Política
Política
Empresa
Empresa
Investigación y Análisis
Investigación y Análisis
Internacional
Internacional
Opinión
Opinión
Inmobiliaria
Inmobiliaria
Agenda Empresarial
Agenda Empresarial

Cambiar el motor del Ferrari o las redes sociales 2.0

Juan Diego Godoy
25 de noviembre, 2020

No es ningún secreto que durante los últimos cuatro años, los ejecutivos de las principales compañías de redes sociales e internet han realizado esfuerzos significativos en sus plataformas, no por un interés altruista, pero para evitar más señalamientos como los que han protagonizado en los últimos años. Cuando la sociedad les culpa de ser promotores de la desinformación, plataformas para la difusión del discurso de violencia y odio, y vehículos de chantajes y fraudes democráticos, es momento de parar, hacerse un autoexamen y recapacitar. Y así lo han hecho. 

Llegó la hora de redactar nuevas reglas. O, más bien, de desempolvar las antiguas y aplicarlas con las lecciones crudas del presente para no repetir errores en el futuro. Un periodista de The New York Times decía que los cambios implementados en las redes sociales eran como “si Ferrari se hubiese dado cuenta de que solo podía evitar que sus autos se estrellaran si reemplazaba sus potentes motores por motores de karts”. Y, en efecto, así ha sido. El experimento de Facebook, Twitter y Google con estas elecciones estadounidenses acaba de convertirse en el ejemplo perfecto para que las redes sociales caigan en cuenta de que al ralentizar, cerrar y obstaculizar algunas de las funciones principales de sus productos, consiguen defender los valores republicanos y sanar el consumo informativo de la sociedad. Han tenido que “empeorar” sus aplicaciones para ver cómo mejora la calidad de la conversación y el pensamiento crítico de sus usuarios. Aquella filosofía de “las plataformas del libertinaje”, que permitía compartir, comentar, insultar, amenazar y ridiculizar en un ambiente cada vez más tóxico y por ende, cada vez más popular, está cayendo por el propio peso de su insensatez. 

El Twitter que sugiere a sus usuarios leer la noticia más allá del titular antes de compartirla, que etiqueta las publicaciones que contienen información no verificada o incitación a la violencia y que ofrece espacios para leer la información filtrada por las cuentas oficiales de los medios serios y profesionales, es mejor. El Facebook que elimina grupos radicales creados con el único fin de generar confusión y difundir teorías extremistas que entorpecen los procesos democráticos y que regula la compra de anuncios políticos, es mejor. El WhatsApp que alerta sobre los mensajes que han sido reenviados a muchas cuentas y que pueden contener algún bulo, es mejor. 

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Pero las redes pueden ganar la carrera sin estrellarse no solo cambiando los motores, pero reemplazando a sus pilotos. Son y se han convertido en una herramienta vital para las comunicaciones actuales y no pueden eludir la responsabilidad que cae sobre sus hombros. En un mundo en el que los teóricos de las conspiraciones aprovecharán la tecnología para socavar la confianza en la democracia; en el que cada vez más se rehuye de la ciencia para edificar con ignorancia las bases del sentimentalismo alejado de la razón; y en el que se suman esfuerzos para mantener los privilegios de pocos sobre las miserias de muchos, necesitamos con urgencia plataformas que potencien las buenas ideas y conecten a las buenas personas. 

El mundo aferrado a la información veraz y a los mecanismos que la faciliten será siempre un mundo mejor porque estará en esa constante búsqueda de la Verdad. Y bien dicen por ahí que solo la Verdad no hace libres… y yo me atrevo a añadir que, mientras más libres, más humanos. 

@jdgodoyes

Cambiar el motor del Ferrari o las redes sociales 2.0

Juan Diego Godoy
25 de noviembre, 2020

No es ningún secreto que durante los últimos cuatro años, los ejecutivos de las principales compañías de redes sociales e internet han realizado esfuerzos significativos en sus plataformas, no por un interés altruista, pero para evitar más señalamientos como los que han protagonizado en los últimos años. Cuando la sociedad les culpa de ser promotores de la desinformación, plataformas para la difusión del discurso de violencia y odio, y vehículos de chantajes y fraudes democráticos, es momento de parar, hacerse un autoexamen y recapacitar. Y así lo han hecho. 

Llegó la hora de redactar nuevas reglas. O, más bien, de desempolvar las antiguas y aplicarlas con las lecciones crudas del presente para no repetir errores en el futuro. Un periodista de The New York Times decía que los cambios implementados en las redes sociales eran como “si Ferrari se hubiese dado cuenta de que solo podía evitar que sus autos se estrellaran si reemplazaba sus potentes motores por motores de karts”. Y, en efecto, así ha sido. El experimento de Facebook, Twitter y Google con estas elecciones estadounidenses acaba de convertirse en el ejemplo perfecto para que las redes sociales caigan en cuenta de que al ralentizar, cerrar y obstaculizar algunas de las funciones principales de sus productos, consiguen defender los valores republicanos y sanar el consumo informativo de la sociedad. Han tenido que “empeorar” sus aplicaciones para ver cómo mejora la calidad de la conversación y el pensamiento crítico de sus usuarios. Aquella filosofía de “las plataformas del libertinaje”, que permitía compartir, comentar, insultar, amenazar y ridiculizar en un ambiente cada vez más tóxico y por ende, cada vez más popular, está cayendo por el propio peso de su insensatez. 

El Twitter que sugiere a sus usuarios leer la noticia más allá del titular antes de compartirla, que etiqueta las publicaciones que contienen información no verificada o incitación a la violencia y que ofrece espacios para leer la información filtrada por las cuentas oficiales de los medios serios y profesionales, es mejor. El Facebook que elimina grupos radicales creados con el único fin de generar confusión y difundir teorías extremistas que entorpecen los procesos democráticos y que regula la compra de anuncios políticos, es mejor. El WhatsApp que alerta sobre los mensajes que han sido reenviados a muchas cuentas y que pueden contener algún bulo, es mejor. 

SUSCRIBITE A NUESTRO NEWSLETTER

Pero las redes pueden ganar la carrera sin estrellarse no solo cambiando los motores, pero reemplazando a sus pilotos. Son y se han convertido en una herramienta vital para las comunicaciones actuales y no pueden eludir la responsabilidad que cae sobre sus hombros. En un mundo en el que los teóricos de las conspiraciones aprovecharán la tecnología para socavar la confianza en la democracia; en el que cada vez más se rehuye de la ciencia para edificar con ignorancia las bases del sentimentalismo alejado de la razón; y en el que se suman esfuerzos para mantener los privilegios de pocos sobre las miserias de muchos, necesitamos con urgencia plataformas que potencien las buenas ideas y conecten a las buenas personas. 

El mundo aferrado a la información veraz y a los mecanismos que la faciliten será siempre un mundo mejor porque estará en esa constante búsqueda de la Verdad. Y bien dicen por ahí que solo la Verdad no hace libres… y yo me atrevo a añadir que, mientras más libres, más humanos. 

@jdgodoyes