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Hablemos de sicarios digitales, los Netcenters

Juan Diego Godoy
19 de mayo, 2021

Netcenter, cuenta anónima, bot político, troll, desestabilizador digital, netcentero. Como quieran  llamarle. La diversidad de nombres no altera su razón de ser: influir y manipular la opinión  pública con métodos hostiles y basados en la cultura de la cancelación. Lo ocurrido hace  unos días contra el gremio periodístico sirve para volver a hablar del tema. 

Vamos a ello.  

Los hechos. El lunes una periodista (Michelle Mendoza, corresponsal de CNN) denunció que  durante la presentación del Informe de Labores del Ministerio Público, la magistrada de la Corte  Suprema de Justicia (CSJ), Vitalina Orellana, le había tomado fotografías que luego fueron  utilizadas por una cuenta de netcenter en Twitter que se dedica a la intimidación de periodistas,  funcionarios y activistas a través de redes sociales. La magistrada ha negado el hecho. Otros  periodistas respaldan a la colega. El caso no se aclarará nunca y si bien las fotografías y la  presunta implicación de la magistrada son temas importantes que merecen ser investigados, lo  que salta al ojo —y me incomoda de sobremanera— es la aceptación de la existencia de cuentas  anónimas en el universo digital que se dedican a la intimidación de otras personas, por el  simple hecho de realizar su trabajo. ¡Esto tienen que parar! 

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El netcenter funciona como una especie de comunidad digital dedicada a la manipulación a través  de estrategias de desinformación que se apoyan en la inmediatez de las redes y se refugian en la  ausencia de normas claras en este universo digital. Tienen objetivos específicos, que suelen ser  figuras públicas, y la mayoría de sus metas consisten en arruinar reputaciones y desprestigiar todo  tipo de acciones haciendo uso magistral de falacias argumentativas y noticias falsas con  carga emocional. Para profundizar en el tema, recomiendo la investigación del periodista Luis  Assardo, “Negocio de Manipulación” o el informe “Bots y Netcenters y el combate a la impunidad”  de la extinta Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). 

Lo más peligroso de esto es que es un negocio rentable. Se supo que para las elecciones  generales pasadas, un grupo de netcenters cobró cerca de $250 mil mensuales por  cambiar un tema, posicionar un hashtag y crear campañas de desprestigio contra los oponentes  del cliente. Otros expertos aseguran que para otro tipo de favores más “personalizados”, suelen  cobrar alrededor de $7 mil mensuales por la generación de una imagen pública, posicionamiento de  marca y campaña negra teledirigida con servicio incluido de rumores, difamaciones y calumnias.  Un netcenter junior, sin tanta experiencia, puede ganar hasta Q5 mil mensuales; el doble del  salario mínimo actual.  

Pero lo más indignante es que hay personas como usted y como yo —usuarios de redes sociales — que ya sea por cinismo o por ignorancia, siguen, interactúan y aplauden la labor de estos  nichos de desinformación. La cuenta que denunció la periodista y que nos ha obligado a hablar de este caso, tiene más de 12 mil seguidores en Twitter. ¡Doce mil! Sépalo y anótelo donde no se le  olvide: los netcenters no son individuos obesos y antisociales sentados detrás de un escritorio, en  un sótano, conectados al internet a la espera de algo que pueda alterar las redes. No  necesariamente. ¡Son sicarios digitales y altamente peligrosos! Nosotros, como usuarios de  internet y ciudadanos que buscamos la Verdad y defendemos la integridad de todas las personas,  hemos de denunciarlos a través de las herramientas habilitadas en las plataformas digitales y  exigir a nuestras autoridades mecanismos efectivos, rápidos y potentes para evitar que este  negocio siga perpetuándose en las entrañas de la sociedad digital; esa que ha encontrado en las  redes un canal sano de discusión, expresión, formación y denuncia. 

 @jdgodoyes / Sucríbase a La Columna Semanal aquí: https://chat.whatsapp.com/ GRfNaM5ZJt02Mn9sMkjSS8

Hablemos de sicarios digitales, los Netcenters

Juan Diego Godoy
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Netcenter, cuenta anónima, bot político, troll, desestabilizador digital, netcentero. Como quieran  llamarle. La diversidad de nombres no altera su razón de ser: influir y manipular la opinión  pública con métodos hostiles y basados en la cultura de la cancelación. Lo ocurrido hace  unos días contra el gremio periodístico sirve para volver a hablar del tema. 

Vamos a ello.  

Los hechos. El lunes una periodista (Michelle Mendoza, corresponsal de CNN) denunció que  durante la presentación del Informe de Labores del Ministerio Público, la magistrada de la Corte  Suprema de Justicia (CSJ), Vitalina Orellana, le había tomado fotografías que luego fueron  utilizadas por una cuenta de netcenter en Twitter que se dedica a la intimidación de periodistas,  funcionarios y activistas a través de redes sociales. La magistrada ha negado el hecho. Otros  periodistas respaldan a la colega. El caso no se aclarará nunca y si bien las fotografías y la  presunta implicación de la magistrada son temas importantes que merecen ser investigados, lo  que salta al ojo —y me incomoda de sobremanera— es la aceptación de la existencia de cuentas  anónimas en el universo digital que se dedican a la intimidación de otras personas, por el  simple hecho de realizar su trabajo. ¡Esto tienen que parar! 

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Lo más peligroso de esto es que es un negocio rentable. Se supo que para las elecciones  generales pasadas, un grupo de netcenters cobró cerca de $250 mil mensuales por  cambiar un tema, posicionar un hashtag y crear campañas de desprestigio contra los oponentes  del cliente. Otros expertos aseguran que para otro tipo de favores más “personalizados”, suelen  cobrar alrededor de $7 mil mensuales por la generación de una imagen pública, posicionamiento de  marca y campaña negra teledirigida con servicio incluido de rumores, difamaciones y calumnias.  Un netcenter junior, sin tanta experiencia, puede ganar hasta Q5 mil mensuales; el doble del  salario mínimo actual.  

Pero lo más indignante es que hay personas como usted y como yo —usuarios de redes sociales — que ya sea por cinismo o por ignorancia, siguen, interactúan y aplauden la labor de estos  nichos de desinformación. La cuenta que denunció la periodista y que nos ha obligado a hablar de este caso, tiene más de 12 mil seguidores en Twitter. ¡Doce mil! Sépalo y anótelo donde no se le  olvide: los netcenters no son individuos obesos y antisociales sentados detrás de un escritorio, en  un sótano, conectados al internet a la espera de algo que pueda alterar las redes. No  necesariamente. ¡Son sicarios digitales y altamente peligrosos! Nosotros, como usuarios de  internet y ciudadanos que buscamos la Verdad y defendemos la integridad de todas las personas,  hemos de denunciarlos a través de las herramientas habilitadas en las plataformas digitales y  exigir a nuestras autoridades mecanismos efectivos, rápidos y potentes para evitar que este  negocio siga perpetuándose en las entrañas de la sociedad digital; esa que ha encontrado en las  redes un canal sano de discusión, expresión, formación y denuncia. 

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