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A Manuel Ayau

Redacción República
07 de agosto, 2014

Al hombre lo conocí poco en vida.
Sabía de él por sus columnas de prensa y porque había leído su libro Un juego
que no suma cero. La primera vez que lo conocí en persona fue en la rectoría de
la Universidad Francisco Marroquín en 2009; hablamos un rato, firmó uno de sus
libros y me lo regaló. Lo volví a ver en una entrevista que le hice en la
pequeña oficina del Centro de Estudios Económico-Sociales.


Cuando murió, el 4 de agosto de
2010, se me encomendó escribir su biografía para Wikipedia. Fue entonces cuando llegué a conocer mejor al
fundador insignia de la UFM. Manuel Francisco Ayau Cordón –Muso para sus
conocidos– era un hombre inquieto y curioso desde joven, deportista, trabajador
y con chispa intelectual. Desde sus
primeros años hasta finalizada la universidad, Ayau vivió en Estados Unidos
porque su mamá cumplió el deseo de su difunto esposo de criar a sus hijos según
el estilo de vida norteamericano.


Su vida en EE.UU. influyó
bastante en su visión del mundo y en la obra que posteriormente desarrollaría
en Guatemala. Tras graduarse de la universidad en Luisiana y haberse casado,
Ayau regresó a Guatemala y le produjo un profundo impacto la pobreza con la que
se encontró. Le causaba extrañeza por qué un país podía ser tan rico y otro tan
pobre. En Estados Unidos encontrar empleo no era difícil, aun cuando no se
tuvieran muchos conocimientos. Había una
enorme clase media, acomodada y que vivía bien. En Guatemala no. Esa duda fue
la que llevó a Ayau, junto con otros amigos, a fundar el CEES y luego la UFM.

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

A Ayau le pertenece gran parte
del mérito de haber diseminado el liberalismo en Guatemala, empezando la tarea
en una época en que la derecha, y sobre todo la izquierda, se mostraban reacias
a sus enseñanzas. La Guerra Fría estaba en pleno desarrollo y en América Latina
eso significaba un agitado binarismo político (o gobierno autoritario y
protector de derecha o guerrilla comunista) que dejaba poco espacio para otras
opciones, aunque, vale decir, sí las existían.


Si bien Ayau era un fiel seguidor
de la Escuela Austriaca (fue presidente de la Mont Pelerin Society y trajo a
Guatemala a Ludwig von Mises y Friedrich Hayek), él conoció por primera vez del
liberalismo gracias a Ayn Rand luego de leer una de sus obras mientras vivía en
Canadá, entre su adolescencia y sus primeros años como adulto.


También resulta interesante que
Ayau fuera un gran defensor de Milton Friedman, dado que los austriacos suelen
ser fuertes críticos de su legado económico. Mark Skousen cuenta que durante su
primera reunión de junta como presidente de la Foundation of Economic Education
(organización austro-liberal), una gran seguidora de Mises le sugirió que debía
ser más crítico con Friedman. Pocos minutos después se le acercó Ayau y le
sugirió todo lo contrario: que no fuera tan crítico con Friedman.


Thomas Jefferson también
despertaba gran respeto intelectual en
Ayau. No era para menos, entre los padres fundadores de los EE.UU. Jefferson se
erige como uno de los más admirados por los liberales debido a sus ideas de
mantener un gobierno pequeño y respetuoso de la vida privada de sus ciudadanos
y de llevar una política exterior alejada de los conflictos europeos.


El legado de Ayau en Guatemala es
indiscutible, se compartan sus ideas o no. Por ello la columnista de The Wall
Street Journal, Mary O’Grady lo describió como “el abanderado de la libertad más influyente de América Latina en la
segunda mitad del siglo XX”.


A Manuel Ayau

Redacción República
07 de agosto, 2014

Al hombre lo conocí poco en vida.
Sabía de él por sus columnas de prensa y porque había leído su libro Un juego
que no suma cero. La primera vez que lo conocí en persona fue en la rectoría de
la Universidad Francisco Marroquín en 2009; hablamos un rato, firmó uno de sus
libros y me lo regaló. Lo volví a ver en una entrevista que le hice en la
pequeña oficina del Centro de Estudios Económico-Sociales.


Cuando murió, el 4 de agosto de
2010, se me encomendó escribir su biografía para Wikipedia. Fue entonces cuando llegué a conocer mejor al
fundador insignia de la UFM. Manuel Francisco Ayau Cordón –Muso para sus
conocidos– era un hombre inquieto y curioso desde joven, deportista, trabajador
y con chispa intelectual. Desde sus
primeros años hasta finalizada la universidad, Ayau vivió en Estados Unidos
porque su mamá cumplió el deseo de su difunto esposo de criar a sus hijos según
el estilo de vida norteamericano.


Su vida en EE.UU. influyó
bastante en su visión del mundo y en la obra que posteriormente desarrollaría
en Guatemala. Tras graduarse de la universidad en Luisiana y haberse casado,
Ayau regresó a Guatemala y le produjo un profundo impacto la pobreza con la que
se encontró. Le causaba extrañeza por qué un país podía ser tan rico y otro tan
pobre. En Estados Unidos encontrar empleo no era difícil, aun cuando no se
tuvieran muchos conocimientos. Había una
enorme clase media, acomodada y que vivía bien. En Guatemala no. Esa duda fue
la que llevó a Ayau, junto con otros amigos, a fundar el CEES y luego la UFM.

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A Ayau le pertenece gran parte
del mérito de haber diseminado el liberalismo en Guatemala, empezando la tarea
en una época en que la derecha, y sobre todo la izquierda, se mostraban reacias
a sus enseñanzas. La Guerra Fría estaba en pleno desarrollo y en América Latina
eso significaba un agitado binarismo político (o gobierno autoritario y
protector de derecha o guerrilla comunista) que dejaba poco espacio para otras
opciones, aunque, vale decir, sí las existían.


Si bien Ayau era un fiel seguidor
de la Escuela Austriaca (fue presidente de la Mont Pelerin Society y trajo a
Guatemala a Ludwig von Mises y Friedrich Hayek), él conoció por primera vez del
liberalismo gracias a Ayn Rand luego de leer una de sus obras mientras vivía en
Canadá, entre su adolescencia y sus primeros años como adulto.


También resulta interesante que
Ayau fuera un gran defensor de Milton Friedman, dado que los austriacos suelen
ser fuertes críticos de su legado económico. Mark Skousen cuenta que durante su
primera reunión de junta como presidente de la Foundation of Economic Education
(organización austro-liberal), una gran seguidora de Mises le sugirió que debía
ser más crítico con Friedman. Pocos minutos después se le acercó Ayau y le
sugirió todo lo contrario: que no fuera tan crítico con Friedman.


Thomas Jefferson también
despertaba gran respeto intelectual en
Ayau. No era para menos, entre los padres fundadores de los EE.UU. Jefferson se
erige como uno de los más admirados por los liberales debido a sus ideas de
mantener un gobierno pequeño y respetuoso de la vida privada de sus ciudadanos
y de llevar una política exterior alejada de los conflictos europeos.


El legado de Ayau en Guatemala es
indiscutible, se compartan sus ideas o no. Por ello la columnista de The Wall
Street Journal, Mary O’Grady lo describió como “el abanderado de la libertad más influyente de América Latina en la
segunda mitad del siglo XX”.