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Complicado decidir de qué hablar

Redacción República
21 de octubre, 2014

Los últimos días en Guatemala han sido convulsionados, con temas de interés para el presente y el futuro de nuestra nación. Temas como los muertos en San Juan, la alianza del PP y LIDER, grupos de interés presionando a la Corte de Constitucionalidad para que medie en las elecciones de magistrados, la Contralora de Cuentas que no quiere salir, el sistema de buses bajo asedio constante de la violencia, manifestaciones de grupos organizados, y lo cerca que esta la aprobación del presupuesto nacional nos deja con muchos temas en la mesa y poco espacio no solo para opinar sino que para pensar en lo relevante de cada uno.

En los casi 15 años que le he dado seguimiento a las noticias nacionales no había visto tantos problemas juntos. Lo que si he visto estos últimos años es que los problemas nacionales se resuelven regularmente negociando intereses, y casi nunca buscando establecer principios. Y cuando tu forma de negociar está amarrada a ceder espacios, ya sea de poder o presupuestarios, poco a poco se terminan esos espacios, y las negociaciones se hacen más complicadas.

Es claro que el proceso para elegir magistrados de la CSJ y las salas de apelaciones ha sido muy malo desde hace mucho tiempo. Basta con leer los distintos medios de comunicación para entender como Juan José Rodil Peralta http://www.cronica.ufm.edu/index.php/DOC272.pdf?gsearch= y otros presidentes de la Corte han tenido cobertura mediática por malos manejos relacionados con sus atribuciones. No es algo nuevo. Incluso, leyendo Crónica del 30 de septiembre del 1994 se lee que había descontento por que la Corte Suprema estaba compuesta por hombres. Es decir, desde muchos años atrás, hay conflictos en cuanto a la calidad de los magistrados y a la representación de los mismos.

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El proceso no es muy malo, el proceso ha sido muy malo y como cada vez se comprende más, entonces más organizaciones quieren participar y conseguir ser representadas, por lo que se ha vuelto caótico. Al leer las posturas de los distintos actores de la sociedad, poco a poco se va dilucidando que lo que hay es un descontento porque algunos, o muchos, no lograron ser representados. Para ellos no perdió la justicia, para ellos perdió su justicia.


De nuevo Guatemala enfrenta un problema crucial en los pilares que dan vida a la democracia y a la misma sociedad, la pregunta es ¿cómo lo vamos a solucionar? Como siempre: cediendo a presiones, otorgando espacios de poder, concesiones monetarias, es decir, repartiendo algún “dulcito” para dejar a todos contentos. Yo creo que así será. Y tristemente la Corte de Constitucionalidad ha sido víctima de esta forma de ejercer el poder en Guatemala.


¿Cómo debería de resolverse? Buscando apegarse a principios. Hay que aceptar que esta vez ganaron los poderes oscuros más fuertes (ojo que los que no ganaron también son poderes oscuros con menos fuerza) y respetar la elecciones es la ley. Pero desde ya dejamos claro que el proceso debe cambiar y sobre todo en qué dirección hacer el cambio.


Algunas ideas pueden ser: alargar el período de los magistrados tanto de la CC, la CSJ y las Salas a diez años. También terminar con la costumbre chapina de borrón y cuenta nueva, haciendo cambios parciales de las cortes, por ejemplo; en el caso actual, la mitad cada cinco años y si durasen 10 años, pues un tercio cada 40 meses.


Para la integración de las comisiones de postulación, usaría el mismo método, solo que agregaría que del total de la comisión se escogiera la mitad por un sorteo a la vista del público, mejor si es televisado por cadena nacional. Creo que también es una buena idea que quienes quieran postularse para estos puestos deben contar con el apoyo de 100 personas de su misma edad que posean título de nivel medio. Y debe ser un proceso muy sencillo, sin tablas de gradación, sin “ideas” que lo único que hacen es complicar los procesos. No hay que olvidar que lo que funciona es lo simple, lo fácil de entender.

Estas complicaciones de querer sopesar la carrera judicial versus méritos académicos, o méritos laborales, u otros temas, lo único que hacen es abrir puertas a las interpretaciones, y éstas a las opiniones y éstas a los desacuerdos, y estos a los problemas. Hoy le hacemos frente a un proceso complejo que permite diversas interpretaciones, pero no permite ni permitirá un proceso de elección transparente.

Lo peor de esta historia es que hay muchos líderes sociales, analistas, y políticos que viven de interpretar la ley, que ven con buenos ojos esta forma de repartir el poder, que les gustan estos enfrentamientos, pues les dejan cuotas de poder. En río revuelto, ganancia de pescadores. Ellos creen que interpretando la ley al antojo de cada uno se consigue un mejor país, no entienden que la ley debe ser general y abstracta, fácil de interpretar y fácil de cumplir.


No hay que complicar los análisis ni las leyes, y siempre hay que recordar que lo perfecto es enemigo de lo humano.

Complicado decidir de qué hablar

Redacción República
21 de octubre, 2014

Los últimos días en Guatemala han sido convulsionados, con temas de interés para el presente y el futuro de nuestra nación. Temas como los muertos en San Juan, la alianza del PP y LIDER, grupos de interés presionando a la Corte de Constitucionalidad para que medie en las elecciones de magistrados, la Contralora de Cuentas que no quiere salir, el sistema de buses bajo asedio constante de la violencia, manifestaciones de grupos organizados, y lo cerca que esta la aprobación del presupuesto nacional nos deja con muchos temas en la mesa y poco espacio no solo para opinar sino que para pensar en lo relevante de cada uno.

En los casi 15 años que le he dado seguimiento a las noticias nacionales no había visto tantos problemas juntos. Lo que si he visto estos últimos años es que los problemas nacionales se resuelven regularmente negociando intereses, y casi nunca buscando establecer principios. Y cuando tu forma de negociar está amarrada a ceder espacios, ya sea de poder o presupuestarios, poco a poco se terminan esos espacios, y las negociaciones se hacen más complicadas.

Es claro que el proceso para elegir magistrados de la CSJ y las salas de apelaciones ha sido muy malo desde hace mucho tiempo. Basta con leer los distintos medios de comunicación para entender como Juan José Rodil Peralta http://www.cronica.ufm.edu/index.php/DOC272.pdf?gsearch= y otros presidentes de la Corte han tenido cobertura mediática por malos manejos relacionados con sus atribuciones. No es algo nuevo. Incluso, leyendo Crónica del 30 de septiembre del 1994 se lee que había descontento por que la Corte Suprema estaba compuesta por hombres. Es decir, desde muchos años atrás, hay conflictos en cuanto a la calidad de los magistrados y a la representación de los mismos.

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El proceso no es muy malo, el proceso ha sido muy malo y como cada vez se comprende más, entonces más organizaciones quieren participar y conseguir ser representadas, por lo que se ha vuelto caótico. Al leer las posturas de los distintos actores de la sociedad, poco a poco se va dilucidando que lo que hay es un descontento porque algunos, o muchos, no lograron ser representados. Para ellos no perdió la justicia, para ellos perdió su justicia.


De nuevo Guatemala enfrenta un problema crucial en los pilares que dan vida a la democracia y a la misma sociedad, la pregunta es ¿cómo lo vamos a solucionar? Como siempre: cediendo a presiones, otorgando espacios de poder, concesiones monetarias, es decir, repartiendo algún “dulcito” para dejar a todos contentos. Yo creo que así será. Y tristemente la Corte de Constitucionalidad ha sido víctima de esta forma de ejercer el poder en Guatemala.


¿Cómo debería de resolverse? Buscando apegarse a principios. Hay que aceptar que esta vez ganaron los poderes oscuros más fuertes (ojo que los que no ganaron también son poderes oscuros con menos fuerza) y respetar la elecciones es la ley. Pero desde ya dejamos claro que el proceso debe cambiar y sobre todo en qué dirección hacer el cambio.


Algunas ideas pueden ser: alargar el período de los magistrados tanto de la CC, la CSJ y las Salas a diez años. También terminar con la costumbre chapina de borrón y cuenta nueva, haciendo cambios parciales de las cortes, por ejemplo; en el caso actual, la mitad cada cinco años y si durasen 10 años, pues un tercio cada 40 meses.


Para la integración de las comisiones de postulación, usaría el mismo método, solo que agregaría que del total de la comisión se escogiera la mitad por un sorteo a la vista del público, mejor si es televisado por cadena nacional. Creo que también es una buena idea que quienes quieran postularse para estos puestos deben contar con el apoyo de 100 personas de su misma edad que posean título de nivel medio. Y debe ser un proceso muy sencillo, sin tablas de gradación, sin “ideas” que lo único que hacen es complicar los procesos. No hay que olvidar que lo que funciona es lo simple, lo fácil de entender.

Estas complicaciones de querer sopesar la carrera judicial versus méritos académicos, o méritos laborales, u otros temas, lo único que hacen es abrir puertas a las interpretaciones, y éstas a las opiniones y éstas a los desacuerdos, y estos a los problemas. Hoy le hacemos frente a un proceso complejo que permite diversas interpretaciones, pero no permite ni permitirá un proceso de elección transparente.

Lo peor de esta historia es que hay muchos líderes sociales, analistas, y políticos que viven de interpretar la ley, que ven con buenos ojos esta forma de repartir el poder, que les gustan estos enfrentamientos, pues les dejan cuotas de poder. En río revuelto, ganancia de pescadores. Ellos creen que interpretando la ley al antojo de cada uno se consigue un mejor país, no entienden que la ley debe ser general y abstracta, fácil de interpretar y fácil de cumplir.


No hay que complicar los análisis ni las leyes, y siempre hay que recordar que lo perfecto es enemigo de lo humano.