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Campeón de las deportaciones

Redacción
02 de abril, 2014

Decepción y rechazo creciente provoca la escalada de deportaciones de migrantes desde Estados Unidos, en acciones cada vez más drásticas que continúan desintegrando familias y destruyendo proyectos de vida productiva consolidada en aquella nación que por décadas había aprovechó de buena gana el afán de miles de latinoamericanos, que emigraban de sus países de origen buscando una mejor oportunidad de progreso personal y bienestar familiar. 

Nadie niega el elemental objetivo de exigir el apego a las leyes migratorias de cada Estado pero tampoco debe cerrarse la mente a la evidente realidad de una nación que a conveniencia, en su momento aceptó la llegada de ese flujo de indocumentados que hoy superan los 11 millones de personas; y no debido a la vocación de los “spanics” de violar la ley, sino debido a la rigidez e inoperancia de las leyes migratorias que impiden responder a la demanda de fuerza laboral que persiste en aquel país receptor. 
Las expectativas creadas por el Presidente Obama se han visto frustradas ya que mientras oficialmente se ha pronunciado en favor de una reforma migratoria integral, paralelamente y bajo el argumento de fortalecer la seguridad fronteriza y complacer a los opositores, se han multiplicado las patrullas armadas con el consecuente incremento en la muerte de indocumentados y se persigue a los “hispanics” para deportarlos a su nación de origen. Aquellos que todavía buscaban el “sueño americano” fueron siendo objeto de mayores riesgos, estafas y sacrificios para pagar a los “coyotes” que les transportaban a territorio americano, y los que habían tenido la suerte de haber alcanzado estabilidad laboral por varios años, ahora resultan perseguidos y deportados como si con ese endurecimiento se fuera a lograr la tan cacareada reforma migratoria. 
El ánimo de la población latinoamericana fue optimista cuando el Senado aprobó una iniciativa que permitía, previo cumplimiento de numerosos requisitos y extensos períodos de tiempo, obtener un status de legalidad temporal para poder trabajar y residir con cierto grado de tranquilidad. Pero luego quedó todo entrampado en la Cámara Baja y ya hoy se comenta que no se concretará la famosa reforma. 
Mientras tanto, los guatemaltecos siguen sin el TPS y sufriendo las consecuencias de una política intensa de deportaciones que en los tres primeros meses del año ya llega a la cantidad de 13,724 deportados, como lo reporta el pasado martes el diario Prensa Libre. 
Días atrás se conoció el anuncio de la Casa Blanca respecto el pedido presidencial dirigido a revisar el programa de deportaciones a efecto que sin dejar de cumplir con la ley se busquen otras opciones. Menuda esperanza que seguramente quedará en el aire al igual que la tan prometida opción de vivir en paz. 
Un compatriota del Presidente Obama dijo irónicamente, que él debía recibir un reconocimiento como el campeón de las deportaciones y tenía razón. No importa el sufrimiento ni el daño a las familias. Tampoco creo que importe la petición que formulara el Papa Francisco en la reciente entrevista con el gobernante estadounidense. De hecho, ahora promueven por medio de organizaciones aliadas, una serie de argumentos y opciones dirigidos a desincentivar la emigración hacia aquel país; y está bien si se enfoca al presente pero no está bien si solo busca justificar lo injustificable.

Campeón de las deportaciones

Redacción
02 de abril, 2014

Decepción y rechazo creciente provoca la escalada de deportaciones de migrantes desde Estados Unidos, en acciones cada vez más drásticas que continúan desintegrando familias y destruyendo proyectos de vida productiva consolidada en aquella nación que por décadas había aprovechó de buena gana el afán de miles de latinoamericanos, que emigraban de sus países de origen buscando una mejor oportunidad de progreso personal y bienestar familiar. 

Nadie niega el elemental objetivo de exigir el apego a las leyes migratorias de cada Estado pero tampoco debe cerrarse la mente a la evidente realidad de una nación que a conveniencia, en su momento aceptó la llegada de ese flujo de indocumentados que hoy superan los 11 millones de personas; y no debido a la vocación de los “spanics” de violar la ley, sino debido a la rigidez e inoperancia de las leyes migratorias que impiden responder a la demanda de fuerza laboral que persiste en aquel país receptor. 
Las expectativas creadas por el Presidente Obama se han visto frustradas ya que mientras oficialmente se ha pronunciado en favor de una reforma migratoria integral, paralelamente y bajo el argumento de fortalecer la seguridad fronteriza y complacer a los opositores, se han multiplicado las patrullas armadas con el consecuente incremento en la muerte de indocumentados y se persigue a los “hispanics” para deportarlos a su nación de origen. Aquellos que todavía buscaban el “sueño americano” fueron siendo objeto de mayores riesgos, estafas y sacrificios para pagar a los “coyotes” que les transportaban a territorio americano, y los que habían tenido la suerte de haber alcanzado estabilidad laboral por varios años, ahora resultan perseguidos y deportados como si con ese endurecimiento se fuera a lograr la tan cacareada reforma migratoria. 
El ánimo de la población latinoamericana fue optimista cuando el Senado aprobó una iniciativa que permitía, previo cumplimiento de numerosos requisitos y extensos períodos de tiempo, obtener un status de legalidad temporal para poder trabajar y residir con cierto grado de tranquilidad. Pero luego quedó todo entrampado en la Cámara Baja y ya hoy se comenta que no se concretará la famosa reforma. 
Mientras tanto, los guatemaltecos siguen sin el TPS y sufriendo las consecuencias de una política intensa de deportaciones que en los tres primeros meses del año ya llega a la cantidad de 13,724 deportados, como lo reporta el pasado martes el diario Prensa Libre. 
Días atrás se conoció el anuncio de la Casa Blanca respecto el pedido presidencial dirigido a revisar el programa de deportaciones a efecto que sin dejar de cumplir con la ley se busquen otras opciones. Menuda esperanza que seguramente quedará en el aire al igual que la tan prometida opción de vivir en paz. 
Un compatriota del Presidente Obama dijo irónicamente, que él debía recibir un reconocimiento como el campeón de las deportaciones y tenía razón. No importa el sufrimiento ni el daño a las familias. Tampoco creo que importe la petición que formulara el Papa Francisco en la reciente entrevista con el gobernante estadounidense. De hecho, ahora promueven por medio de organizaciones aliadas, una serie de argumentos y opciones dirigidos a desincentivar la emigración hacia aquel país; y está bien si se enfoca al presente pero no está bien si solo busca justificar lo injustificable.