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En boca de terceros (IV)

Redacción República
20 de abril, 2014

Don José Cecilio del Valle, hombre inteligente y culto, estudioso de la ciencia política y de las ciencias naturales, escritor, polemista y político, publicaba en la Gaceta del Supremo Gobierno de Guatemala, en el número 35, del mes de febrero de 1825, un ensayo que tituló “Gobierno representativo y oposición. Pluralismo político”, en el que abogaba por la tolerancia, enfrentándose con la pluma, a los liberales que esgrimían un lema poco atractivo para el diálogo: “Si con razones no los convencemos, a martillazos nos entenderemos”, que aparecía en la portada del diario El Liberal. En dicho ensayo, extenso, por lo que nos referiremos apenas a unas cuantas frases, esgrimía su derecho a disentir, y a expresarlo libremente. 

En esa ocasión, escribió don José: “Es un principio bastante reconocido que en los gobiernos absolutos la oposición es esencialmente conspiradora. La razón, es, porque la ley no ofrece ninguna garantía a las opiniones. Desde que yo me atrevo a opinar de diferente modo que los gobernantes y a expresar mi opinión, estoy en peligro de muerte, por lo menos civil; y no hay salvación para mí, si el despotismo no cae. El instinto de la propia conservación obliga a conspirar a todos los que opinan como yo. No sucede lo mismo en el gobierno representativo, que ofrece seguridad y garantía a todas las opiniones. Bajo este gobierno, el peligro está en conspirar, no en opinar. La ley no examina las doctrinas, sino las acciones…” 
En estas frases, aparentemente sencillas y esquemáticas, el ilustre pensador condensa toda la doctrina de la libertad de expresión, por la que muchas personas han dado la vida en nuestros países. El principio parece claro, cuando don José expresa que cuando se vive en un gobierno absolutista la oposición, sin espacio para actuar políticamente, porque el absolutismo asfixia todo espacio político, se ve obligado a conspirar en contra del régimen. Lo llama un asunto de mera conservación de la vida civil. Caso contrario, en un gobierno representativo, en donde las leyes garantizan la participación política sin importar las ideas, la ecuación política se invierte. Ya no es legítimo conspirar, el espacio político abierto permite disentir, opinar, criticar. 
Al lector le podrá parecer que redundo, que redibujo el esquema de Valle, pero es que la importancia de ese párrafo que transcribo arriba no tiene desperdicio, sobre todo en estos tiempos que corren, en los que el Presidente y Vicepresidenta de la República, presumo que mal asesorados (consecuencia del clientelismo político y del amiguismo indiscriminado), acudieron a toda clase de maniobras legales para pretender callar las críticas a su mediocre gestión, por decirlo en forma amable. 
Parece mentira que el mandatario haya considerado como la opción más fácil poner en marcha maquinaciones y manipulaciones de nuestro moribundo sistema de justicia para acallar a los periodistas que todavía se atreven a disentir y a señalar los abusos y la corrupción que consumen a nuestro sistema político, que impulsar medidas para terminar con los males señalados. Es decir que el Presidente Pérez Molina confía más en meter la basura debajo de la alfombra que en limpiar la casa a fondo. 
Por esa tentación del poder absoluto de silenciar las críticas y callar las conciencias es que es importante pensar y repensar las ideas de Valle, porque en nuestro maltrecho sistema político, lo verdaderamente legítimo es disentir y criticar, pero si se pretender cerrar bocas a la fuerza o imponer “leyes mordaza”, la opción de conspirar irá tomando aires de legitimidad. La prepotencia del ejercicio del poder incontestable priva al gobernante de ver la realidad, acercándolos peligrosamente al abismo. Pero lo que más preocupa a quien esto escribe, es que el actual presidente fue quien pudo ser testigo de primera mano de la ceguera que causa el poder absoluto. No olvidemos que fue a él y a las fuerzas de seguridad a quien la Corte de Constitucionalidad ordenó oportunamente poner fin a la fantasía mesiánica de Serrano Elías… Pero claro, la actual vicepresidenta (en minúscula) fue censora de su tío, el aprendiz de dictador durante su breve experimento. Sabemos entonces, como dice el refrán popular, de qué pata cojea la mesa…

En boca de terceros (IV)

Redacción República
20 de abril, 2014

Don José Cecilio del Valle, hombre inteligente y culto, estudioso de la ciencia política y de las ciencias naturales, escritor, polemista y político, publicaba en la Gaceta del Supremo Gobierno de Guatemala, en el número 35, del mes de febrero de 1825, un ensayo que tituló “Gobierno representativo y oposición. Pluralismo político”, en el que abogaba por la tolerancia, enfrentándose con la pluma, a los liberales que esgrimían un lema poco atractivo para el diálogo: “Si con razones no los convencemos, a martillazos nos entenderemos”, que aparecía en la portada del diario El Liberal. En dicho ensayo, extenso, por lo que nos referiremos apenas a unas cuantas frases, esgrimía su derecho a disentir, y a expresarlo libremente. 

En esa ocasión, escribió don José: “Es un principio bastante reconocido que en los gobiernos absolutos la oposición es esencialmente conspiradora. La razón, es, porque la ley no ofrece ninguna garantía a las opiniones. Desde que yo me atrevo a opinar de diferente modo que los gobernantes y a expresar mi opinión, estoy en peligro de muerte, por lo menos civil; y no hay salvación para mí, si el despotismo no cae. El instinto de la propia conservación obliga a conspirar a todos los que opinan como yo. No sucede lo mismo en el gobierno representativo, que ofrece seguridad y garantía a todas las opiniones. Bajo este gobierno, el peligro está en conspirar, no en opinar. La ley no examina las doctrinas, sino las acciones…” 
En estas frases, aparentemente sencillas y esquemáticas, el ilustre pensador condensa toda la doctrina de la libertad de expresión, por la que muchas personas han dado la vida en nuestros países. El principio parece claro, cuando don José expresa que cuando se vive en un gobierno absolutista la oposición, sin espacio para actuar políticamente, porque el absolutismo asfixia todo espacio político, se ve obligado a conspirar en contra del régimen. Lo llama un asunto de mera conservación de la vida civil. Caso contrario, en un gobierno representativo, en donde las leyes garantizan la participación política sin importar las ideas, la ecuación política se invierte. Ya no es legítimo conspirar, el espacio político abierto permite disentir, opinar, criticar. 
Al lector le podrá parecer que redundo, que redibujo el esquema de Valle, pero es que la importancia de ese párrafo que transcribo arriba no tiene desperdicio, sobre todo en estos tiempos que corren, en los que el Presidente y Vicepresidenta de la República, presumo que mal asesorados (consecuencia del clientelismo político y del amiguismo indiscriminado), acudieron a toda clase de maniobras legales para pretender callar las críticas a su mediocre gestión, por decirlo en forma amable. 
Parece mentira que el mandatario haya considerado como la opción más fácil poner en marcha maquinaciones y manipulaciones de nuestro moribundo sistema de justicia para acallar a los periodistas que todavía se atreven a disentir y a señalar los abusos y la corrupción que consumen a nuestro sistema político, que impulsar medidas para terminar con los males señalados. Es decir que el Presidente Pérez Molina confía más en meter la basura debajo de la alfombra que en limpiar la casa a fondo. 
Por esa tentación del poder absoluto de silenciar las críticas y callar las conciencias es que es importante pensar y repensar las ideas de Valle, porque en nuestro maltrecho sistema político, lo verdaderamente legítimo es disentir y criticar, pero si se pretender cerrar bocas a la fuerza o imponer “leyes mordaza”, la opción de conspirar irá tomando aires de legitimidad. La prepotencia del ejercicio del poder incontestable priva al gobernante de ver la realidad, acercándolos peligrosamente al abismo. Pero lo que más preocupa a quien esto escribe, es que el actual presidente fue quien pudo ser testigo de primera mano de la ceguera que causa el poder absoluto. No olvidemos que fue a él y a las fuerzas de seguridad a quien la Corte de Constitucionalidad ordenó oportunamente poner fin a la fantasía mesiánica de Serrano Elías… Pero claro, la actual vicepresidenta (en minúscula) fue censora de su tío, el aprendiz de dictador durante su breve experimento. Sabemos entonces, como dice el refrán popular, de qué pata cojea la mesa…