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¿Cómo iniciar la reforma política?

Redacción República
07 de octubre, 2014

Pareciera ser como querer encontrar la cuadratura del circulo. La cosa va como sigue: Se necesita una reforma política en el país. La reforma política la tienen que acometer los propios politicos. Los políticos se sienten muy cómodos con el actual sistema, por ende no hay incentivo para reformar. Si se logra colocar el tema, los políticos buscaran ampliar su comodidad dentro del esquema existente. Al final de este ciclo, se concluye en que es mejor que no haya reforma política.

¿Cómo escapamos de este enredo? Hay consideraciones que hacer de forma y fondo. Empecemos por esto ultimo, que pareciera ser lo mas difícil aunque no lo es.

Toda reforma política presupone una claridad meridiana de que es lo que se necesita y que es lo que hay que cambiar. Cuando un debate sobre cambios no ha sido precedido por un acuerdo y una suerte de consenso sobre cuales son los temas centrales, la reforma se convierte en una discusión centrifuga, donde cada grupo de interés busca llevar la discusión hacia su propio ámbito. Para muestra, varios botones: unos quieren cuotas para su grupo, otros quieren una regionalización hecha a su medida, unos terceros querrán privilegios para su grupo poblacional. En fin, pareciera ser que cada quien quiere llegar primero a la repartición.

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La mejor forma de evitar esta carrera de desmembramiento del sistema es encontrar puntos convergentes. Por ejemplo, nadie discutiría, desde una lógica meramente republicana, la necesidad de democratizar los partidos políticos, o afianzar el esquema de pertenecía ideológica a un proyecto político, o empoderar al ciudadano en su posibilidad de elegir. Aquí es donde hay que centrar la mirada y el esfuerzo. De hecho no son poca cosa estos tres temas.

Pero, como poner los elementos en el orden correcto para que este proceso llegue a feliz termino. Un ejemplo histórico al que no queremos llegar es cuando los acontecimientos rebasan a los actores. Por esa ruta se alcanza una especie de jacobinismo, donde se comienza decapitando a los actuales y se termina decapitando a los siguientes. La cuestión se reduce así a quien es el que detenta la manivela de la guillotina. Sino que lo diga Venezuela.

En los asuntos de la política, todo es tema de tiempos. El manejo adecuado del punto culminante, por citar al teórico militar Clausewitz, es la clave de la reforma. Y eso solo se alcanza cuando la organización ciudadana es tal que comienza por ocupar y, por qué no, copar los espacios claves de discusión, de tal manera que los propios partidos políticos se reforman o se vacían. Es dotar a la movilización social de un objetivo de reformar a lo político desde dentro y no desde fuera, como se ha pretendido ahora.

Síntomas de esa dinámica desde lo social hacia lo político se perciben. Surgen colectivos sociales que se dirigen directamente hacia los partidos políticos, grupos académicos inician públicamente una especie de ‘sembrado’, el concepto de redes sociales para el cambio empieza a tomar carta de ciudadanía, el estudio de las ciencias políticas sale de las universidades para moverse también a los centros de formación en gestión publica. Por ultimo, estamos frente a un renacimiento del antiguo concepto de los clubes políticos.

Leer el signo de los tiempos puede suceder en cualquier momento. El liderazgo político, llegado el punto culminante, podrá asumir la dirección de ese proceso y convertirlo en fortaleza de su proyecto político. La forma es pues, la direccionalidad de un esfuerzo ciudadano ya puesto en marcha, y el sentido de oportunidad, asumido a tiempo y con inteligencia, desde la dirigencia política. Esta ruta y no la que lleva a la ‘place de la concorde’ del Paris revolucionario, será entonces la manera de asegurar una reforma que sea profunda y a la vez integradora.

¿Cómo iniciar la reforma política?

Redacción República
07 de octubre, 2014

Pareciera ser como querer encontrar la cuadratura del circulo. La cosa va como sigue: Se necesita una reforma política en el país. La reforma política la tienen que acometer los propios politicos. Los políticos se sienten muy cómodos con el actual sistema, por ende no hay incentivo para reformar. Si se logra colocar el tema, los políticos buscaran ampliar su comodidad dentro del esquema existente. Al final de este ciclo, se concluye en que es mejor que no haya reforma política.

¿Cómo escapamos de este enredo? Hay consideraciones que hacer de forma y fondo. Empecemos por esto ultimo, que pareciera ser lo mas difícil aunque no lo es.

Toda reforma política presupone una claridad meridiana de que es lo que se necesita y que es lo que hay que cambiar. Cuando un debate sobre cambios no ha sido precedido por un acuerdo y una suerte de consenso sobre cuales son los temas centrales, la reforma se convierte en una discusión centrifuga, donde cada grupo de interés busca llevar la discusión hacia su propio ámbito. Para muestra, varios botones: unos quieren cuotas para su grupo, otros quieren una regionalización hecha a su medida, unos terceros querrán privilegios para su grupo poblacional. En fin, pareciera ser que cada quien quiere llegar primero a la repartición.

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La mejor forma de evitar esta carrera de desmembramiento del sistema es encontrar puntos convergentes. Por ejemplo, nadie discutiría, desde una lógica meramente republicana, la necesidad de democratizar los partidos políticos, o afianzar el esquema de pertenecía ideológica a un proyecto político, o empoderar al ciudadano en su posibilidad de elegir. Aquí es donde hay que centrar la mirada y el esfuerzo. De hecho no son poca cosa estos tres temas.

Pero, como poner los elementos en el orden correcto para que este proceso llegue a feliz termino. Un ejemplo histórico al que no queremos llegar es cuando los acontecimientos rebasan a los actores. Por esa ruta se alcanza una especie de jacobinismo, donde se comienza decapitando a los actuales y se termina decapitando a los siguientes. La cuestión se reduce así a quien es el que detenta la manivela de la guillotina. Sino que lo diga Venezuela.

En los asuntos de la política, todo es tema de tiempos. El manejo adecuado del punto culminante, por citar al teórico militar Clausewitz, es la clave de la reforma. Y eso solo se alcanza cuando la organización ciudadana es tal que comienza por ocupar y, por qué no, copar los espacios claves de discusión, de tal manera que los propios partidos políticos se reforman o se vacían. Es dotar a la movilización social de un objetivo de reformar a lo político desde dentro y no desde fuera, como se ha pretendido ahora.

Síntomas de esa dinámica desde lo social hacia lo político se perciben. Surgen colectivos sociales que se dirigen directamente hacia los partidos políticos, grupos académicos inician públicamente una especie de ‘sembrado’, el concepto de redes sociales para el cambio empieza a tomar carta de ciudadanía, el estudio de las ciencias políticas sale de las universidades para moverse también a los centros de formación en gestión publica. Por ultimo, estamos frente a un renacimiento del antiguo concepto de los clubes políticos.

Leer el signo de los tiempos puede suceder en cualquier momento. El liderazgo político, llegado el punto culminante, podrá asumir la dirección de ese proceso y convertirlo en fortaleza de su proyecto político. La forma es pues, la direccionalidad de un esfuerzo ciudadano ya puesto en marcha, y el sentido de oportunidad, asumido a tiempo y con inteligencia, desde la dirigencia política. Esta ruta y no la que lleva a la ‘place de la concorde’ del Paris revolucionario, será entonces la manera de asegurar una reforma que sea profunda y a la vez integradora.