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Democracia

El balance de poder no existe, excepto en momentos trascendentales en los que esa balanza se inclina hacia el congreso o hacia algún ministro. En este tiempo convulso que vivimos, se ha inclinado hacia el Ministerio Público.

.
Carolina Castellanos |
17 de noviembre, 2023

La abrumadora mayoría de chapines estamos orgullosos de serlo. Aquí nacimos, vivimos, trabajamos, estudiamos, nos desarrollamos intelectual y culturalmente. Nos encantan nuestras tradiciones. Lo vimos el pasado 1 de noviembre, día que recordamos a nuestros amigos y familiares que se nos adelantaron en el camino al cielo y, por supuesto, comemos fiambre.

La mayoría de nosotros pagamos impuestos y cumplimos a cabalidad con la ley. Los políticos son los que no la cumplen, ni siquiera los diputados (con algunas excepciones) que la promulgan.  

¿Por qué, entonces, somos nosotros los que vivimos las nefastas consecuencias por las malas decisiones de los políticos? Sé que el sistema de gobierno democrático es bueno, pero lamentablemente esto es solo en la teoría. En la práctica, no tenemos separación de poderes, empezando por el presidente de turno que termina decidiendo o incidiendo en las decisiones de los diputados, sean o no de “su bancada” partidaria. Por supuesto, los ministros no pueden tomar acciones trascendentales si no tienen el aval presidencial.

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Al final de día, todo es política. Dado que no hay reelección presidencial, el de turno tiene que “salir de pobre” en cuatro años, tiempo durante el cual es todo poderoso. 

El balance de poder no existe, excepto en momentos trascendentales en los que esa balanza se inclina hacia el congreso o hacia algún ministro. En este tiempo convulso que vivimos, se ha inclinado hacia el Ministerio Público. 

Las acusaciones de corrupción también se inclinan en el mismo sentido que la balanza de poder. En cualquier sistema de gobierno, hay quienes apoyan y quienes se oponen. El problema más grande que tenemos es el pésimo, nefasto, lento y también corrupto sistema de justicia. No sirve absolutamente para nada. La justicia debe impartirse en el corto plazo, o deja de tener el efecto amenazante para quienes quieren incurrir en actos ilegales.

El gobierno de Estados Unidos, a través de sus diversos emisarios que se pronuncian en la red social X, hablan constantemente de la democracia y “exigen” que se respete este sistema. Todos estaríamos de acuerdo con esto si realmente funcionara en un país como el nuestro (y muchos otros). La debilidad institucional, la excesiva burocracia y la “necesidad” que tienen los políticos de controlarlo todo, hace imposible tener un sistema de pesos y contrapesos.

Ese deseo insaciable de control (llamado coloquialmente “meter sus manos y sus narices en todo”), los “motiva” a crecer el tamaño del gobierno casi ilimitadamente. Hacen lo que pueden en los cuatro años que tienen y el sucesor lo continúa. Como consecuencia, tenemos ministerios inútiles como el de desarrollo, gigantescos como el de salud e incapaces como el de gobernación.  No importa quien esté a cargo, el sistema está hecho y nadie se meterá a cambiarlo pues irá en detrimento de sus ansias de poder, de control y de dinero.

¿Cuál sistema funcionaría mejor? Podemos discutirlo por la eternidad. Los socialistas, chairos comunistas o como quiera llamarlos, promulgan la fantasía de la igualdad de todos, cuando ni siquiera en el seno familiar se tiene esto, mucho menos en una sociedad tan diversa como la nuestra, en muchos ámbitos y sentidos. Quisieron demostrar “la fuerza del pueblo” bloqueando carreteras y ocasionando daños económicos incuantificables. Se demostró, una vez más, que el cambio no se impone, se construye.

Considero que la construcción de una República, con separación e independencia de poderes, podría funcionar, para tener un verdadero balance. Sin embargo, el abuso del término “demos” (pueblo), seduce a quienes buscan el poder y el dinero, que llega por añadidura.

Democracia

El balance de poder no existe, excepto en momentos trascendentales en los que esa balanza se inclina hacia el congreso o hacia algún ministro. En este tiempo convulso que vivimos, se ha inclinado hacia el Ministerio Público.

Carolina Castellanos |
17 de noviembre, 2023
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La abrumadora mayoría de chapines estamos orgullosos de serlo. Aquí nacimos, vivimos, trabajamos, estudiamos, nos desarrollamos intelectual y culturalmente. Nos encantan nuestras tradiciones. Lo vimos el pasado 1 de noviembre, día que recordamos a nuestros amigos y familiares que se nos adelantaron en el camino al cielo y, por supuesto, comemos fiambre.

La mayoría de nosotros pagamos impuestos y cumplimos a cabalidad con la ley. Los políticos son los que no la cumplen, ni siquiera los diputados (con algunas excepciones) que la promulgan.  

¿Por qué, entonces, somos nosotros los que vivimos las nefastas consecuencias por las malas decisiones de los políticos? Sé que el sistema de gobierno democrático es bueno, pero lamentablemente esto es solo en la teoría. En la práctica, no tenemos separación de poderes, empezando por el presidente de turno que termina decidiendo o incidiendo en las decisiones de los diputados, sean o no de “su bancada” partidaria. Por supuesto, los ministros no pueden tomar acciones trascendentales si no tienen el aval presidencial.

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Al final de día, todo es política. Dado que no hay reelección presidencial, el de turno tiene que “salir de pobre” en cuatro años, tiempo durante el cual es todo poderoso. 

El balance de poder no existe, excepto en momentos trascendentales en los que esa balanza se inclina hacia el congreso o hacia algún ministro. En este tiempo convulso que vivimos, se ha inclinado hacia el Ministerio Público. 

Las acusaciones de corrupción también se inclinan en el mismo sentido que la balanza de poder. En cualquier sistema de gobierno, hay quienes apoyan y quienes se oponen. El problema más grande que tenemos es el pésimo, nefasto, lento y también corrupto sistema de justicia. No sirve absolutamente para nada. La justicia debe impartirse en el corto plazo, o deja de tener el efecto amenazante para quienes quieren incurrir en actos ilegales.

El gobierno de Estados Unidos, a través de sus diversos emisarios que se pronuncian en la red social X, hablan constantemente de la democracia y “exigen” que se respete este sistema. Todos estaríamos de acuerdo con esto si realmente funcionara en un país como el nuestro (y muchos otros). La debilidad institucional, la excesiva burocracia y la “necesidad” que tienen los políticos de controlarlo todo, hace imposible tener un sistema de pesos y contrapesos.

Ese deseo insaciable de control (llamado coloquialmente “meter sus manos y sus narices en todo”), los “motiva” a crecer el tamaño del gobierno casi ilimitadamente. Hacen lo que pueden en los cuatro años que tienen y el sucesor lo continúa. Como consecuencia, tenemos ministerios inútiles como el de desarrollo, gigantescos como el de salud e incapaces como el de gobernación.  No importa quien esté a cargo, el sistema está hecho y nadie se meterá a cambiarlo pues irá en detrimento de sus ansias de poder, de control y de dinero.

¿Cuál sistema funcionaría mejor? Podemos discutirlo por la eternidad. Los socialistas, chairos comunistas o como quiera llamarlos, promulgan la fantasía de la igualdad de todos, cuando ni siquiera en el seno familiar se tiene esto, mucho menos en una sociedad tan diversa como la nuestra, en muchos ámbitos y sentidos. Quisieron demostrar “la fuerza del pueblo” bloqueando carreteras y ocasionando daños económicos incuantificables. Se demostró, una vez más, que el cambio no se impone, se construye.

Considero que la construcción de una República, con separación e independencia de poderes, podría funcionar, para tener un verdadero balance. Sin embargo, el abuso del término “demos” (pueblo), seduce a quienes buscan el poder y el dinero, que llega por añadidura.