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La democracia en Guatemala II

Redacción
30 de enero, 2015

La semana pasada hablé de los aciertos de nuestra democracia. Sin embargo, dado que nuestras instituciones públicas son bastante débiles también hemos pasado momentos críticos. Aun cuando ya había jurisprudencia constitucional que impedía a Ríos Montt ser presidente, una astuta jugada política en la elección de magistrados a la Corte de Constitucionalidad le permitió aplastar aquella barrera y ser candidato a la máxima magistratura del país. En temas actuales, estos últimos meses hemos visto la incapacidad del TSE para evitar que los partidos políticos hagan campaña anticipada, algo que es nefasto si tomamos en cuenta que están violando la ley aquéllos que quieren asumir el cargo al que la Constitución le manda obedecer y hacer que se obedezcan las leyes.

Nuestra democracia además ofrece los incentivos para que los peores de entre nosotros ocupen los cargos de elección popular. Concuerdo con Phillip Chicola cuando dice que en nuestro país las ideologías dejaron de tener influencia en la política partidista. Nuestros políticos no se debaten entre propuestas de izquierda o derecha, socialdemócratas o conservadoras, progresistas o liberales. No. El Estado se ha convertido en la plataforma para una nueva especie de empresario que está muy lejos de aquel hombre intrépido que desde la nada acumula riqueza dando a la sociedad bienes y servicios que hacen de nuestra vida una experiencia más agradable.

Este nuevo empresario mira en el Estado la enorme oportunidad para colmar sus bolsas con dinero. Con la alternancia en el poder lo que cambia no es el rumbo de las políticas públicas, sino las personas a las que les tocará hacer dinero por concesiones de la obra pública o por la devolución de favores políticos como financiamientos de campaña. Ello sin tomar en cuenta la penetración que el crimen organizado ha logrado en las estructuras del Estado.

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Y dadas las nefastas opciones que se le presentan al ciudadano cada cuatro años, el guatemalteco que tiene una meridiana comprensión de lo que sucede en este relajiento país no puede votar por la mejor opción, porque no la hay. Su voto es en cambio una forma de control de daños: se elige al candidato menos peor, al que menos estragos causará. Pero como nos lo ha mostrado la experiencia, eso también es una fantasía porque cada gobierno que viene es peor que el anterior. Si con Portillo y Colom creímos que no podía haber mayor descaro, pronto vino Otto Pérez y Roxana Baldetti a probarnos lo contrario con la enorme corrupción que han permitido. Si Berger nos decepcionó por su ineptitud, por el despunte de violencia que hubo en su presidencia, en estos últimos ocho años la inseguridad no ha dejado de preocupar al guatemalteco común.

Hemos iniciado el 2015 aún con las heridas frescas que dejaron las elecciones de magistrados de Sala y Corte Suprema de Justicia el año pasado. Ahora la sombra de Baldizón se hace más latente y si la tradición tiene algo que enseñarnos, quien queda segundo lugar en una elección, se convierte en presidente dentro de cuatro años. Así que este es el año del doctor acusado de plagiar su libro y su tesis doctoral, aquél que ha fundado varios medios de comunicación para enaltecer su nombre, el hombre que todos sabemos que está dispuesto a hacer lo que sea para ser presidente, todo un Francis Underwood tropicalizado.

Nada está escrito, mucho puede pasar en estos meses, pero bien nos dice el Arquitecto en Matrix: “La esperanza es la quintaesencia ilusión humana que es simultáneamente la fuente de su mayor poder y de su mayor debilidad”.

La democracia en Guatemala II

Redacción
30 de enero, 2015

La semana pasada hablé de los aciertos de nuestra democracia. Sin embargo, dado que nuestras instituciones públicas son bastante débiles también hemos pasado momentos críticos. Aun cuando ya había jurisprudencia constitucional que impedía a Ríos Montt ser presidente, una astuta jugada política en la elección de magistrados a la Corte de Constitucionalidad le permitió aplastar aquella barrera y ser candidato a la máxima magistratura del país. En temas actuales, estos últimos meses hemos visto la incapacidad del TSE para evitar que los partidos políticos hagan campaña anticipada, algo que es nefasto si tomamos en cuenta que están violando la ley aquéllos que quieren asumir el cargo al que la Constitución le manda obedecer y hacer que se obedezcan las leyes.

Nuestra democracia además ofrece los incentivos para que los peores de entre nosotros ocupen los cargos de elección popular. Concuerdo con Phillip Chicola cuando dice que en nuestro país las ideologías dejaron de tener influencia en la política partidista. Nuestros políticos no se debaten entre propuestas de izquierda o derecha, socialdemócratas o conservadoras, progresistas o liberales. No. El Estado se ha convertido en la plataforma para una nueva especie de empresario que está muy lejos de aquel hombre intrépido que desde la nada acumula riqueza dando a la sociedad bienes y servicios que hacen de nuestra vida una experiencia más agradable.

Este nuevo empresario mira en el Estado la enorme oportunidad para colmar sus bolsas con dinero. Con la alternancia en el poder lo que cambia no es el rumbo de las políticas públicas, sino las personas a las que les tocará hacer dinero por concesiones de la obra pública o por la devolución de favores políticos como financiamientos de campaña. Ello sin tomar en cuenta la penetración que el crimen organizado ha logrado en las estructuras del Estado.

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Y dadas las nefastas opciones que se le presentan al ciudadano cada cuatro años, el guatemalteco que tiene una meridiana comprensión de lo que sucede en este relajiento país no puede votar por la mejor opción, porque no la hay. Su voto es en cambio una forma de control de daños: se elige al candidato menos peor, al que menos estragos causará. Pero como nos lo ha mostrado la experiencia, eso también es una fantasía porque cada gobierno que viene es peor que el anterior. Si con Portillo y Colom creímos que no podía haber mayor descaro, pronto vino Otto Pérez y Roxana Baldetti a probarnos lo contrario con la enorme corrupción que han permitido. Si Berger nos decepcionó por su ineptitud, por el despunte de violencia que hubo en su presidencia, en estos últimos ocho años la inseguridad no ha dejado de preocupar al guatemalteco común.

Hemos iniciado el 2015 aún con las heridas frescas que dejaron las elecciones de magistrados de Sala y Corte Suprema de Justicia el año pasado. Ahora la sombra de Baldizón se hace más latente y si la tradición tiene algo que enseñarnos, quien queda segundo lugar en una elección, se convierte en presidente dentro de cuatro años. Así que este es el año del doctor acusado de plagiar su libro y su tesis doctoral, aquél que ha fundado varios medios de comunicación para enaltecer su nombre, el hombre que todos sabemos que está dispuesto a hacer lo que sea para ser presidente, todo un Francis Underwood tropicalizado.

Nada está escrito, mucho puede pasar en estos meses, pero bien nos dice el Arquitecto en Matrix: “La esperanza es la quintaesencia ilusión humana que es simultáneamente la fuente de su mayor poder y de su mayor debilidad”.