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¿Pena de muerte?

Redacción
13 de marzo, 2016

Los acontecimientos de los últimos días me hacen reflexionar el momento en el cual nos apartamos del mundo para considerarnos en sí mismos una esencia distinta. Los juicios históricos a distintos personajes, como Galileo, hacen pensar sobre la experiencia humana y la genética humana. El hecho de que el ser humano pueda ser considerado apartado de su condición mental a la que en muchos tiempos se le consideró alma y su cuerpo propiamente dicho.

A veces consideramos que la humanidad lleva sobre sus hombros un ente destructivo que a su vez hereda y es incurable. Las neurociencias nos enseñan como las neuronas y sus redes dentro del cerebro facilitan la acción de pensar, recordar, articular el lenguaje. También proveen los elementos básicos para la comprensión de la esquizofrenia, la actividad bipolar y la naturaleza del mal.

Los acontecimientos que afectan a lo social son consecuencias de las actividades del orden neural que a su vez son consecuencia de clasificaciones mentales. Anteriormente tratadas como introspección, información y medición de la conducta.

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La percepción, el aprendizaje cuyo fundamento proveyó la filosofía de la mente ahora son campo no-especulativo de la ciencia usando el lenguaje de sensaciones, imágenes y sentimientos que determinan que lo consciente y lo mental no siempre van asociados.

Desde hace dos siglos se estableció que la percepción consciente que conduce al delito se fundamenta en interferencias en las percepciones producidas en el conocimiento del mundo de experiencias pasadas. Mucha comprensión de la mente fue interrumpida por corrientes conductistas y abuso de la razón. Lo cognitivo como proceso de oposición al conductismo propuso que lo ambiental interviene de manera no consciente en su pensamiento y acción.

El 98.4 de la dotación genética humana es la misma del chimpancé. La diferencia en más de cien trillones de conexiones interneuronales hace la diferencia de la operación mental. Lo epigenético, nutritivo y ambiental hace que el cerebro destruya las neuronas que son inoperantes por lo cual no podemos hablar de identidad a nivel individual en ningún caso.

Las neurociencias proveen un camino humano al cáncer de la maldad humana y no a los sentimientos hepáticos de eliminación humana característicos de sociedades cuyo principio de economía se fundamenta en la solución más alejada de la condición humana.

¿Pena de muerte?

Redacción
13 de marzo, 2016

Los acontecimientos de los últimos días me hacen reflexionar el momento en el cual nos apartamos del mundo para considerarnos en sí mismos una esencia distinta. Los juicios históricos a distintos personajes, como Galileo, hacen pensar sobre la experiencia humana y la genética humana. El hecho de que el ser humano pueda ser considerado apartado de su condición mental a la que en muchos tiempos se le consideró alma y su cuerpo propiamente dicho.

A veces consideramos que la humanidad lleva sobre sus hombros un ente destructivo que a su vez hereda y es incurable. Las neurociencias nos enseñan como las neuronas y sus redes dentro del cerebro facilitan la acción de pensar, recordar, articular el lenguaje. También proveen los elementos básicos para la comprensión de la esquizofrenia, la actividad bipolar y la naturaleza del mal.

Los acontecimientos que afectan a lo social son consecuencias de las actividades del orden neural que a su vez son consecuencia de clasificaciones mentales. Anteriormente tratadas como introspección, información y medición de la conducta.

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El 98.4 de la dotación genética humana es la misma del chimpancé. La diferencia en más de cien trillones de conexiones interneuronales hace la diferencia de la operación mental. Lo epigenético, nutritivo y ambiental hace que el cerebro destruya las neuronas que son inoperantes por lo cual no podemos hablar de identidad a nivel individual en ningún caso.

Las neurociencias proveen un camino humano al cáncer de la maldad humana y no a los sentimientos hepáticos de eliminación humana característicos de sociedades cuyo principio de economía se fundamenta en la solución más alejada de la condición humana.