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Patrioterismo

Redacción República
05 de noviembre, 2014
Siguiendo con el debate sobre el referéndum de Cataluña, en
España, acaba de publicar Joaquín Leguina, antiguo presidente de la Comunidad
de Madrid, una columna señalando el extremismo radical de los nacionalistas que
abogan por ese referéndum, en una línea integrista que puede recordarnos a
otros grupos demagogos que están ganando fuerza en Europa. Por poner algunos
ejemplos, en la propia España, un partido de extrema izquierda como Podemos, o
en el resto de Europa, el populista Movimiento cinco estrellas italiano, o el
Amanecer dorado griego de extrema derecha.

De partida, tratar de comparar a los partidos
independentistas catalanes, en especial a Convergencia Democrática de Cataluña
(partido del actual presidente Artur Mas) y a Esquerra Republica de Cataluña
con un partido neonazi como Amancer Dorado, puede parecer querer llevar las
cosas demasiado lejos. Más, viniendo la opinión de una persona como Leguina,
quien, como hemos indicado, fue presidente de la Comunidad de Madrid, y, por
tanto, sospechoso de ser centralista.

Sin embargo, ese es el problema de los grupos nacionalistas,
a quienes sería mejor definir como patrioteros, es decir, los que alardean con
exceso de sus valores locales. Para un nacionalista, cualquiera que se le
oponga es por ser nacionalista de otro lugar (así, Leguina o un servidor
seríamos españolistas por criticar a los catalanistas). Sin embargo, no debemos
dejarnos llevar por esa trampa. Si critico el nacionalismo es porque yo no soy
ni xenófobo, ni racista, ni paleto, ni cateto, ni palurdo, ni provinciano.

Y los nacionalistas tienden a ser xenófobos, porque rechazan
el acuerdo con el foráneo; racistas, porque marginan a los que no nacieron en
su tierra; paletos, porque consideran que el hecho aleatorio de nacer en un
determinado sitio hace de ese sitio el mejor del mundo; catetos, porque suelen
tratar groseramente a los que no piensan como ellos; palurdos porque son toscos
para el debate (es decir, no debaten, gritan para imponer); y provincianos, por
su estrechez mental que les impide ver lo positivo de los demás y lo negativo
que puede haber en uno.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Todos estos calificativos se podrían aplicar también al neonazi
Amanecer Dorado griego, por lo que la tesis de Leguina no es tan errada. En
Cataluña no se está discutiendo entre una identidad nacional y otra, sino entre
la sinrazón excluyente del patrioterismo y el sentido común de una vida en
sociedad donde todos tengan cabida.


El inconveniente de estas enfermedades de ignorancia
nacionalista es que son como epidemias repetitivas que surgen cada vez que a
una parte de la sociedad se le nubla la mente, por lo general, tras una crisis
económica. La ventaja es que tienen cura: la mayor parte de la sociedad termina
por ser lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que el problema no
es convivir con los ajenos, sino vivir bajo la mentira de los propios.

Patrioterismo

Redacción República
05 de noviembre, 2014
Siguiendo con el debate sobre el referéndum de Cataluña, en
España, acaba de publicar Joaquín Leguina, antiguo presidente de la Comunidad
de Madrid, una columna señalando el extremismo radical de los nacionalistas que
abogan por ese referéndum, en una línea integrista que puede recordarnos a
otros grupos demagogos que están ganando fuerza en Europa. Por poner algunos
ejemplos, en la propia España, un partido de extrema izquierda como Podemos, o
en el resto de Europa, el populista Movimiento cinco estrellas italiano, o el
Amanecer dorado griego de extrema derecha.

De partida, tratar de comparar a los partidos
independentistas catalanes, en especial a Convergencia Democrática de Cataluña
(partido del actual presidente Artur Mas) y a Esquerra Republica de Cataluña
con un partido neonazi como Amancer Dorado, puede parecer querer llevar las
cosas demasiado lejos. Más, viniendo la opinión de una persona como Leguina,
quien, como hemos indicado, fue presidente de la Comunidad de Madrid, y, por
tanto, sospechoso de ser centralista.

Sin embargo, ese es el problema de los grupos nacionalistas,
a quienes sería mejor definir como patrioteros, es decir, los que alardean con
exceso de sus valores locales. Para un nacionalista, cualquiera que se le
oponga es por ser nacionalista de otro lugar (así, Leguina o un servidor
seríamos españolistas por criticar a los catalanistas). Sin embargo, no debemos
dejarnos llevar por esa trampa. Si critico el nacionalismo es porque yo no soy
ni xenófobo, ni racista, ni paleto, ni cateto, ni palurdo, ni provinciano.

Y los nacionalistas tienden a ser xenófobos, porque rechazan
el acuerdo con el foráneo; racistas, porque marginan a los que no nacieron en
su tierra; paletos, porque consideran que el hecho aleatorio de nacer en un
determinado sitio hace de ese sitio el mejor del mundo; catetos, porque suelen
tratar groseramente a los que no piensan como ellos; palurdos porque son toscos
para el debate (es decir, no debaten, gritan para imponer); y provincianos, por
su estrechez mental que les impide ver lo positivo de los demás y lo negativo
que puede haber en uno.

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Amanecer Dorado griego, por lo que la tesis de Leguina no es tan errada. En
Cataluña no se está discutiendo entre una identidad nacional y otra, sino entre
la sinrazón excluyente del patrioterismo y el sentido común de una vida en
sociedad donde todos tengan cabida.


El inconveniente de estas enfermedades de ignorancia
nacionalista es que son como epidemias repetitivas que surgen cada vez que a
una parte de la sociedad se le nubla la mente, por lo general, tras una crisis
económica. La ventaja es que tienen cura: la mayor parte de la sociedad termina
por ser lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que el problema no
es convivir con los ajenos, sino vivir bajo la mentira de los propios.