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El político y el idiota

Redacción
02 de agosto, 2016

Tuve la fortuna de adquirir en la reciente edición de la feria internacional del libro, un curioso ejemplar de una obra llamada “palabradiccion”, en la que se explica el origen de muchas de las palabras de nuestro idioma. En este libro se narra una historia muy interesante: cuenta que un intelectual disertaba sobre un tema académico frente a un público integrado por gente de letras y de la cultura. Uno de ellos al concluir le espetó al orador en tono enfadado: “usted con esta presentación está haciendo política”. El orador le contesto con suave modo: “en la antigua Grecia, los atenienses solían dividir a las personas de la comunidad en dos grupos, los políticos y los idiotas. Yo soy político, y usted…?

Aparte de lo ingenioso de la réplica, la historia tiene un giro muy interesante. No había en la respuesta ninguna falta de respeto. Efectivamente la etimología de la palabra idiota en griego sugiere aquello que se reserva para los asuntos estrictamente particulares o privados. Es decir, lo que el orador recordaba es la división que en todo grupo humano existe entre aquellas personas que se interesan por los asuntos públicos y de la comunidad (políticos) y los que únicamente se dedican a lo suyo o propio (Idiotas). Tan no hay falta de respeto en ello que hoy algunos parqueos privados en las ciudades griegas, tal y como lo relata el libro en cuestión, ostentan un letrero que dice “Idiotparking”, refiriéndose a los estacionamientos que no están disponibles al público.

La reflexión de hoy justamente está dirigida a recordar la importancia del hacer política y de involucrarse en los asuntos públicos y de la comunidad. Cierto es que quienes se desentienden por desgano o desidia de estos temas, pronto toman interés en ellos cuando los asuntos ya les han desbordado o afectado sus muy particulares intereses. De allí que la participación política sea necesaria e importante. Sin embargo de qué participación estamos hablando? Somos un país en el que erróneamente se ha afirmado que tenemos exceso de política; muy por el contrario, en Guatemala nos hace falta hacer mucha más política. Basta ver la escasa cultura de militancia y afiliación a nuestros partidos políticos para constatar que hoy los ciudadanos están alejados de la práctica política cotidiana.

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Mi exhortativa se dirige a involucrarse en mayor medida en la discusión en temas políticos. No es necesario franquear de inicio la puerta de un partido político y afiliarse para comenzar. Hay otros planos más sencillos desde donde se empieza a manifestar esa vocación. En qué medida estamos participando en las cosas relacionadas con lo que sucede en la mismísima calle donde vivimos, o los de nuestro barrio, o los de la escuela? Tomar interés y opinar en ellos empieza a desarrollar ese tipo de ciudadanía que tanto necesitamos. Cuando vemos ejemplos positivos de sociedades altamente desarrolladas, usualmente son aquellas en las que los ciudadanos tienen un involucramiento muy activo en los temas cívicos. Los analistas le llaman a esta actividad ejercer “capital social”. No en balde son estas personas, las que practican y fomentan el capital social, quienes ejercen una mayor influencia en sus familiares, vecinos y comunidades.

Una ciudadanía más involucrada en la política es la que construya una mejor sociedad. Al fin y al cabo que la mejor forma de concentrarse en lo propio, es tener una actitud siempre activa y propositiva en el mundo que nos rodea. Eso es hacer política y no quedarnos en el otro plano, en aquél que los griegos nos recordaban con tan pesada palabra.

Las opiniones anteriormente expresadas no representan el pensamiento de este medio de comunicación

El político y el idiota

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02 de agosto, 2016

Tuve la fortuna de adquirir en la reciente edición de la feria internacional del libro, un curioso ejemplar de una obra llamada “palabradiccion”, en la que se explica el origen de muchas de las palabras de nuestro idioma. En este libro se narra una historia muy interesante: cuenta que un intelectual disertaba sobre un tema académico frente a un público integrado por gente de letras y de la cultura. Uno de ellos al concluir le espetó al orador en tono enfadado: “usted con esta presentación está haciendo política”. El orador le contesto con suave modo: “en la antigua Grecia, los atenienses solían dividir a las personas de la comunidad en dos grupos, los políticos y los idiotas. Yo soy político, y usted…?

Aparte de lo ingenioso de la réplica, la historia tiene un giro muy interesante. No había en la respuesta ninguna falta de respeto. Efectivamente la etimología de la palabra idiota en griego sugiere aquello que se reserva para los asuntos estrictamente particulares o privados. Es decir, lo que el orador recordaba es la división que en todo grupo humano existe entre aquellas personas que se interesan por los asuntos públicos y de la comunidad (políticos) y los que únicamente se dedican a lo suyo o propio (Idiotas). Tan no hay falta de respeto en ello que hoy algunos parqueos privados en las ciudades griegas, tal y como lo relata el libro en cuestión, ostentan un letrero que dice “Idiotparking”, refiriéndose a los estacionamientos que no están disponibles al público.

La reflexión de hoy justamente está dirigida a recordar la importancia del hacer política y de involucrarse en los asuntos públicos y de la comunidad. Cierto es que quienes se desentienden por desgano o desidia de estos temas, pronto toman interés en ellos cuando los asuntos ya les han desbordado o afectado sus muy particulares intereses. De allí que la participación política sea necesaria e importante. Sin embargo de qué participación estamos hablando? Somos un país en el que erróneamente se ha afirmado que tenemos exceso de política; muy por el contrario, en Guatemala nos hace falta hacer mucha más política. Basta ver la escasa cultura de militancia y afiliación a nuestros partidos políticos para constatar que hoy los ciudadanos están alejados de la práctica política cotidiana.

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Mi exhortativa se dirige a involucrarse en mayor medida en la discusión en temas políticos. No es necesario franquear de inicio la puerta de un partido político y afiliarse para comenzar. Hay otros planos más sencillos desde donde se empieza a manifestar esa vocación. En qué medida estamos participando en las cosas relacionadas con lo que sucede en la mismísima calle donde vivimos, o los de nuestro barrio, o los de la escuela? Tomar interés y opinar en ellos empieza a desarrollar ese tipo de ciudadanía que tanto necesitamos. Cuando vemos ejemplos positivos de sociedades altamente desarrolladas, usualmente son aquellas en las que los ciudadanos tienen un involucramiento muy activo en los temas cívicos. Los analistas le llaman a esta actividad ejercer “capital social”. No en balde son estas personas, las que practican y fomentan el capital social, quienes ejercen una mayor influencia en sus familiares, vecinos y comunidades.

Una ciudadanía más involucrada en la política es la que construya una mejor sociedad. Al fin y al cabo que la mejor forma de concentrarse en lo propio, es tener una actitud siempre activa y propositiva en el mundo que nos rodea. Eso es hacer política y no quedarnos en el otro plano, en aquél que los griegos nos recordaban con tan pesada palabra.

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