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El verdadero líder en el proceso educativo

Redacción República
20 de octubre, 2014

El eje del proceso educativo es el
docente; el docente planifica, establece las rutas del aprendizaje, conoce a
sus alumnos, sus bondades y sus retos, y basado en ellos, se asegura que esa ruta que eligió es la mejor
para afianzar la aprehensión del aprendizaje.


La labor de cada docente forma parte de la
visión de la institución educativa, indistintamente si es pública, privada o
por cooperativo, siendo éstas las modalidades del sistema educativo guatemalteco. Esa visión, y su desarrollo
metodológico, curricular, de valores, comunitario es responsabilidad del
director de la misma, figura de autoridad, idealmente flexible y estricto, aunque
pudieran parecer contradictorios los términos. Un currículo exija su cumplimiento,
y las necesidades de los participantes son particulares, se ha allí la
flexibilidad en su implementación. Las cualidades profesionales establecidas en
el Decreto Legislativo 1485 especifica que el Director debe ser un profesional
que cuenta con títulos académicos, aunque fuesen cantidades de cursos
aprobados, y experiencia en el campo. Lo que no se especifica es la capacidad
en liderazgo.


Un docente de vocación no necesita de
materiales didácticos. Son un inmenso apoyo, pueden enriquecer el proceso del
aprendizaje, pero lo imprescindible es la vocación del docente, su creatividad
e innovación, talento que asegura ese
aprendizaje por la interacción con el alumno.

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Esta viva vocación la debe apoyar el
director, con incuestionable liderazgo. Si
se investiga qué es el liderazgo, esa cualidad que une a un equipo de trabajo, esa
cualidad que inspira, esa cualidad que insta seguir aún en momentos de fuerte
retos, se encuentra una infinita cantidad de descripciones y nomenclaturas;
autocrático, burocrático, carismático, participativo, Laissez faire, orientado
a las personas, natural, orientado a la tarea, transaccional y
transformacional. Habría que formar una buena combinación de las bondades de
cada estilo para cumplir con las exigencias de la labor educativa.


La figura multidimensional del director debe
responder a las necesidades del siglo veintiuno. Si se ha comentando sobre las
destrezas que deben adquirir los alumnos para poder participar en el mundo del
futuro, el ejercicio de un pensamiento critico, poder trabajar
colaborativamente, fuera de las estructuras rígidas, con creatividad e
innovación, consciente de su impacto global, sin olvidar la necesidad de una
curiosidad intelectual continua, promovida por la constante investigación y desarrollo,
si estas mismas cualidades tienen que
ser aprehendidas por los estudiantes, los docentes y el director tienen que
vivirlos, pues como dice el dicho, se predica con el ejemplo.


“Hoy no sólo se valora el saber qué, sino
que el saber cómo, por qué y para qué y el quid de la de la enseñanza y el
aprendizaje no es transmitir lo que uno sabe, sino posibilitar que el otro
aprenda.”Ruiz. 2013. Y si esta labor la cumple
el docente, el director con más identificación, como a continuación el maestro
Ruiz comenta, siempre en el ambiente del docente, es un aprendizaje situado,
que preserva y transmite el pasado para contribuir a construir el presente y el
futuro.


Esta construcción se desarrolla en
distintos niveles, iniciando con la persona, luego los pares y como conclusión
lógica la comunidad y en el ambiente escolar, la Comunidad Educativa.


El director debe inspirar a sus
colaboradores en forma permanente; provocar una continua innovación individual
que reflejará en la gestión escolar, dentro de la estructura curricular y sobre
todo, en la forma de compartir el conocimiento, reconociendo la complejidad del
la transmisión y la absorción.


Si se comenta sobre la dignificación del
docente, y el reconocimiento de su rol indiscutible en el proceso educativo, es
más que necesario reconocerle al director su esencial participación en el proceso, no por ser el autoritario, por
ser el tranformacional, verdadero líder que inspira, apoya, e insta a los
docentes a entregarse a su vocación.




El verdadero líder en el proceso educativo

Redacción República
20 de octubre, 2014

El eje del proceso educativo es el
docente; el docente planifica, establece las rutas del aprendizaje, conoce a
sus alumnos, sus bondades y sus retos, y basado en ellos, se asegura que esa ruta que eligió es la mejor
para afianzar la aprehensión del aprendizaje.


La labor de cada docente forma parte de la
visión de la institución educativa, indistintamente si es pública, privada o
por cooperativo, siendo éstas las modalidades del sistema educativo guatemalteco. Esa visión, y su desarrollo
metodológico, curricular, de valores, comunitario es responsabilidad del
director de la misma, figura de autoridad, idealmente flexible y estricto, aunque
pudieran parecer contradictorios los términos. Un currículo exija su cumplimiento,
y las necesidades de los participantes son particulares, se ha allí la
flexibilidad en su implementación. Las cualidades profesionales establecidas en
el Decreto Legislativo 1485 especifica que el Director debe ser un profesional
que cuenta con títulos académicos, aunque fuesen cantidades de cursos
aprobados, y experiencia en el campo. Lo que no se especifica es la capacidad
en liderazgo.


Un docente de vocación no necesita de
materiales didácticos. Son un inmenso apoyo, pueden enriquecer el proceso del
aprendizaje, pero lo imprescindible es la vocación del docente, su creatividad
e innovación, talento que asegura ese
aprendizaje por la interacción con el alumno.

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Esta viva vocación la debe apoyar el
director, con incuestionable liderazgo. Si
se investiga qué es el liderazgo, esa cualidad que une a un equipo de trabajo, esa
cualidad que inspira, esa cualidad que insta seguir aún en momentos de fuerte
retos, se encuentra una infinita cantidad de descripciones y nomenclaturas;
autocrático, burocrático, carismático, participativo, Laissez faire, orientado
a las personas, natural, orientado a la tarea, transaccional y
transformacional. Habría que formar una buena combinación de las bondades de
cada estilo para cumplir con las exigencias de la labor educativa.


La figura multidimensional del director debe
responder a las necesidades del siglo veintiuno. Si se ha comentando sobre las
destrezas que deben adquirir los alumnos para poder participar en el mundo del
futuro, el ejercicio de un pensamiento critico, poder trabajar
colaborativamente, fuera de las estructuras rígidas, con creatividad e
innovación, consciente de su impacto global, sin olvidar la necesidad de una
curiosidad intelectual continua, promovida por la constante investigación y desarrollo,
si estas mismas cualidades tienen que
ser aprehendidas por los estudiantes, los docentes y el director tienen que
vivirlos, pues como dice el dicho, se predica con el ejemplo.


“Hoy no sólo se valora el saber qué, sino
que el saber cómo, por qué y para qué y el quid de la de la enseñanza y el
aprendizaje no es transmitir lo que uno sabe, sino posibilitar que el otro
aprenda.”Ruiz. 2013. Y si esta labor la cumple
el docente, el director con más identificación, como a continuación el maestro
Ruiz comenta, siempre en el ambiente del docente, es un aprendizaje situado,
que preserva y transmite el pasado para contribuir a construir el presente y el
futuro.


Esta construcción se desarrolla en
distintos niveles, iniciando con la persona, luego los pares y como conclusión
lógica la comunidad y en el ambiente escolar, la Comunidad Educativa.


El director debe inspirar a sus
colaboradores en forma permanente; provocar una continua innovación individual
que reflejará en la gestión escolar, dentro de la estructura curricular y sobre
todo, en la forma de compartir el conocimiento, reconociendo la complejidad del
la transmisión y la absorción.


Si se comenta sobre la dignificación del
docente, y el reconocimiento de su rol indiscutible en el proceso educativo, es
más que necesario reconocerle al director su esencial participación en el proceso, no por ser el autoritario, por
ser el tranformacional, verdadero líder que inspira, apoya, e insta a los
docentes a entregarse a su vocación.