el crimen organizado y puntualmente, el narcotráfico.  Porque entonces la exposición de los candidatos al electorado queda en gran medida, a manos de aquellos.  

No toda la culpa la tiene aquella reforma legal del 2016.  El hastió por virtud de la falta de satisfactores que tiene el electorado -los ciudadanos- con los políticos hace que estos se expongan siempre en ambientes controlados: la tarima o el Tik Tok, en donde no hay diálogo alguno, sino se trata de monólogos, de puestas en escena.  Mal precedente, pues cuando llegan al poder, los antes candidatos y ahora funcionarios no tienen aliciente alguno para cambiar la dinámica; los presidentes y diputados se perciben distantes de su electorado, ajenos, lo que añade al hastío con la clase política.

El referente político a nivel regional es, sin duda, Nayib Bukele, el ampliamente popular presidente de El Salvador.  A él le ha funcionado muy bien la receta de tarimas y redes sociales, pero porque ha cumplido lo que promete.  Se puede discutir si sus medidas son las correctas o las mejores, pero las cumple y eso hace que el electorado confíe en él, al punto de que a las puertas del fin de su período -el único al que debería poder acceder, según la constitución salvadoreña- se perfila como el absoluto favorito.  

Todo lo anterior da cuenta de que el populismo sigue presente en la política latinoamericana, pero ha mutado.  Atrás quedaron aquellos “baños de masas” en donde los líderes convocaban a sus seguidores y, sin necesidad de acarreo, colmaban las plazas. Ahora lo que se colman son los “lives” de las redes sociales, habida cuenta, lamentablemente, de los bots y las cuentas falsas.  

Ataques entre candidatos siempre ha habido, pero el uso de las redes sociales permite que se viralicen; de nuevo, la herramienta no es la mala, sino cómo se usa.  Y vaya si los candidatos la han usado para atacar en esta elección.  El ataque, usualmente personal, en lugar de señalar las propuestas del adversario, ya ni hablar del debate de ideas.

Decisiones electoral-administrativas y judiciales que dejaron fuera a candidatos con base en algunos cuestionables criterios.  Y no que todos hayan sido espurios, pero la sensación es que sí.  Pérdida de confianza en las instituciones, es la consecuencia. 

Finalmente, caemos a la instrumentalización de las encuestas, algunas con cariz de formalidad y otras abiertamente absurdas, al punto que en redes sociales solo se comparte una gráfica que no tiene sustento alguno.  De nuevo, en detrimento de la confianza del electorado en el proceso democrático.

¿Todo mal?  Tampoco.  Dentro de todo, no se ha trastocado -todavía- el sistema de votación y el conteo de dichos votos.  Sigue siendo manual y realizado por ciudadanos.  Esa es garantía suficiente.

Hay ejemplos recientes de cómo la ciudadanía logra articularse para bloquear medidas legislativas negativas, como sucedió en 2017 con pretendidas modificaciones al Código Penal, o con las manifestaciones en contra de la aprobación del presupuesto para el 2021.  Lo que toca aprender es cómo usar esa misma organización para conseguir la aprobación de leyes y medidas urgentes como la ya apuntada Ley Electoral, reforma judicial y, quien sabe, alguna otra ley como la de competencia.  No estaría mal, tampoco, la derogación de algunos impuestos como el ISO o el IVA a algunos productos de primera necesidad. 

Cómo quede conformado el congreso luego de la elección del domingo 25 dará algunas pistas de si esas reformas se ven como posibles, o si la excesiva fragmentación del legislativo hará imposible alcanzar consensos como esos y solo se aprobarán medidas coyunturales o, peor aún, con fines clientelares o buscando lucro indebido.  

Esta elección puede ser una gran oportunidad de enderezar el rumbo, o definitivamente llevar al país al despeñadero.  Si ese es el caso, el fondo no se tocará durante el gobierno siguiente, sino en la elección siguiente.  Para entonces, será demasiado tarde.

Recta final hacia las elecciones, y lo que debe cambiar

El referente político a nivel regional es, sin duda, Nayib Bukele, el ampliamente popular presidente de El Salvador.  A él le ha funcionado muy bien la receta de tarimas y redes sociales, pero porque ha cumplido lo que promete. 

Ilustración: Gabriel López
Alejandro Palmieri
20 de junio, 2023

A las puertas de una elección general, la sensación generalizada es que todavía no se cuenta con suficientes elementos para decidir el voto.  A nivel nacional, la exposición de los candidatos no ha sido como en ocasiones anteriores debido, en buena medida, a que las reformas del 2016 a la Ley Electoral restringieron las posibilidades de financiamiento -de dinero limpio- así como el tiempo de campaña.  En teoría esto es cierto, pero la realidad dice algo distinto.  

A nivel local, en las elecciones municipales, sobre todo, los votantes han podido ver derroche de recursos.  Las viejas prácticas no cambiaron.

Lo que no hay a nivel nacional son vallas o espectaculares como en anteriores elecciones.  A falta de ello, los candidatos han recurrido a las redes sociales para darse a conocer.  Los partidos tienen páginas en donde sus programas son esbozados nada más; sin profundidad.  Tal vez no es necesario, porque el electorado no suele leer largos documentos que podrían proveer elementos para definir el voto.  Si a ello se agrega que, de acuerdo con mediciones, buena parte de los votantes define su voto el mismo día de la elección, lo que los candidatos buscan entonces es posicionarse en el top of mind más que convencer de sus propuestas.  El voto por sobresaturación.  

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Lo anterior fue más que evidente con la enorme popularidad que adquirió en tiempo récord el excandidato Carlos Pineda; sus videos se volvieron virales no precisamente por su contenido político, sino de entretenimiento.  Otra consecuencia de las reformas ya aludidas que prohíben que los candidatos, antes de ser proclamados y en época -reducida- de campaña, puedan pronunciarse sobre los problemas que aquejan a la población.  

Debe sumarse a ello la falta de debates serios.  Los hubo, pocos, pero más en formato de foro.  No hubo discusión de ideas; el contraste de propuestas es algo que se deja al votante.  Los candidatos escogen el cómo y dónde exponerse a su beneficio y no al de la ciudadanía, como tampoco en beneficio de la democracia.  Podría tratarse de campañas publicitarias de un producto comercial y no una campaña política.  Ninguna diferencia.

Entonces tuvimos una campaña que, a nivel nacional, se percibe distante.  Mítines concurridos, sí, pero de nuevo, eso corresponde a la organización local de los partidos a quienes se les encarga para que “cuando llegue el candidato” ya esté listo todo.  Cual rockstars

Se le atribuye al ex Speaker of the House Tip O’Neal la frase: “all politics is local” y probablemente en esta elección ese fue -inconscientemente- el mantra que condujo esa práctica.  Todo bien, hasta que la política a nivel local, cada vez más, es infiltrada por el crimen organizado y puntualmente, el narcotráfico.  Porque entonces la exposición de los candidatos al electorado queda en gran medida, a manos de aquellos.  

No toda la culpa la tiene aquella reforma legal del 2016.  El hastió por virtud de la falta de satisfactores que tiene el electorado -los ciudadanos- con los políticos hace que estos se expongan siempre en ambientes controlados: la tarima o el Tik Tok, en donde no hay diálogo alguno, sino se trata de monólogos, de puestas en escena.  Mal precedente, pues cuando llegan al poder, los antes candidatos y ahora funcionarios no tienen aliciente alguno para cambiar la dinámica; los presidentes y diputados se perciben distantes de su electorado, ajenos, lo que añade al hastío con la clase política.

El referente político a nivel regional es, sin duda, Nayib Bukele, el ampliamente popular presidente de El Salvador.  A él le ha funcionado muy bien la receta de tarimas y redes sociales, pero porque ha cumplido lo que promete.  Se puede discutir si sus medidas son las correctas o las mejores, pero las cumple y eso hace que el electorado confíe en él, al punto de que a las puertas del fin de su período -el único al que debería poder acceder, según la constitución salvadoreña- se perfila como el absoluto favorito.  

Todo lo anterior da cuenta de que el populismo sigue presente en la política latinoamericana, pero ha mutado.  Atrás quedaron aquellos “baños de masas” en donde los líderes convocaban a sus seguidores y, sin necesidad de acarreo, colmaban las plazas. Ahora lo que se colman son los “lives” de las redes sociales, habida cuenta, lamentablemente, de los bots y las cuentas falsas.  

Ataques entre candidatos siempre ha habido, pero el uso de las redes sociales permite que se viralicen; de nuevo, la herramienta no es la mala, sino cómo se usa.  Y vaya si los candidatos la han usado para atacar en esta elección.  El ataque, usualmente personal, en lugar de señalar las propuestas del adversario, ya ni hablar del debate de ideas.

Decisiones electoral-administrativas y judiciales que dejaron fuera a candidatos con base en algunos cuestionables criterios.  Y no que todos hayan sido espurios, pero la sensación es que sí.  Pérdida de confianza en las instituciones, es la consecuencia. 

Finalmente, caemos a la instrumentalización de las encuestas, algunas con cariz de formalidad y otras abiertamente absurdas, al punto que en redes sociales solo se comparte una gráfica que no tiene sustento alguno.  De nuevo, en detrimento de la confianza del electorado en el proceso democrático.

¿Todo mal?  Tampoco.  Dentro de todo, no se ha trastocado -todavía- el sistema de votación y el conteo de dichos votos.  Sigue siendo manual y realizado por ciudadanos.  Esa es garantía suficiente.

Hay ejemplos recientes de cómo la ciudadanía logra articularse para bloquear medidas legislativas negativas, como sucedió en 2017 con pretendidas modificaciones al Código Penal, o con las manifestaciones en contra de la aprobación del presupuesto para el 2021.  Lo que toca aprender es cómo usar esa misma organización para conseguir la aprobación de leyes y medidas urgentes como la ya apuntada Ley Electoral, reforma judicial y, quien sabe, alguna otra ley como la de competencia.  No estaría mal, tampoco, la derogación de algunos impuestos como el ISO o el IVA a algunos productos de primera necesidad. 

Cómo quede conformado el congreso luego de la elección del domingo 25 dará algunas pistas de si esas reformas se ven como posibles, o si la excesiva fragmentación del legislativo hará imposible alcanzar consensos como esos y solo se aprobarán medidas coyunturales o, peor aún, con fines clientelares o buscando lucro indebido.  

Esta elección puede ser una gran oportunidad de enderezar el rumbo, o definitivamente llevar al país al despeñadero.  Si ese es el caso, el fondo no se tocará durante el gobierno siguiente, sino en la elección siguiente.  Para entonces, será demasiado tarde.