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El presidente Arévalo no puede ser un Ronin

No deberíamos de dudar que el presidente Arévalo y su gabinete pueden tener buenas intenciones, pero recordemos que el dicho popular dice que de buenas intenciones está empedrado el infierno.

JOHAN ORDÓÑEZ
Rodrigo Fernández Ordóñez |
05 de abril, 2024

El periodista, cronista y viajero profesional guatemalteco Enrique Gómez Carrillo recogía en 1905, dentro de las páginas de su hermoso libro de viajes <<El Japón Heróico y Galante>>, la historia de los legendarios “Ronin”, un grupo de Samuráis que tras la muerte de su líder habían quedado en el mundo sin propósito, por lo que se hacían llamar <<los señores de las olas>>, por el vaivén vital al que se habían abandonado.

Ronin significa, literalmente, <<señores de las olas>>, figura literaria que describe de una forma gráfica y hermosa a la vez, el estado en el que puede quedar una persona sin mayor motivación una vez que se ha logrado un objetivo principal o prioritario. En el caso del presidente Bernardo Arévalo, no puede conformarse con haber tomado posesión de la presidencia de la República o mantenerse en ella durante el período constitucional; debe de alguna forma dar golpe de timón y definir una clara agenda política de cara a la población, que acercándose a los 100 días de gobierno parece estar, por decir lo menos, confundida sobre el rumbo, o la carencia de él, que parece haberse apoderado de los poderes del Estado.

Es comprensible que el presidente Arévalo retome la agenda internacional, que reviva contactos que se fueron enfriando tras la larga e inoperante presidencia de Giammattei, pero no puede olvidarse en ningún caso de que se debe de gobernar desde el conocimiento, forjando las alianzas imprescindibles para empujar una agenda de gobierno que, para colmo, debe de ser verificable y cuantificable tanto para el gobierno como para los gobernados.

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Está bien retomar la amistad con el gobierno de EE. UU., pero es mejor si se les presenta a ellos una agenda deseada y no recibirla desde la posición de poder de ellos, sobre todo porque en noviembre pueden cambiar los vientos en el gigante del Norte.

Aferrarse al apoyo internacional, pero desatender el apoyo local no parece ser una buena idea de cara a los tres años y medio de gobierno que le van quedando al presidente. El tiempo siempre es escaso en temas del gobierno de gentes. Es vital hacer un recuento de daños luego del desgaste de las elecciones y los meses de incertidumbre previos a la toma de posesión. Hay que hacer un examen de alianzas y mantenerlas, tanto en el Congreso de la República como en el resto de sectores: pero ofreciendo una hoja de ruta clara y dejar de estar jugando al efecto sorpresa o a la vieja conseja de acusar al gobierno anterior sobre los males presentes, sobre todo si no se toman medidas que confirmen el deseo de cambiar el rumbo. Hay que ofrecer una rama de olivo en la arena política y liberar la presión de la polarización, que de forma muy hábil ha estado instigando la oposición.

No deberíamos de dudar que el presidente Arévalo y su gabinete pueden tener buenas intenciones, pero recordemos que el dicho popular dice que de buenas intenciones está empedrado el infierno.

El presidente debe dirigir a sus ministros de forma coherente, con sabiduría y pragmatismo, exigirles resultados y, sobre todo, exigirles coordinación interna para que el gobierno deje de dar tumbos. Una agenda interna fuerte, apoyada por amplios sectores permitirá que el mismo presidente Arévalo pueda dejar las muletas de los apoyos internacionales y poder dar pasos independientes en la arena local, que es la que realmente importa.

El presidente Arévalo no puede ser un Ronin

No deberíamos de dudar que el presidente Arévalo y su gabinete pueden tener buenas intenciones, pero recordemos que el dicho popular dice que de buenas intenciones está empedrado el infierno.

Rodrigo Fernández Ordóñez |
05 de abril, 2024
JOHAN ORDÓÑEZ

El periodista, cronista y viajero profesional guatemalteco Enrique Gómez Carrillo recogía en 1905, dentro de las páginas de su hermoso libro de viajes <<El Japón Heróico y Galante>>, la historia de los legendarios “Ronin”, un grupo de Samuráis que tras la muerte de su líder habían quedado en el mundo sin propósito, por lo que se hacían llamar <<los señores de las olas>>, por el vaivén vital al que se habían abandonado.

Ronin significa, literalmente, <<señores de las olas>>, figura literaria que describe de una forma gráfica y hermosa a la vez, el estado en el que puede quedar una persona sin mayor motivación una vez que se ha logrado un objetivo principal o prioritario. En el caso del presidente Bernardo Arévalo, no puede conformarse con haber tomado posesión de la presidencia de la República o mantenerse en ella durante el período constitucional; debe de alguna forma dar golpe de timón y definir una clara agenda política de cara a la población, que acercándose a los 100 días de gobierno parece estar, por decir lo menos, confundida sobre el rumbo, o la carencia de él, que parece haberse apoderado de los poderes del Estado.

Es comprensible que el presidente Arévalo retome la agenda internacional, que reviva contactos que se fueron enfriando tras la larga e inoperante presidencia de Giammattei, pero no puede olvidarse en ningún caso de que se debe de gobernar desde el conocimiento, forjando las alianzas imprescindibles para empujar una agenda de gobierno que, para colmo, debe de ser verificable y cuantificable tanto para el gobierno como para los gobernados.

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Aferrarse al apoyo internacional, pero desatender el apoyo local no parece ser una buena idea de cara a los tres años y medio de gobierno que le van quedando al presidente. El tiempo siempre es escaso en temas del gobierno de gentes. Es vital hacer un recuento de daños luego del desgaste de las elecciones y los meses de incertidumbre previos a la toma de posesión. Hay que hacer un examen de alianzas y mantenerlas, tanto en el Congreso de la República como en el resto de sectores: pero ofreciendo una hoja de ruta clara y dejar de estar jugando al efecto sorpresa o a la vieja conseja de acusar al gobierno anterior sobre los males presentes, sobre todo si no se toman medidas que confirmen el deseo de cambiar el rumbo. Hay que ofrecer una rama de olivo en la arena política y liberar la presión de la polarización, que de forma muy hábil ha estado instigando la oposición.

No deberíamos de dudar que el presidente Arévalo y su gabinete pueden tener buenas intenciones, pero recordemos que el dicho popular dice que de buenas intenciones está empedrado el infierno.

El presidente debe dirigir a sus ministros de forma coherente, con sabiduría y pragmatismo, exigirles resultados y, sobre todo, exigirles coordinación interna para que el gobierno deje de dar tumbos. Una agenda interna fuerte, apoyada por amplios sectores permitirá que el mismo presidente Arévalo pueda dejar las muletas de los apoyos internacionales y poder dar pasos independientes en la arena local, que es la que realmente importa.