Los principios y derechos individuales se defienden por convicción; no por conveniencia o por creer que hacerlo vaya a procurar que otros defiendan los nuestros; el derecho a la libre emisión del pensamiento, a la vida o a la propiedad, por ejemplo. Esa convicción implica defender los derechos de nuestros opositores, críticos e incluso, adversarios.
Esto, a colación de las diligencias iniciadas por el Ministerio Público, parar retirar la inmunidad del diputado Samuel Pérez Álvarez, a raíz de una publicación en la red social "X" que este borró casi de inmediato. El MP halló en un tuit —borrado— indicios de “propagación y fomento de doctrinas que tienden a destruir, mediante la violencia, la organización social y jurídica de la nación”.
Sobre la libre emisión del pensamiento, el artículo 35 de la Constitución es claro: “No constituyen delito o falta las publicaciones que contengan denuncias, críticas o imputaciones contra funcionarios o empleados públicos por actos efectuados en el ejercicio de sus cargos”. Asimismo, el artículo 161 de la norma suprema les otorga a los diputados “irresponsabilidad por sus opiniones, por su iniciativa y por la manera de tratar los negocios públicos, en el desempeño de su cargo”.
Basta decir que lo publicado por el diputado fue irresponsable e inmaduro. De cara a la gobernabilidad del país los próximos cuatro años, resultan preocupantes los exabruptos retóricos de miembros de Semilla, alejados de la moderación que el presidente electo ha querido mostrar.
El ejercicio de la libertad implica asumir responsabilidad —política en este caso—. Dicho esto, la publicación de Pérez Álvarez no puede generar responsabilidades penales a la luz de las prerrogativas constitucionales de los diputados. Pero, sobre todo, porque lo publicó ejerciendo su derecho individual. Nos guste lo dicho o no.
Por otro lado, la más reciente acción del MP abona —desafortunadamente— a la narrativa que se ha pretendido implantar, de que en Guatemala se fragua un golpe de Estado. Nada más alejado de la realidad. Pero como dice el milenario refrán: “la mujer del César no solo debe ser honrada, sino también parecerlo”.
Los principios y derechos individuales se defienden por convicción; no por conveniencia o por creer que hacerlo vaya a procurar que otros defiendan los nuestros; el derecho a la libre emisión del pensamiento, a la vida o a la propiedad, por ejemplo. Esa convicción implica defender los derechos de nuestros opositores, críticos e incluso, adversarios.
Esto, a colación de las diligencias iniciadas por el Ministerio Público, parar retirar la inmunidad del diputado Samuel Pérez Álvarez, a raíz de una publicación en la red social "X" que este borró casi de inmediato. El MP halló en un tuit —borrado— indicios de “propagación y fomento de doctrinas que tienden a destruir, mediante la violencia, la organización social y jurídica de la nación”.
Sobre la libre emisión del pensamiento, el artículo 35 de la Constitución es claro: “No constituyen delito o falta las publicaciones que contengan denuncias, críticas o imputaciones contra funcionarios o empleados públicos por actos efectuados en el ejercicio de sus cargos”. Asimismo, el artículo 161 de la norma suprema les otorga a los diputados “irresponsabilidad por sus opiniones, por su iniciativa y por la manera de tratar los negocios públicos, en el desempeño de su cargo”.
Basta decir que lo publicado por el diputado fue irresponsable e inmaduro. De cara a la gobernabilidad del país los próximos cuatro años, resultan preocupantes los exabruptos retóricos de miembros de Semilla, alejados de la moderación que el presidente electo ha querido mostrar.
El ejercicio de la libertad implica asumir responsabilidad —política en este caso—. Dicho esto, la publicación de Pérez Álvarez no puede generar responsabilidades penales a la luz de las prerrogativas constitucionales de los diputados. Pero, sobre todo, porque lo publicó ejerciendo su derecho individual. Nos guste lo dicho o no.
Por otro lado, la más reciente acción del MP abona —desafortunadamente— a la narrativa que se ha pretendido implantar, de que en Guatemala se fragua un golpe de Estado. Nada más alejado de la realidad. Pero como dice el milenario refrán: “la mujer del César no solo debe ser honrada, sino también parecerlo”.