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¡Cierto, cerremos el MARN!

Redacción República
22 de junio, 2014

En su columna del pasado 6 de junio (http://www.prensalibre.com.gt/opinion/Ahorremos-Q192-millones_0_1151884822.html) la señora Magaly Rey Rosa propuso una brillante idea: “cerrar el MARN”. ¡Es más -y aquí zanjo diferencia-, nunca se debió haber creado! 

El surgimiento de ese “monstruo”, como bien ella le llama, es responsabilidad precisamente de esa docena de ambientalistas que, creyentes de la existencia de bienes públicos, de la responsabilidad del Estado en administrarlos y de la necesidad de leyes y políticas públicas, es decir, de fuerza y coerción para conservar los recursos naturales, dieron vida a ese Ministerio que ahora nos expolia directamente con 192 millones de quetzales, sin contabilizar lo que indirectamente significa en términos de decrecimiento-económico. 
Ese “monstruo” nunca debió haber nacido, insisto. Que fácil es decir ahora, 28 años después, que no sirve, sólo porque en los años recientes semejante engendro burocrático ha aprobado los EIA’s que dan vida a las licencias de explotación minera. Que fácil y más irresponsable aún es decirlo sabida cuenta de que las ONG’s ambientalistas organizadas en ASOREMA (Asociación Nacional de Organizaciones No Gubernamentales de los Recursos Naturales y el Medio Ambiente), no moverán un dedo en aquella dirección, pues mucho de su financiamiento depende justamente de los tropiezos del monstruo. 
Rey Rosa propone ahora, imagínese, destinar esos fondos a las áreas protegidas. Como si los resultados del CONAP distaran gran cosa de los del MARN. Como si los EIA’s fuesen antagónicos a los planes maestros, como si las áreas protegidas no estuviesen deteriorándose a un ritmo de deforestación de 0,89% anual (FAO-GFP, 2011). Me alegra informarle a la referida que el SIGAP también se encuentra en caos y también genera los mismos intereses perversos, gasto innecesario y resultados totalmente adversos. En un buen tiempo volverá diciendo: “hay que cerrar CONAP!” ¿Porqué no lo cerramos de una vez? 
Ninguna de las instituciones del Estado que nacieron bajo la consigna de conservar los recursos naturales y preservar el ambiente son beneficiosas para el país, más bien se han convertido en monstruos que demandan escasos recursos financieros, generan intereses perversos (a propósito del PINFOR y ProBosques!) y lo que es aún peor: producen efectos contrarios a los propuestos originalmente, es decir, socavan la salud de los bosques, la diversidad biológica y la armonía social. 
Cierto, cerremos el MARN y ahorremos 192 millones! Pero nuevamente zanjo diferencia: no destinemos esos recusos al SIGAP. Propongo aclarar los derechos de propiedad sobre los bosques, eliminando todo procedimiento que implique “pedir permiso(s)”; ceder en propiedad perpetua las áreas protegidas a personas individuales o jurídicas y otorgar propiedad del subsuelo a los superficiarios. No nos ahorraríamos 192 millones, serían al menos 500 millones anuales! Y seguramente tendría mejores efectos en el ambiente y en el bolsillo de los ciudadanos.

¡Cierto, cerremos el MARN!

Redacción República
22 de junio, 2014

En su columna del pasado 6 de junio (http://www.prensalibre.com.gt/opinion/Ahorremos-Q192-millones_0_1151884822.html) la señora Magaly Rey Rosa propuso una brillante idea: “cerrar el MARN”. ¡Es más -y aquí zanjo diferencia-, nunca se debió haber creado! 

El surgimiento de ese “monstruo”, como bien ella le llama, es responsabilidad precisamente de esa docena de ambientalistas que, creyentes de la existencia de bienes públicos, de la responsabilidad del Estado en administrarlos y de la necesidad de leyes y políticas públicas, es decir, de fuerza y coerción para conservar los recursos naturales, dieron vida a ese Ministerio que ahora nos expolia directamente con 192 millones de quetzales, sin contabilizar lo que indirectamente significa en términos de decrecimiento-económico. 
Ese “monstruo” nunca debió haber nacido, insisto. Que fácil es decir ahora, 28 años después, que no sirve, sólo porque en los años recientes semejante engendro burocrático ha aprobado los EIA’s que dan vida a las licencias de explotación minera. Que fácil y más irresponsable aún es decirlo sabida cuenta de que las ONG’s ambientalistas organizadas en ASOREMA (Asociación Nacional de Organizaciones No Gubernamentales de los Recursos Naturales y el Medio Ambiente), no moverán un dedo en aquella dirección, pues mucho de su financiamiento depende justamente de los tropiezos del monstruo. 
Rey Rosa propone ahora, imagínese, destinar esos fondos a las áreas protegidas. Como si los resultados del CONAP distaran gran cosa de los del MARN. Como si los EIA’s fuesen antagónicos a los planes maestros, como si las áreas protegidas no estuviesen deteriorándose a un ritmo de deforestación de 0,89% anual (FAO-GFP, 2011). Me alegra informarle a la referida que el SIGAP también se encuentra en caos y también genera los mismos intereses perversos, gasto innecesario y resultados totalmente adversos. En un buen tiempo volverá diciendo: “hay que cerrar CONAP!” ¿Porqué no lo cerramos de una vez? 
Ninguna de las instituciones del Estado que nacieron bajo la consigna de conservar los recursos naturales y preservar el ambiente son beneficiosas para el país, más bien se han convertido en monstruos que demandan escasos recursos financieros, generan intereses perversos (a propósito del PINFOR y ProBosques!) y lo que es aún peor: producen efectos contrarios a los propuestos originalmente, es decir, socavan la salud de los bosques, la diversidad biológica y la armonía social. 
Cierto, cerremos el MARN y ahorremos 192 millones! Pero nuevamente zanjo diferencia: no destinemos esos recusos al SIGAP. Propongo aclarar los derechos de propiedad sobre los bosques, eliminando todo procedimiento que implique “pedir permiso(s)”; ceder en propiedad perpetua las áreas protegidas a personas individuales o jurídicas y otorgar propiedad del subsuelo a los superficiarios. No nos ahorraríamos 192 millones, serían al menos 500 millones anuales! Y seguramente tendría mejores efectos en el ambiente y en el bolsillo de los ciudadanos.