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La felicidad depende de ser libres

Jose Azel
13 de abril, 2021

El discurso de Pericles exhortando a los atenienses durante la Guerra del Peloponeso es quizás el discurso en defensa de los valores democráticos más celebrado. Pericles defiende el patriotismo ateniense, pero también los valores universales de tolerancia, diversidad, libre comercio y el imperio de la ley. Termina recordándoles a sus compatriotas que “…la felicidad depende de ser libres, y la libertad depende de ser valientes”.

Siempre me ha motivado esa bella oración, y deseo explorar su sabiduría en el contexto más corriente del gasto gubernamental. Mi primer punto pocas veces es apreciado: cualquier promesa que solicitamos al gobierno requiere que entreguemos algo de libertad. Cuando consentimos en ser gobernados concedemos al gobierno el uso monopólico del poder coercitivo en la sociedad. Damos al gobierno el derecho exclusivo a forzarnos a comportarnos de unas formas u otras… 

Cuando renunciamos a la libertad de manejar a 120 millas por hora para mejorar la seguridad del tráfico hemos entregado la libertad de manejar como nos plazca. Escogiendo seguridad sobre libertad hemos entregado juiciosamente algún grado de libertad. Esta es la lógica de intercambiar libertad por algún valioso servicio del gobierno, que sustenta nuestro concepto occidental de gobierno legítimo.

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Por definición, más gobierno implica menos libertad. Y además malinterpretamos esta lógica y actuamos como si más servicios gubernamentales (es decir, mayor gobierno) fueran siempre una mejoría en nuestras vidas. Eso equivale a declarar que nuestras vidas se enriquecen con menos libertad.

Una medida del tamaño del gobierno es el gasto gubernamental. Actualmente los gobiernos nacionales gastan, en promedio, un total de $2,376 por ciudadano. En 2005 el gasto gubernamental total por persona en Estados Unidos alcanzó $14,847. En 2012 se había incrementado 31.2%, hasta $19,483: una significativa reducción de libertad.

He seleccionado esos años para que se correspondan con las medidas disponibles de felicidad presentadas más adelante. Por la lógica de que más servicios gubernamentales representan vidas más felices, ¿qué conseguimos con esta entrega de libertad?

El “Reporte de Felicidad Mundial” es una nueva medida sofisticada sobre cómo las personas alrededor del mundo evalúan su satisfacción general con la vida. El reporte es un abarcador instrumento que busca medir la felicidad incluyendo variables tales como PIB per cápita, expectativa de vida saludable, apoyo social, ausencia de corrupción, generosidad, y libertad de decidir sobre la vida.

Cuando se publicó inicialmente el “Reporte de Felicidad Mundial”, con datos recogidos entre 2005-2007, Estados Unidos aparecía como el onceno país más feliz del mundo. El último reporte utiliza datos de 2012-2014 y muestra a EEUU cayendo al decimoquinto lugar. Estados Unidos estaba entre los grandes perdedores de felicidad, más lejos de lo que se esperaría de las pérdidas de ingreso debido a cambios macroeconómicos. Una de las razones para el declinar de la felicidad fue una pérdida percibida de “libertad de decidir sobre la vida”.

Evidentemente, esos datos no bastan para establecer una correlación, mucho menos causalidad, entre crecimiento del gobierno y felicidad. Los mejores datos son los de los países escandinavos, que reportan a la vez altos niveles de felicidad y de gastos gubernamentales.

Pero los datos muestran que, a pesar de entregar significativa libertad permitiendo incrementar gastos gubernamentales en 31.2% en este período, nuestra felicidad percibida no se incrementa, sino decrece. Quizás EEUU es solamente un caso de mala gestión. Pero permanece el hecho de que no obtenemos demasiado por sacrificar nuestra billetera y libertad.

Carlos Alberto Montaner ofrece una explicación: “Tomar decisiones es lo que nos define como humanos. Cuando un gobierno decide por nosotros, e impone una manera de vivir, patrones de conducta, y valores, nos roba la felicidad. Eso es lo que convierte a países como Cuba en inhabitables”.

La lección es que, en esta temporada política, debemos ser escépticos ante cualquier oferta de incrementar el gasto gubernamental bajo el disfraz de aumentar nuestro bienestar. En vez de eso, deberíamos tener el coraje de buscar nuestra propia felicidad.

Es ciertamente un caso para un gobierno que protege nuestra vida, libertad y propiedades, como previeron los Padres Fundadores. No tiene sentido entregar más libertades para comprar un mayor gobierno. Como resultado, mayor gobierno y felicidad pueden ser mutuamente excluyentes, porque la felicidad depende de ser libres.

El Dr. José Azel es Investigador Senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, y autor del libro Mañana in Cuba.

La felicidad depende de ser libres

Jose Azel
13 de abril, 2021

El discurso de Pericles exhortando a los atenienses durante la Guerra del Peloponeso es quizás el discurso en defensa de los valores democráticos más celebrado. Pericles defiende el patriotismo ateniense, pero también los valores universales de tolerancia, diversidad, libre comercio y el imperio de la ley. Termina recordándoles a sus compatriotas que “…la felicidad depende de ser libres, y la libertad depende de ser valientes”.

Siempre me ha motivado esa bella oración, y deseo explorar su sabiduría en el contexto más corriente del gasto gubernamental. Mi primer punto pocas veces es apreciado: cualquier promesa que solicitamos al gobierno requiere que entreguemos algo de libertad. Cuando consentimos en ser gobernados concedemos al gobierno el uso monopólico del poder coercitivo en la sociedad. Damos al gobierno el derecho exclusivo a forzarnos a comportarnos de unas formas u otras… 

Cuando renunciamos a la libertad de manejar a 120 millas por hora para mejorar la seguridad del tráfico hemos entregado la libertad de manejar como nos plazca. Escogiendo seguridad sobre libertad hemos entregado juiciosamente algún grado de libertad. Esta es la lógica de intercambiar libertad por algún valioso servicio del gobierno, que sustenta nuestro concepto occidental de gobierno legítimo.

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Por definición, más gobierno implica menos libertad. Y además malinterpretamos esta lógica y actuamos como si más servicios gubernamentales (es decir, mayor gobierno) fueran siempre una mejoría en nuestras vidas. Eso equivale a declarar que nuestras vidas se enriquecen con menos libertad.

Una medida del tamaño del gobierno es el gasto gubernamental. Actualmente los gobiernos nacionales gastan, en promedio, un total de $2,376 por ciudadano. En 2005 el gasto gubernamental total por persona en Estados Unidos alcanzó $14,847. En 2012 se había incrementado 31.2%, hasta $19,483: una significativa reducción de libertad.

He seleccionado esos años para que se correspondan con las medidas disponibles de felicidad presentadas más adelante. Por la lógica de que más servicios gubernamentales representan vidas más felices, ¿qué conseguimos con esta entrega de libertad?

El “Reporte de Felicidad Mundial” es una nueva medida sofisticada sobre cómo las personas alrededor del mundo evalúan su satisfacción general con la vida. El reporte es un abarcador instrumento que busca medir la felicidad incluyendo variables tales como PIB per cápita, expectativa de vida saludable, apoyo social, ausencia de corrupción, generosidad, y libertad de decidir sobre la vida.

Cuando se publicó inicialmente el “Reporte de Felicidad Mundial”, con datos recogidos entre 2005-2007, Estados Unidos aparecía como el onceno país más feliz del mundo. El último reporte utiliza datos de 2012-2014 y muestra a EEUU cayendo al decimoquinto lugar. Estados Unidos estaba entre los grandes perdedores de felicidad, más lejos de lo que se esperaría de las pérdidas de ingreso debido a cambios macroeconómicos. Una de las razones para el declinar de la felicidad fue una pérdida percibida de “libertad de decidir sobre la vida”.

Evidentemente, esos datos no bastan para establecer una correlación, mucho menos causalidad, entre crecimiento del gobierno y felicidad. Los mejores datos son los de los países escandinavos, que reportan a la vez altos niveles de felicidad y de gastos gubernamentales.

Pero los datos muestran que, a pesar de entregar significativa libertad permitiendo incrementar gastos gubernamentales en 31.2% en este período, nuestra felicidad percibida no se incrementa, sino decrece. Quizás EEUU es solamente un caso de mala gestión. Pero permanece el hecho de que no obtenemos demasiado por sacrificar nuestra billetera y libertad.

Carlos Alberto Montaner ofrece una explicación: “Tomar decisiones es lo que nos define como humanos. Cuando un gobierno decide por nosotros, e impone una manera de vivir, patrones de conducta, y valores, nos roba la felicidad. Eso es lo que convierte a países como Cuba en inhabitables”.

La lección es que, en esta temporada política, debemos ser escépticos ante cualquier oferta de incrementar el gasto gubernamental bajo el disfraz de aumentar nuestro bienestar. En vez de eso, deberíamos tener el coraje de buscar nuestra propia felicidad.

Es ciertamente un caso para un gobierno que protege nuestra vida, libertad y propiedades, como previeron los Padres Fundadores. No tiene sentido entregar más libertades para comprar un mayor gobierno. Como resultado, mayor gobierno y felicidad pueden ser mutuamente excluyentes, porque la felicidad depende de ser libres.

El Dr. José Azel es Investigador Senior en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, y autor del libro Mañana in Cuba.