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Venezuela camina hacia un empate catastrófico

Redacción
14 de marzo, 2014

La crisis en Venezuela se alarga, se complica y lejos de encontrarse una solución se empantana en un empate catastrófico para el país. 

En la actual coyuntura no va a haber vencedores ni vencidos. Y no lo va a haber porque el país está dividido casi por la mitad en chavistas, algunos dispuestos a acabar físicamente con sus rivales, y antichavistas muchos de los cuales solo conciben una Venezuela sin los seguidores del extinto comandante. 
Eso lleva al actual empate catastrófico donde el régimen chavista de Nicolás Maduro no está dispuesto a entablar una negociación seria que desmonte el aparato autoritario del régimen. Por su lado, una parte de la oposición solo ve como norte de su propuesta el final inmediato del régimen. 
Ninguno de los dos lados se da cuenta de que enfrente tiene a medio país y que para vencer solo se puede hacer, tal es el grado de polarización, aplastando a la otra media Venezuela, algo inviable a todas luces. 
El analista Leonardo Vera lo subraya cuando asegura que “Maduro ha perdido un año de gobierno por no entender que después de 15 años por consolidar una hegemonía, el chavismo es adversado por la mitad de la población, a lo que vale añadir un 20% de los votantes que se mantiene indiferente”. 
Nicolás Maduro carece de capacidad de iniciativa política pues en él no creen ni los suyos que le mantienen solo como símbolo del “proceso revolucionario” y de la legitimidad chavista. Las protestas no dejan de extenderse (Chacao, Carabobo, Táchira….) y el régimen tiene una total ausencia de voluntad política para alcanzar acuerdos que rompan el callejón sin salida. 
En la oposición no existe un plan serio y coherente que ofrecer a la nación más allá de las movilizaciones y protestas y un vacío de poder en el hipotético caso de que cayera el régimen. Así las cosas, ellos no son una alternativa viable en estos momentos. Lo explica muy acertadamente el analista Luis V. León: “Nada puede ser exitoso sin planificación, sin objetivos concretos y sin liderazgos claros. De mantenerse esa vía, sólo veremos más frustración del lado opositor”. 
Chavistas y antichavistas no se dan cuenta de que el país no es el de 1999 cuando Hugo Chávez llego al poder, ni el de 1959 cuando nació “la democracia puntofijista” (1959-1999). Es ahora un país más complejo donde es una realidad insoslayable que existen amplios sectores de la población que se adhieren a la obra de Hugo Chávez (pero que a diferencia de hace una década no son una fuerza hegemónica). Asimismo, la oposición debe aprender a convivir y aceptar al rival el cual previamente debe, a su vez, aceptar la posibilidad del disenso democrático.

Es un viaje a Canosa que ambas partes deben emprender. Si lo hacen el camino hacia la paz, la democracia y la reconciliación en Venezuela habrá comenzado. En caso contrario se abre el abismo y el golpe de Estado militar, una salida a la egipcia. 

Pero a día de hoy ninguna de las dos partes está dispuesta a emprender ese camino.

Por esa razón, quizá nunca como antes la presión internacional puede resultar vital para mover a las dos partes hacia el diálogo. 

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Como señala Peter Hakim “si los líderes de la oposición necesitan ser persuadidos para sentarse a la mesa de negociación con el gobierno venezolano, la tarea deberá recaer sobre todo en Estados Unidos, que ha sido el mayor defensor de los derechos políticos de la oposición. Washington también podría ayudar presionando a Brasil y otras naciones latinoamericanas a hacer lo que les corresponda para llevar a Maduro a la mesa. Los venezolanos necesitan y merecen asistencia externa para resolver su cada vez más trágica y peligrosa confrontación, y debería venir de sus vecinos. Los gobiernos latinoamericanos no deberían tomar partido. Deberían dar atención prioritaria a empujar una solución negociada al conflicto político, y ayudar a restaurar la civilidad y las políticas democráticas en Venezuela”.

Venezuela camina hacia un empate catastrófico

Redacción
14 de marzo, 2014

La crisis en Venezuela se alarga, se complica y lejos de encontrarse una solución se empantana en un empate catastrófico para el país. 

En la actual coyuntura no va a haber vencedores ni vencidos. Y no lo va a haber porque el país está dividido casi por la mitad en chavistas, algunos dispuestos a acabar físicamente con sus rivales, y antichavistas muchos de los cuales solo conciben una Venezuela sin los seguidores del extinto comandante. 
Eso lleva al actual empate catastrófico donde el régimen chavista de Nicolás Maduro no está dispuesto a entablar una negociación seria que desmonte el aparato autoritario del régimen. Por su lado, una parte de la oposición solo ve como norte de su propuesta el final inmediato del régimen. 
Ninguno de los dos lados se da cuenta de que enfrente tiene a medio país y que para vencer solo se puede hacer, tal es el grado de polarización, aplastando a la otra media Venezuela, algo inviable a todas luces. 
El analista Leonardo Vera lo subraya cuando asegura que “Maduro ha perdido un año de gobierno por no entender que después de 15 años por consolidar una hegemonía, el chavismo es adversado por la mitad de la población, a lo que vale añadir un 20% de los votantes que se mantiene indiferente”. 
Nicolás Maduro carece de capacidad de iniciativa política pues en él no creen ni los suyos que le mantienen solo como símbolo del “proceso revolucionario” y de la legitimidad chavista. Las protestas no dejan de extenderse (Chacao, Carabobo, Táchira….) y el régimen tiene una total ausencia de voluntad política para alcanzar acuerdos que rompan el callejón sin salida. 
En la oposición no existe un plan serio y coherente que ofrecer a la nación más allá de las movilizaciones y protestas y un vacío de poder en el hipotético caso de que cayera el régimen. Así las cosas, ellos no son una alternativa viable en estos momentos. Lo explica muy acertadamente el analista Luis V. León: “Nada puede ser exitoso sin planificación, sin objetivos concretos y sin liderazgos claros. De mantenerse esa vía, sólo veremos más frustración del lado opositor”. 
Chavistas y antichavistas no se dan cuenta de que el país no es el de 1999 cuando Hugo Chávez llego al poder, ni el de 1959 cuando nació “la democracia puntofijista” (1959-1999). Es ahora un país más complejo donde es una realidad insoslayable que existen amplios sectores de la población que se adhieren a la obra de Hugo Chávez (pero que a diferencia de hace una década no son una fuerza hegemónica). Asimismo, la oposición debe aprender a convivir y aceptar al rival el cual previamente debe, a su vez, aceptar la posibilidad del disenso democrático.

Es un viaje a Canosa que ambas partes deben emprender. Si lo hacen el camino hacia la paz, la democracia y la reconciliación en Venezuela habrá comenzado. En caso contrario se abre el abismo y el golpe de Estado militar, una salida a la egipcia. 

Pero a día de hoy ninguna de las dos partes está dispuesta a emprender ese camino.

Por esa razón, quizá nunca como antes la presión internacional puede resultar vital para mover a las dos partes hacia el diálogo. 

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Como señala Peter Hakim “si los líderes de la oposición necesitan ser persuadidos para sentarse a la mesa de negociación con el gobierno venezolano, la tarea deberá recaer sobre todo en Estados Unidos, que ha sido el mayor defensor de los derechos políticos de la oposición. Washington también podría ayudar presionando a Brasil y otras naciones latinoamericanas a hacer lo que les corresponda para llevar a Maduro a la mesa. Los venezolanos necesitan y merecen asistencia externa para resolver su cada vez más trágica y peligrosa confrontación, y debería venir de sus vecinos. Los gobiernos latinoamericanos no deberían tomar partido. Deberían dar atención prioritaria a empujar una solución negociada al conflicto político, y ayudar a restaurar la civilidad y las políticas democráticas en Venezuela”.