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El terrorismo a 18 años de la firma de los Acuerdos de Paz.

Redacción
08 de enero, 2015

En 1996 en Guatemala se firmaron los Acuerdos de Paz, supuestamente entre la guerrilla y el Gobierno. Para los principios de la década de 1990 el Conflicto Armado se había agotado, pero la guerrilla, consciente de su inminente fracaso y falta de apoyo de la población, pasó a otros terrenos: el terrorismo mediático y académico por el camino de la propaganda bien trazado.

Previamente, en el proceso preparativo de los Acuerdos, la guerrilla insistió en incluir varios conceptos claves en las leyes que, finalmente, se aprobaron en Guatemala. Se insistió en el concepto derechos humanos lo que fue aplaudido por los países “garantes” (Unión Europea, Candá y los EEUU) con la promesa de financiar las organizaciones no gubernamentales (ONG) guatemaltecas que luchen por la defensa de estos derechos. Es cuando la mayoría de los exguerrilleros abren sus ONG pro DDHH y ahí comienza el jugoso negocio de la miseria humana.

Los guerrilleros que negociaron la paz insistieron en la creación de los artículos de amnistía en la Ley de Reconciliación Nacional que les favorece a ellos, pero crea un vasto campo de la venganza contra el Estado y el Ejército. Pasados cuatro años de “amnistía”, los subversivos emprenden en el 2000 la primera ofensiva penal en las cortes de España. La solicitud fue rechazada, no obstante, el objetivo fue logrado: la opinión pública internacional fue formada, las imágenes de los horrores del conflicto armado presentadas por los exguerrilleros en la prensa internacional se arraigaron en las mentes del público de allá y la palabra Guatemala se asoció con los conceptos de injusticia, violaciones a los derechos humanos y guerra.

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Desde los principios de la década de 1990 los exguerrilleros han conseguido espacios en los gobiernos y en la prensa nacional, entraron en el Archivo de la Policía Nacional, de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) y otras organizaciones semejantes que contabilizaron sin ningún rigor estadístico (o hasta la fecha no lo han presentado) 200 y pico mil víctimas del conflicto, lo que horrorizó el mundo. La información sesgada sobre Guatemala, que vino desde el extranjero —y así, “la más objetiva”—, dominó la mente del público guatemalteco, en su mayoría joven e idealista.

A partir del 2005 aparece un sinnúmero de los columnistas exguerrilleros y afines en la prensa que exigen castigar a los “genocidas”, repiten los sofismas sobre “racismo”, “discriminación”, etc.

Las leyes de amnistía (de 1986 y de 1996) no son obstáculo para la venganza guerrillera. Comienza la histeria del genocidio, concepto que no prevé la extinción de la responsabilidad, a pesar de que este nunca existió. Asimismo, los exguerrilleros insisten en el juicio por la quema de la Embajada de España en el 1980, que ellos mismos secuestraron y quemaron, y otros shows mediáticos que atraen la atención del mundo y, por consiguiente, les traen más recursos a los exguerrilleros. Y estos actos terroristas siguen sucediendo y siguen impunes.

Eso sí, los terroristas-oenegeros evitan a cualquier cosa responder por sus asesinatos, secuestros y otros delitos de lesa humanidad, no prescritos por los Acuerdos de Paz, cometidos durante el Conflicto Armado. Desde el 2011 existen más de 30 denuncias penales contra los terroristas. Todas las denuncias indican a los responsables de la guerrilla. Las denuncias más sonadas son la de Ricardo Méndez-Ruiz (por el secuestró que sufrió); de Esthela de Matta (por el bombazo en el Parque Central de la Ciudad de Guatemala) y de Theodore Plocharski. En las tres denuncias figuran los nombres de los ahora autodenominados “defensores de los derechos humanos” (¡qué casualidad!). Sin embargo, ninguna de las causas penales ha sido concluida, mientras que la mayoría de los señalados en estas denuncias siguen burlándose de la justicia y de los guatemaltecos. En muchos casos lo hacen desde el extranjero.

La historia no puede ser escrita por los delincuentes derrotados, y mucho menos si estos no han sido condenados por sus delitos. Ni la paz puede ser construida mientras la justicia no alcance hasta al último culpable por los crímenes contra la vida y contra la propiedad privada y pública. Los cuentos sobre el genocidio solo sirven a los que lucran con el pasado para conseguir más fondos internacionales con el objetivo de evitar la justicia y continuar con el terrorismo mediático.

es.panampost.com/author/anton-toursinov/

El terrorismo a 18 años de la firma de los Acuerdos de Paz.

Redacción
08 de enero, 2015

En 1996 en Guatemala se firmaron los Acuerdos de Paz, supuestamente entre la guerrilla y el Gobierno. Para los principios de la década de 1990 el Conflicto Armado se había agotado, pero la guerrilla, consciente de su inminente fracaso y falta de apoyo de la población, pasó a otros terrenos: el terrorismo mediático y académico por el camino de la propaganda bien trazado.

Previamente, en el proceso preparativo de los Acuerdos, la guerrilla insistió en incluir varios conceptos claves en las leyes que, finalmente, se aprobaron en Guatemala. Se insistió en el concepto derechos humanos lo que fue aplaudido por los países “garantes” (Unión Europea, Candá y los EEUU) con la promesa de financiar las organizaciones no gubernamentales (ONG) guatemaltecas que luchen por la defensa de estos derechos. Es cuando la mayoría de los exguerrilleros abren sus ONG pro DDHH y ahí comienza el jugoso negocio de la miseria humana.

Los guerrilleros que negociaron la paz insistieron en la creación de los artículos de amnistía en la Ley de Reconciliación Nacional que les favorece a ellos, pero crea un vasto campo de la venganza contra el Estado y el Ejército. Pasados cuatro años de “amnistía”, los subversivos emprenden en el 2000 la primera ofensiva penal en las cortes de España. La solicitud fue rechazada, no obstante, el objetivo fue logrado: la opinión pública internacional fue formada, las imágenes de los horrores del conflicto armado presentadas por los exguerrilleros en la prensa internacional se arraigaron en las mentes del público de allá y la palabra Guatemala se asoció con los conceptos de injusticia, violaciones a los derechos humanos y guerra.

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Desde los principios de la década de 1990 los exguerrilleros han conseguido espacios en los gobiernos y en la prensa nacional, entraron en el Archivo de la Policía Nacional, de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) y otras organizaciones semejantes que contabilizaron sin ningún rigor estadístico (o hasta la fecha no lo han presentado) 200 y pico mil víctimas del conflicto, lo que horrorizó el mundo. La información sesgada sobre Guatemala, que vino desde el extranjero —y así, “la más objetiva”—, dominó la mente del público guatemalteco, en su mayoría joven e idealista.

A partir del 2005 aparece un sinnúmero de los columnistas exguerrilleros y afines en la prensa que exigen castigar a los “genocidas”, repiten los sofismas sobre “racismo”, “discriminación”, etc.

Las leyes de amnistía (de 1986 y de 1996) no son obstáculo para la venganza guerrillera. Comienza la histeria del genocidio, concepto que no prevé la extinción de la responsabilidad, a pesar de que este nunca existió. Asimismo, los exguerrilleros insisten en el juicio por la quema de la Embajada de España en el 1980, que ellos mismos secuestraron y quemaron, y otros shows mediáticos que atraen la atención del mundo y, por consiguiente, les traen más recursos a los exguerrilleros. Y estos actos terroristas siguen sucediendo y siguen impunes.

Eso sí, los terroristas-oenegeros evitan a cualquier cosa responder por sus asesinatos, secuestros y otros delitos de lesa humanidad, no prescritos por los Acuerdos de Paz, cometidos durante el Conflicto Armado. Desde el 2011 existen más de 30 denuncias penales contra los terroristas. Todas las denuncias indican a los responsables de la guerrilla. Las denuncias más sonadas son la de Ricardo Méndez-Ruiz (por el secuestró que sufrió); de Esthela de Matta (por el bombazo en el Parque Central de la Ciudad de Guatemala) y de Theodore Plocharski. En las tres denuncias figuran los nombres de los ahora autodenominados “defensores de los derechos humanos” (¡qué casualidad!). Sin embargo, ninguna de las causas penales ha sido concluida, mientras que la mayoría de los señalados en estas denuncias siguen burlándose de la justicia y de los guatemaltecos. En muchos casos lo hacen desde el extranjero.

La historia no puede ser escrita por los delincuentes derrotados, y mucho menos si estos no han sido condenados por sus delitos. Ni la paz puede ser construida mientras la justicia no alcance hasta al último culpable por los crímenes contra la vida y contra la propiedad privada y pública. Los cuentos sobre el genocidio solo sirven a los que lucran con el pasado para conseguir más fondos internacionales con el objetivo de evitar la justicia y continuar con el terrorismo mediático.

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