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Así engaña el Gobierno a los ciudadanos con el IPC

Curiosamente, ese consenso keynesiano, que siempre aplaude hasta sangrar cualquier desequilibrio estatal porque vive de él, no dijo nada ante la aberración de los tipos negativos y la expansión monetaria sin control.

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Daniel Lacalle |
05 de septiembre, 2023

El gobierno no tiene la menor intención de reducir la inflación porque se beneficia de ella. Con inflación se recauda más, al subirnos a todos los impuestos, negándose a deflactarlos al IPC, y además el ejecutivo se vanagloria de “bajar la deuda” aunque en realidad suba.

La deuda pública se dispara a 1,56 billones de euros, pero “baja” al 113% del PIB nominal, es decir, el PIB sin ajustar por la inflación. ¿Y qué ocurre? Que aunque el PIB real no aumente tanto, la ratio deuda sobre PIB se “reduce” … Bueno, ni con esas. La realidad es que desde el cuarto trimestre de 2019, el gobierno ha disparado la deuda sobre PIB quince puntos, más que ningún país de la eurozona o de la Unión Europea.

Sí, queridos lectores, hay una razón por la que se llama a la inflación el impuesto encubierto, porque lo es.

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La inflación se ha disparado por la brutal impresión de dinero de 2020-21. El estudio de Borio para el Bank of International Settlements, o los estudios de Hanke, Congdon y Castañeda demuestra que el episodio inflacionario vino por el aumento abrupto de la cantidad de dinero. Hasta Summers y Furman alertaron sobre lo que está ocurriendo. ¿Y por qué no había inflación antes, cuando se imprimía mucho también? Primero, la había, y enorme. El índice de precios inmobiliarios disparado, activos financieros a máximos históricos a pesar de que el aumento de beneficios y la macroeconomía no lo justificaban, llevando a una enorme expansión de múltiplos, La inflación no es solo el IPC. Pero lo que diferenció el 2020-21 de otros episodios es que la inyección de nueva moneda creada artificialmente era más de cinco veces superior a lo que llamábamos el “bazooka de Draghi” y, en vez de quedarse en activos financieros, se usó para disparar el gasto público. Y por eso, entre otras cosas, la inflación en la eurozona es muy superior a la de Suiza, con los mismos factores externos de riesgo, o la de Corea del Sur o China, igualmente o más expuestos a los precios de las materias primas.

Curiosamente, ese consenso keynesiano, que siempre aplaude hasta sangrar cualquier desequilibrio estatal porque vive de él, no dijo nada ante la aberración de los tipos negativos y la expansión monetaria sin control.

Ni los beneficios empresariales ni los salarios ni los fletes suben los precios agregados de manera sostenida y continua. Lo único que hace que los precios agregados suban constantemente y consoliden dicha subida anualmente es la destrucción del poder adquisitivo de la moneda emitida. 

Para combatir la inflación hacen falta tres requisitos: Subir los tipos de interés hasta, al menos, el nivel neutral que coincida con las expectativas de inflación a largo plazo, reducir la cantidad de dinero en circulación en el sistema y reducir el gasto público y en particular esos déficits que suponen mayor consumo de nuevas unidades monetarias en el futuro.

El gran problema de estos meses es que se había generado una narrativa falaz de optimismo con la inflación. Primero, porque se engaña a los ciudadanos haciéndoles pensar que una reducción de la tasa interanual del IPC es una caída de precios. Los precios han subido en agregado todos los meses menos dos entre enero y agosto, y la inflación acumulada de España supera el 15,7% desde junio de 2018.

El gobierno nos dice que España tiene la inflación más baja de Europa, pero no nos explica que es porque la tasa interanual parte de un nivel base superior. Antes teníamos la inflación más alta, hoy menos, pero en agregado la diferencia con la media de la eurozona es insignificante ajustada por la caída de renta disponible y a poder adquisitivo. Efectivamente, entre el 18,7% de la eurozona y el 15,7% de España (junio 2018-julio 2023) solo hay una diferencia de tres puntos porcentuales, incluidas las divergencias creadas por diferentes subsidios que no dejan de suponer más inflación en el futuro, ya que suponen un consumo superior de nuevas unidades monetarias por parte de un estado enormemente deficitario.

Que nuestra pérdida de renta y poder adquisitivo no es menor sino superior a la media lo muestra Eurostat que refleja que España en 2022 ha perdido convergencia con respecto a la Unión Europea y la eurozona en renta per cápita ajustada por poder adquisitivo. Se sitúa en 85 en 2022 -último dato- que supone 15 puntos por debajo de la media de la UE y 19 puntos por debajo de los niveles de la eurozona, bajando a niveles peores que en 2011. En 2018 España registraba un 91. Somos más pobres en términos absolutos y relativos a los comparables. Obviamente, si la renta per cápita ajustada por poder adquisitivo es inferior a la media y también pierde en puestos de convergencia, decir que en España la inflación es más baja es hacer un análisis sesgado e incompleto de la situación real y el empobrecimiento de la población.

Los gobiernos se han puesto la medalla por una moderación de la inflación que viene sobre todo del efecto base -la interanual se compara con un dato muy alto- y por la caída de las materias primas gracias a las subidas de tipos, una caída que ha cambiado de tendencia desde mayo cuando se empezaron a anunciar relajaciones monetarias y los efectos de oferta y demanda vuelven a mover el precio.

En cualquier caso, no tendríamos un nivel de inflación titular y subyacente tan elevado, éste último triplica el objetivo del BCE, si se llevase a cabo una verdadera normalización de la política monetaria y fiscal. No podemos olvidar que el balance del BCE es el 52% del PIB de la eurozona comparado con el 31% de la Reserva Federal con respecto al PIB de EE.UU., que hemos sufrido durante años la aberración económica de los tipos negativos y que los estados han consolidado y en algunos casos aumentado el consumo de nuevas unidades monetarias con los Fondos Europeos y un déficit elevado donde muchos gobiernos se presentan como la solución a la inflación que han creado consumiendo todavía más unidades monetarias emitidas.

Necesitamos una política fiscal responsable que elimine el incentivo a endeudarse y aumentar la inflación, empobreciendo a los ciudadanos.

Así engaña el Gobierno a los ciudadanos con el IPC

Curiosamente, ese consenso keynesiano, que siempre aplaude hasta sangrar cualquier desequilibrio estatal porque vive de él, no dijo nada ante la aberración de los tipos negativos y la expansión monetaria sin control.

Daniel Lacalle |
05 de septiembre, 2023
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El gobierno no tiene la menor intención de reducir la inflación porque se beneficia de ella. Con inflación se recauda más, al subirnos a todos los impuestos, negándose a deflactarlos al IPC, y además el ejecutivo se vanagloria de “bajar la deuda” aunque en realidad suba.

La deuda pública se dispara a 1,56 billones de euros, pero “baja” al 113% del PIB nominal, es decir, el PIB sin ajustar por la inflación. ¿Y qué ocurre? Que aunque el PIB real no aumente tanto, la ratio deuda sobre PIB se “reduce” … Bueno, ni con esas. La realidad es que desde el cuarto trimestre de 2019, el gobierno ha disparado la deuda sobre PIB quince puntos, más que ningún país de la eurozona o de la Unión Europea.

Sí, queridos lectores, hay una razón por la que se llama a la inflación el impuesto encubierto, porque lo es.

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La inflación se ha disparado por la brutal impresión de dinero de 2020-21. El estudio de Borio para el Bank of International Settlements, o los estudios de Hanke, Congdon y Castañeda demuestra que el episodio inflacionario vino por el aumento abrupto de la cantidad de dinero. Hasta Summers y Furman alertaron sobre lo que está ocurriendo. ¿Y por qué no había inflación antes, cuando se imprimía mucho también? Primero, la había, y enorme. El índice de precios inmobiliarios disparado, activos financieros a máximos históricos a pesar de que el aumento de beneficios y la macroeconomía no lo justificaban, llevando a una enorme expansión de múltiplos, La inflación no es solo el IPC. Pero lo que diferenció el 2020-21 de otros episodios es que la inyección de nueva moneda creada artificialmente era más de cinco veces superior a lo que llamábamos el “bazooka de Draghi” y, en vez de quedarse en activos financieros, se usó para disparar el gasto público. Y por eso, entre otras cosas, la inflación en la eurozona es muy superior a la de Suiza, con los mismos factores externos de riesgo, o la de Corea del Sur o China, igualmente o más expuestos a los precios de las materias primas.

Curiosamente, ese consenso keynesiano, que siempre aplaude hasta sangrar cualquier desequilibrio estatal porque vive de él, no dijo nada ante la aberración de los tipos negativos y la expansión monetaria sin control.

Ni los beneficios empresariales ni los salarios ni los fletes suben los precios agregados de manera sostenida y continua. Lo único que hace que los precios agregados suban constantemente y consoliden dicha subida anualmente es la destrucción del poder adquisitivo de la moneda emitida. 

Para combatir la inflación hacen falta tres requisitos: Subir los tipos de interés hasta, al menos, el nivel neutral que coincida con las expectativas de inflación a largo plazo, reducir la cantidad de dinero en circulación en el sistema y reducir el gasto público y en particular esos déficits que suponen mayor consumo de nuevas unidades monetarias en el futuro.

El gran problema de estos meses es que se había generado una narrativa falaz de optimismo con la inflación. Primero, porque se engaña a los ciudadanos haciéndoles pensar que una reducción de la tasa interanual del IPC es una caída de precios. Los precios han subido en agregado todos los meses menos dos entre enero y agosto, y la inflación acumulada de España supera el 15,7% desde junio de 2018.

El gobierno nos dice que España tiene la inflación más baja de Europa, pero no nos explica que es porque la tasa interanual parte de un nivel base superior. Antes teníamos la inflación más alta, hoy menos, pero en agregado la diferencia con la media de la eurozona es insignificante ajustada por la caída de renta disponible y a poder adquisitivo. Efectivamente, entre el 18,7% de la eurozona y el 15,7% de España (junio 2018-julio 2023) solo hay una diferencia de tres puntos porcentuales, incluidas las divergencias creadas por diferentes subsidios que no dejan de suponer más inflación en el futuro, ya que suponen un consumo superior de nuevas unidades monetarias por parte de un estado enormemente deficitario.

Que nuestra pérdida de renta y poder adquisitivo no es menor sino superior a la media lo muestra Eurostat que refleja que España en 2022 ha perdido convergencia con respecto a la Unión Europea y la eurozona en renta per cápita ajustada por poder adquisitivo. Se sitúa en 85 en 2022 -último dato- que supone 15 puntos por debajo de la media de la UE y 19 puntos por debajo de los niveles de la eurozona, bajando a niveles peores que en 2011. En 2018 España registraba un 91. Somos más pobres en términos absolutos y relativos a los comparables. Obviamente, si la renta per cápita ajustada por poder adquisitivo es inferior a la media y también pierde en puestos de convergencia, decir que en España la inflación es más baja es hacer un análisis sesgado e incompleto de la situación real y el empobrecimiento de la población.

Los gobiernos se han puesto la medalla por una moderación de la inflación que viene sobre todo del efecto base -la interanual se compara con un dato muy alto- y por la caída de las materias primas gracias a las subidas de tipos, una caída que ha cambiado de tendencia desde mayo cuando se empezaron a anunciar relajaciones monetarias y los efectos de oferta y demanda vuelven a mover el precio.

En cualquier caso, no tendríamos un nivel de inflación titular y subyacente tan elevado, éste último triplica el objetivo del BCE, si se llevase a cabo una verdadera normalización de la política monetaria y fiscal. No podemos olvidar que el balance del BCE es el 52% del PIB de la eurozona comparado con el 31% de la Reserva Federal con respecto al PIB de EE.UU., que hemos sufrido durante años la aberración económica de los tipos negativos y que los estados han consolidado y en algunos casos aumentado el consumo de nuevas unidades monetarias con los Fondos Europeos y un déficit elevado donde muchos gobiernos se presentan como la solución a la inflación que han creado consumiendo todavía más unidades monetarias emitidas.

Necesitamos una política fiscal responsable que elimine el incentivo a endeudarse y aumentar la inflación, empobreciendo a los ciudadanos.