Continuamente vemos en revistas, libros y diarios hablar sobre emprendimiento. Todos están buscando cuál es la fórmula para ser un emprendedor exitoso, pero lo más curioso es que no hay una receta. Los ingredientes son muy particulares, es una combinación individual, es diferente, es única. Esa fórmula cobra vida de forma distinta en cada persona, en cada emprendedor.

Cuando pensamos en negocios exitosos, existen tantas historias interesantes de las que debiéramos aprender. Podemos leer historias en un libro, sobre grandes empresarios que han conquistado el mundo haciendo lo que les apasiona, pero también podemos aprender algunas lecciones siendo un poco observadores. Imaginemos a las personas que conocemos que han sido emprendedores en su vida, que se han atrevido a ir varios pasos más allá, que no ha habido obstáculo que los detenga en su camino; un camino por el que se conducen siempre con paso firme.

Hay a nuestro alrededor muchos ejemplos que por simples que parezcan tienen grandes lecciones que enseñarnos.

El otro día le pedí a mis estudiantes que buscaran un ejemplo cercano, un emprendedor al que pudieran invitar a tomar un café. Qué historias más interesantes las que tuvimos oportunidad de escuchar, recuerdo varias de ellas pero mencionaré dos. Una persona que tenía 15 años de trabajar en una empresa y después de mucho pensarlo decidió dar un salto, vendió lo único que había podido comprar en esos 15 años: su carro. Con ese capital inició un pequeño negocio de materiales de construcción en la comunidad donde vivía. Él siempre había visto esta necesidad y pensaba que él podía atender esa necesidad. Me impresionó escuchar la narración de esta historia, sobretodo porque expresaba constantemente que tenía mucho miedo quedarse sin nada, pues literalmente estaba apostando todo a esa visión que tenía de lo que podría ser un gran negocio. Pero con la decisión de actuar en base a su visión construyó un negocio pequeño que atendió con gran entrega por años, y hoy es el tercer distribuidor más grande de lámina en Guatemala.

Otra linda historia fue de una persona que su negocio nació con la compra de una pequeña máquina para hacer copias de llaves, eso lo hizo conocedor de temas de seguridad: llaves, candados. Y sus acciones lo hicieron evolucionar, lo que sucede constantemente con los emprendedores y sus ideas. Años después ha ido desarrollando una empresa de seguridad para parqueos, él lo llama parqueos inteligentes (talanqueras, cámaras y otros productos). Cuenta que nunca pensó que años después podría llegar a negociar con ejecutivos del famoso Donald Trump su equipo para parqueos de la Trump Tower en Panamá.

Cuántas oportunidades tenemos a nuestro alrededor de aprender de estas personas su fórmula del éxito. Esa fórmula que muestra la capacidad permanente de trabajo intenso que tiene el emprendedor. Nos damos cuenta que lo que diferencia a un emprendedor de un soñador son sus acciones. Así que ese es otro elemento vital de la fórmula, además de tener la capacidad de ser visionario, está dispuesto a entregarse con devoción al trabajo duro para lograrlo.

Estos emprendedores saben que con enfoque en su visión, sus acciones constantes, basadas en principios, serán las que harán que este emprendimiento pase a ser una historia de éxito de la que se puede aprender.

Es por ello que el estudio del emprendimiento es un tema apasionante, pues no puede empacarse en una fórmula matemática. Es una combinación única de elementos que se dan en una persona, un entorno, un momento.

Tenemos a nuestro alrededor en Guatemala a tantos emprendedores de los que podemos aprender si realmente observamos. Muchas veces el emprendedor es un familiar cercano, con el que nunca hemos conversado sobre eso. Buscar la oportunidad de hablar con un emprendedor nos permitirá conocerlo en lo más profundo de su pensamiento.

Busquemos tener esta gran oportunidad, platiquemos con un emprendedor que tengamos cerca y veamos en él estos elementos que son parte de su fórmula exitosa: su visión, sus acciones, sus principios.