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Crónica de un colapso anunciado

Redacción República
08 de mayo, 2014

Llegó mayo y con él: el día de la madre, los ronrones y las lluvias. Estas últimas me hacen pensar en Robinson Crusoe, aquel náufrago que llegó a una isla aparentemente desierta y donde las cosas no iban tan mal hasta que iniciaron las lluvias y entonces comenzaron sus problemas. Robinson enferma a tal punto que casi muere, su angustia y agonía eran grandes, muy grandes. Muy parecida es nuestra historia. 

No tardará en aparecer en las noticias que a causa de las lluvias, deslaves, aluviones y avulsiones nuestra frágil infraestructura se ve pulverizada sin misericordia por una Naturaleza que no siente pena. Algunos puentes serán destruidos, muchas casas se derrumbarán, varia gente terminará soterrada. En las calles se formarán gigantescos y profundos baches, ocurrirá un sinnúmero de accidentes automovilísticos. Apuesto que las arterias se inundarán, transitarlas será imposible. Los drenajes se taparán porque en un ducto de quince centímetros de diámetro confluyen heces, basura y aguas pluviales. Los alimentos se contaminarán y las enfermedades brotarán indiscriminadamente: cólera, dengue, giardia lamblia, amebas, parásitos y diez mil cosas más. En resumen: crisis, caos, pérdidas cuantiosas y (a veces) muerte. 
Seguramente a los alcaldes y a los funcionarios del gobierno central no les importe nada de esto pues ellos no andan a pie, poseen vehículos (anfibios quizá), consumen alimentos lavados, clorados, hervidos, desinfectados; sus casas están bien cimentadas, no tienen filtraciones; sus ropas se lavan con detergente y suavizante, luego se secan en la secadora. En la ciudad de Guatemala se construyen grandes edificios e infinidad de condominios en las periferias. Se dice por allí que algunos pasos a desnivel no los ha construido ni la Municipalidad ni el Ejecutivo, sino los desarrolladores de esos proyectos como condición para obtener la licencia de construcción. Luego resulta que el alcalde implementa un plan de ordenamiento territorial y dice que se está construyendo la ciudad del futuro, que juntos la lograremos. Me pregunto si se refiere a que tocará a cada uno de nosotros tomar piocha y pala para cambiar o instalar las tuberías que pasan frente a nuestras casas. Da la impresión que esta ciudad ya colapsó y que lo hizo hace mucho y aun así cada día colapsa un poco más. Algunos piensan que no hemos tocado fondo aún, pero algunas cosas simplemente no tienen fondo, como aquellos dos hoyos, el de la zona 6 y el de la zona 2. 
¿En qué momento llegamos a esto? Francamente, ¿no fue ya hace mucho tiempo que Doña Beatriz de la Cueva, esposa del adelantado pero sanguinario Don Pedro de Alvarado, murió soterrada (o ahogada, o ambas) a causa de las lluvias? Vaya lección la de aquella vez. A la fecha aún hay gente que piensa que el Volcán de Agua se llama así porque en lugar de “echar fuego, echó agua”. En estas tierras la lluvia no ha de tomarse a la ligera. No es “orín de gato”, como dicen por allí. De tal forma que, desde hace más de cuatrocientos años nuestras penas siguen siendo las mismas y lo seguirán siendo, año tras año.
P
Pero en Guatemala este asunto del clima no parece ser una gran preocupación, para nadie. El truco es soportar hasta noviembre con un pedazo de nailon y si uno anda en carro y con paraguas la cosa no es tan fea. Mientras tanto, en la televisión nacional los noticieros se han convertido en morboso espectáculo donde las presentadoras del clima compiten entre ellas para ver quién posee el trasero más carnoso, prominente y firme… y así, ¿a quién le importa si llueve o hace sol?
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Crónica de un colapso anunciado

Redacción República
08 de mayo, 2014

Llegó mayo y con él: el día de la madre, los ronrones y las lluvias. Estas últimas me hacen pensar en Robinson Crusoe, aquel náufrago que llegó a una isla aparentemente desierta y donde las cosas no iban tan mal hasta que iniciaron las lluvias y entonces comenzaron sus problemas. Robinson enferma a tal punto que casi muere, su angustia y agonía eran grandes, muy grandes. Muy parecida es nuestra historia. 

No tardará en aparecer en las noticias que a causa de las lluvias, deslaves, aluviones y avulsiones nuestra frágil infraestructura se ve pulverizada sin misericordia por una Naturaleza que no siente pena. Algunos puentes serán destruidos, muchas casas se derrumbarán, varia gente terminará soterrada. En las calles se formarán gigantescos y profundos baches, ocurrirá un sinnúmero de accidentes automovilísticos. Apuesto que las arterias se inundarán, transitarlas será imposible. Los drenajes se taparán porque en un ducto de quince centímetros de diámetro confluyen heces, basura y aguas pluviales. Los alimentos se contaminarán y las enfermedades brotarán indiscriminadamente: cólera, dengue, giardia lamblia, amebas, parásitos y diez mil cosas más. En resumen: crisis, caos, pérdidas cuantiosas y (a veces) muerte. 
Seguramente a los alcaldes y a los funcionarios del gobierno central no les importe nada de esto pues ellos no andan a pie, poseen vehículos (anfibios quizá), consumen alimentos lavados, clorados, hervidos, desinfectados; sus casas están bien cimentadas, no tienen filtraciones; sus ropas se lavan con detergente y suavizante, luego se secan en la secadora. En la ciudad de Guatemala se construyen grandes edificios e infinidad de condominios en las periferias. Se dice por allí que algunos pasos a desnivel no los ha construido ni la Municipalidad ni el Ejecutivo, sino los desarrolladores de esos proyectos como condición para obtener la licencia de construcción. Luego resulta que el alcalde implementa un plan de ordenamiento territorial y dice que se está construyendo la ciudad del futuro, que juntos la lograremos. Me pregunto si se refiere a que tocará a cada uno de nosotros tomar piocha y pala para cambiar o instalar las tuberías que pasan frente a nuestras casas. Da la impresión que esta ciudad ya colapsó y que lo hizo hace mucho y aun así cada día colapsa un poco más. Algunos piensan que no hemos tocado fondo aún, pero algunas cosas simplemente no tienen fondo, como aquellos dos hoyos, el de la zona 6 y el de la zona 2. 
¿En qué momento llegamos a esto? Francamente, ¿no fue ya hace mucho tiempo que Doña Beatriz de la Cueva, esposa del adelantado pero sanguinario Don Pedro de Alvarado, murió soterrada (o ahogada, o ambas) a causa de las lluvias? Vaya lección la de aquella vez. A la fecha aún hay gente que piensa que el Volcán de Agua se llama así porque en lugar de “echar fuego, echó agua”. En estas tierras la lluvia no ha de tomarse a la ligera. No es “orín de gato”, como dicen por allí. De tal forma que, desde hace más de cuatrocientos años nuestras penas siguen siendo las mismas y lo seguirán siendo, año tras año.
P
Pero en Guatemala este asunto del clima no parece ser una gran preocupación, para nadie. El truco es soportar hasta noviembre con un pedazo de nailon y si uno anda en carro y con paraguas la cosa no es tan fea. Mientras tanto, en la televisión nacional los noticieros se han convertido en morboso espectáculo donde las presentadoras del clima compiten entre ellas para ver quién posee el trasero más carnoso, prominente y firme… y así, ¿a quién le importa si llueve o hace sol?
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