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¿Espejismo rojo? por qué no habría que dar por sentado una victoria de Trump en noviembre

Ambos partidos tendrán que luchar con la desafección y desmovilización de los votantes en sus periferias. Esos no particularmente entusiasmados con candidaturas desgastadas y desfasadas.

SCHNECKSVILLE, PENNSYLVANIA - 13 DE ABRIL: El candidato presidencial republicano, ex presidente Donald Trump, se encuentra junto a un podio colocado junto a él para desafiar al presidente Biden a un debate mientras habla en un mitin fuera del Salón de Bomberos de Schnecksville el 13 de abril de 2024 en Schnecksville, Pensilvania. (Foto de Andrew Harnik / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)
Alessandro Mecca |
29 de abril, 2024

Dependiendo de quien ocupe la Casa Blanca, la forma, más que el fondo, de la política exterior estadounidense puede variar de manera sustancial. Estos cambios se notan de manera especialmente acusada en los países modestos de la órbita geopolítica norteamericana. Entre ellos, Guatemala. Dada la trascendencia de este evento conviene, estimado lector, revisar qué nos dicen los datos demoscópicos sobre los escenarios que podrían ir vislumbrando conforme nos acercamos a noviembre.

La administración Biden se enfrenta, a priori, a un problema de percepción a nivel nacional e internacional. El grueso del alza inflacionista, la papa caliente, le ha tocado a Biden desde inicios de su mandato. Las ayudas económicas para afrontar la pandemia y los problemas que esta causó en la cadena de logística tuvieron un efecto no inmediato sobre el índice de precios al consumidor. El primer paquete de ayudas se aprobó en marzo de 2020, pero la inflación llegó a su tope a mediados de 2022. Desde entonces, existe la percepción de un estancamiento económico en esta administración. Esta sensación la recogía a inicios del mes el Wall Street Journal, un periódico no especialmente amigable con el partido demócrata. “Cuando se trata de economía, las sensaciones están en guerra con los hechos, y las sensaciones están ganando. Obviamente, son malas noticias para las esperanzas de reelección del presidente Biden. No puede decir exactamente a los votantes que están equivocados; le llamarían desconectado. Y probablemente no cambiaría nada. Las sensaciones parecen sintomáticas de un pesimismo más amplio desconectado de los datos.” Todo ello, también a pesar de buenos datos de desempleo y en el mercado de valores.

El burrito, por quien nadie daba un dólar hace un mes, podría estar tomando desapercibidamente la ventaja a un elefante enrrollado con abogados y dormido en los laureles.

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Ante semejante escenario, los demócratas han centrado sus esfuerzos en el trabajo de campo y la recaudación de fondos. En esto tienen mayor facilidad que un partido republicano con dos incógnitas políticas por resolver: la situación legal de su candidato (con el dinero que cuesta sobrellevarla) y el nivel de desafección de los votantes republicanos que no simpatizan con la esencia política del trumpismo. Este tipo de votante puede representar hasta un 20% de la base republicana. Ese porcentaje más cercano a la propuesta de la excandidata en las primarias Nikki Haley. Debilidad que, por supuesto, el oficialismo demócrata intenta aprovechar al máximo. A estas variables se suma la excéntrica candidatura de Robert Kennedy Jr. como candidato independiente, pudiendo perjudicar a ambos partidos. No obstante, pareciendo la excentricidad de sus propuestas más afín al arquetipo del votante trumpista. Así lo confirmaría un artículo de Forbes: “las encuestas más recientes sugieren que perjudica más a Trump”.

Es en esta convergencia de factores donde encontramos la explicación a por qué la brecha de intención de voto empieza a cerrarse. En un inicio esta era indiscutiblemente favorable para Trump. No obstante, los agregadores de sondeos empiezan a dibujar un empate técnico en las encuestas. Entre un 0.8 y un 1% de diferencia recogerían los sitios especializados 538 y RealClearPolitics. Todo ello a pesar de la mejora aparente de intención de voto del candidato republicano con las minorías raciales. Tradicional feudo del partido demócrata. Dato que, hay que decirlo, parece sobreestimarse en cada ciclo electoral con respecto al partido republicano.

Empieza a dibujarse un panorama cada vez más incierto de la elección estadounidense. Un panorama mucho más volátil que las conclusiones triunfalistas de algunos analistas y medios conservadores. Ambos partidos tendrán que luchar con la desafección y desmovilización de los votantes en sus periferias. Esos no particularmente entusiasmados con candidaturas desgastadas y desfasadas. Las tendencias de trabajo de campo, recaudación de fondos y cisnes negros parecen empezar a favorecer a los demócratas. El burrito, por quien nadie daba un dólar hace un mes, podría estar tomando desapercibidamente la ventaja a un elefante enrrollado con abogados y dormido en los laureles.

¿Espejismo rojo? por qué no habría que dar por sentado una victoria de Trump en noviembre

Ambos partidos tendrán que luchar con la desafección y desmovilización de los votantes en sus periferias. Esos no particularmente entusiasmados con candidaturas desgastadas y desfasadas.

Alessandro Mecca |
29 de abril, 2024
SCHNECKSVILLE, PENNSYLVANIA - 13 DE ABRIL: El candidato presidencial republicano, ex presidente Donald Trump, se encuentra junto a un podio colocado junto a él para desafiar al presidente Biden a un debate mientras habla en un mitin fuera del Salón de Bomberos de Schnecksville el 13 de abril de 2024 en Schnecksville, Pensilvania. (Foto de Andrew Harnik / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)

Dependiendo de quien ocupe la Casa Blanca, la forma, más que el fondo, de la política exterior estadounidense puede variar de manera sustancial. Estos cambios se notan de manera especialmente acusada en los países modestos de la órbita geopolítica norteamericana. Entre ellos, Guatemala. Dada la trascendencia de este evento conviene, estimado lector, revisar qué nos dicen los datos demoscópicos sobre los escenarios que podrían ir vislumbrando conforme nos acercamos a noviembre.

La administración Biden se enfrenta, a priori, a un problema de percepción a nivel nacional e internacional. El grueso del alza inflacionista, la papa caliente, le ha tocado a Biden desde inicios de su mandato. Las ayudas económicas para afrontar la pandemia y los problemas que esta causó en la cadena de logística tuvieron un efecto no inmediato sobre el índice de precios al consumidor. El primer paquete de ayudas se aprobó en marzo de 2020, pero la inflación llegó a su tope a mediados de 2022. Desde entonces, existe la percepción de un estancamiento económico en esta administración. Esta sensación la recogía a inicios del mes el Wall Street Journal, un periódico no especialmente amigable con el partido demócrata. “Cuando se trata de economía, las sensaciones están en guerra con los hechos, y las sensaciones están ganando. Obviamente, son malas noticias para las esperanzas de reelección del presidente Biden. No puede decir exactamente a los votantes que están equivocados; le llamarían desconectado. Y probablemente no cambiaría nada. Las sensaciones parecen sintomáticas de un pesimismo más amplio desconectado de los datos.” Todo ello, también a pesar de buenos datos de desempleo y en el mercado de valores.

El burrito, por quien nadie daba un dólar hace un mes, podría estar tomando desapercibidamente la ventaja a un elefante enrrollado con abogados y dormido en los laureles.

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Ante semejante escenario, los demócratas han centrado sus esfuerzos en el trabajo de campo y la recaudación de fondos. En esto tienen mayor facilidad que un partido republicano con dos incógnitas políticas por resolver: la situación legal de su candidato (con el dinero que cuesta sobrellevarla) y el nivel de desafección de los votantes republicanos que no simpatizan con la esencia política del trumpismo. Este tipo de votante puede representar hasta un 20% de la base republicana. Ese porcentaje más cercano a la propuesta de la excandidata en las primarias Nikki Haley. Debilidad que, por supuesto, el oficialismo demócrata intenta aprovechar al máximo. A estas variables se suma la excéntrica candidatura de Robert Kennedy Jr. como candidato independiente, pudiendo perjudicar a ambos partidos. No obstante, pareciendo la excentricidad de sus propuestas más afín al arquetipo del votante trumpista. Así lo confirmaría un artículo de Forbes: “las encuestas más recientes sugieren que perjudica más a Trump”.

Es en esta convergencia de factores donde encontramos la explicación a por qué la brecha de intención de voto empieza a cerrarse. En un inicio esta era indiscutiblemente favorable para Trump. No obstante, los agregadores de sondeos empiezan a dibujar un empate técnico en las encuestas. Entre un 0.8 y un 1% de diferencia recogerían los sitios especializados 538 y RealClearPolitics. Todo ello a pesar de la mejora aparente de intención de voto del candidato republicano con las minorías raciales. Tradicional feudo del partido demócrata. Dato que, hay que decirlo, parece sobreestimarse en cada ciclo electoral con respecto al partido republicano.

Empieza a dibujarse un panorama cada vez más incierto de la elección estadounidense. Un panorama mucho más volátil que las conclusiones triunfalistas de algunos analistas y medios conservadores. Ambos partidos tendrán que luchar con la desafección y desmovilización de los votantes en sus periferias. Esos no particularmente entusiasmados con candidaturas desgastadas y desfasadas. Las tendencias de trabajo de campo, recaudación de fondos y cisnes negros parecen empezar a favorecer a los demócratas. El burrito, por quien nadie daba un dólar hace un mes, podría estar tomando desapercibidamente la ventaja a un elefante enrrollado con abogados y dormido en los laureles.