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Formación

El docente debe provocar la curiosidad, la inquietud, el cuestionamiento de todo su alrededor, y así encausar su formación propia, sobre rutas claras, y con libertad de posibilidades de éxito y fracaso, que templen a esa autoformación.

Diana Brown |
26 de abril, 2022

Para definir esta palabra, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, se inicia con definir “formar”, que es la base del vocablo, y este se comparte con profundos conceptos: Dar forma a algo. Hacer que algo empiece a existir. Preparar intelectual, moral o profesionalmente a una persona o a un grupo de personas.”, tres de las diez enunciaciones listadas.

Las palabras tienen vida; las palabras tienen su entorno propio, su historia, su cultura, su comunidad se podría decir. La definición abstracta se queda corta, irreal. Cada cultura y entorno filtran y comunican una percepción, si filtrada,  dentro de la expresión diaria, hablada, escrita,  comunicada en múltiples maneras. Emilio Lledó, en su magistral obra “Los libros y la libertad”, comparte verdades lingüísticas sobre la palabra, y entrelineas advierte el cuidado con su uso. Escribe: “el lenguaje reproduce y asimila la experiencia del mundo.” “Las palabras mismas se convierten en objeto de reflexión.”

Con estos saetazos conceptuales, (y se invita a que se lea el extraordinario libro), se regresa a la reflexión inicial: formación. Y en su contexto de la educación, la formación del alumnado, y la formación docente.

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Coloquialmente se comenta que la educación es para todos los alumnos, y de los docentes una formación. La Real Academia indica que la educación es “Acción y efecto de educar. Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes. Instrucción por medio de la acción docente.” Se podrá continuar en análisis de cada vocablo, será una labor sin fin. ¿Cuál es la razón de estos comentarios? Cómo se establece la enseñanza, la instrucción, la doctrina, de que se imparte, se”da”? Con qué fin. Y ¿Quién forma las bases de “la instrucción”?

Cada persona es un individuo único, irrepetible, merecedor de su desarrollo individual de acuerdo con sus talentos, sus competencias y fortalezas. La experiencia de la pandemia demostró la importancia de la singularidad de cada persona y el fortalecimiento de esa excepcionalidad única. Una formación colectiva, “dar forma a algo que empiece a existir”, basada en currículos y visiones arbitrarias, preocupa, pues que instancia oficial dictamine el encuadre a una visión cerrada, y niega el desarrollo integral e individual.

El docente no es el propietario de la verdad, ni él que “Prepara intelectual, moral o profesionalmente a una persona o a un grupo de personas.” El docente es el profesional que abre las puertas de la posibilidad de seguir la ruta de desarrollo de cada estudiante. Claro es, el docente se capacita en pedagogía y conocimientos puntuales para cumplir con esa increíble vocación. Pero el docente también elige su camino, y su formación es respuesta a esa inquietud de saber más, y desarrollarse más, pues, la formación es asunto de cada persona. El docente debe provocar la curiosidad, la inquietud, el cuestionamiento de todo su alrededor, y así encausar su formación propia, sobre rutas claras, y con libertad de posibilidades de éxito y fracaso, que templen a esa autoformación.

Gilles Deleuze, citado en el libro de Fernando Savater, El valor de educar, emplea una maravillosa representación en Aprender a nadar: “Conjugar los puntos más notables de nuestro cuerpo con los puntos singulares de la idea objetiva, para formar un campo problemático; facultad de ejercicio trascendente.” ¿Qué comparte? La auto coordinación de factores que resultan en el conocimiento de talentos y carencias, y el fortalecimiento de la unión suya para la auto formación firme y real.

Los docentes gozan de un rol privilegiado, excepcional, de sobresaliente responsabilidad: permitir que los alumnos crean, actividad intelectual superior (solo observar la taxonomía de Bloom).  De igual manera, las universidades crecen a lado de sus alumnos/maestros, con innovación y búsqueda de crecimiento intelectual e individual con libertad académica, o, deben crecer.

Abraham Lincoln desconfiaba de la formación controlada por el estado. Se sugiere que hay que desconfiar de una formación estática y arcaica, iniciando por el uso de la palabra formación. El desarrollo integral de la persona es un viaje compartido con mapas y brújulas; la ruta es individual, guiada sin duda, pero no forzada. La aventura del aprendizaje es de cada viajero, alumno y docente. “La educación es un elemento transformador de la sociedad.” Emilio Lledó. La educación permite el crecimiento del individuo, en su auto formación. Y ese conjunto de individuos talentosos, y felices, forma una nación sin igual.

“Poco importa en último extremo lo que se enseñe, con tal de que se despierten la curiosidad y el gusto de aprender.” François de Closets

¡La educación es prioridad nacional!

Formación

El docente debe provocar la curiosidad, la inquietud, el cuestionamiento de todo su alrededor, y así encausar su formación propia, sobre rutas claras, y con libertad de posibilidades de éxito y fracaso, que templen a esa autoformación.

Diana Brown |
26 de abril, 2022

Para definir esta palabra, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, se inicia con definir “formar”, que es la base del vocablo, y este se comparte con profundos conceptos: Dar forma a algo. Hacer que algo empiece a existir. Preparar intelectual, moral o profesionalmente a una persona o a un grupo de personas.”, tres de las diez enunciaciones listadas.

Las palabras tienen vida; las palabras tienen su entorno propio, su historia, su cultura, su comunidad se podría decir. La definición abstracta se queda corta, irreal. Cada cultura y entorno filtran y comunican una percepción, si filtrada,  dentro de la expresión diaria, hablada, escrita,  comunicada en múltiples maneras. Emilio Lledó, en su magistral obra “Los libros y la libertad”, comparte verdades lingüísticas sobre la palabra, y entrelineas advierte el cuidado con su uso. Escribe: “el lenguaje reproduce y asimila la experiencia del mundo.” “Las palabras mismas se convierten en objeto de reflexión.”

Con estos saetazos conceptuales, (y se invita a que se lea el extraordinario libro), se regresa a la reflexión inicial: formación. Y en su contexto de la educación, la formación del alumnado, y la formación docente.

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Coloquialmente se comenta que la educación es para todos los alumnos, y de los docentes una formación. La Real Academia indica que la educación es “Acción y efecto de educar. Crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes. Instrucción por medio de la acción docente.” Se podrá continuar en análisis de cada vocablo, será una labor sin fin. ¿Cuál es la razón de estos comentarios? Cómo se establece la enseñanza, la instrucción, la doctrina, de que se imparte, se”da”? Con qué fin. Y ¿Quién forma las bases de “la instrucción”?

Cada persona es un individuo único, irrepetible, merecedor de su desarrollo individual de acuerdo con sus talentos, sus competencias y fortalezas. La experiencia de la pandemia demostró la importancia de la singularidad de cada persona y el fortalecimiento de esa excepcionalidad única. Una formación colectiva, “dar forma a algo que empiece a existir”, basada en currículos y visiones arbitrarias, preocupa, pues que instancia oficial dictamine el encuadre a una visión cerrada, y niega el desarrollo integral e individual.

El docente no es el propietario de la verdad, ni él que “Prepara intelectual, moral o profesionalmente a una persona o a un grupo de personas.” El docente es el profesional que abre las puertas de la posibilidad de seguir la ruta de desarrollo de cada estudiante. Claro es, el docente se capacita en pedagogía y conocimientos puntuales para cumplir con esa increíble vocación. Pero el docente también elige su camino, y su formación es respuesta a esa inquietud de saber más, y desarrollarse más, pues, la formación es asunto de cada persona. El docente debe provocar la curiosidad, la inquietud, el cuestionamiento de todo su alrededor, y así encausar su formación propia, sobre rutas claras, y con libertad de posibilidades de éxito y fracaso, que templen a esa autoformación.

Gilles Deleuze, citado en el libro de Fernando Savater, El valor de educar, emplea una maravillosa representación en Aprender a nadar: “Conjugar los puntos más notables de nuestro cuerpo con los puntos singulares de la idea objetiva, para formar un campo problemático; facultad de ejercicio trascendente.” ¿Qué comparte? La auto coordinación de factores que resultan en el conocimiento de talentos y carencias, y el fortalecimiento de la unión suya para la auto formación firme y real.

Los docentes gozan de un rol privilegiado, excepcional, de sobresaliente responsabilidad: permitir que los alumnos crean, actividad intelectual superior (solo observar la taxonomía de Bloom).  De igual manera, las universidades crecen a lado de sus alumnos/maestros, con innovación y búsqueda de crecimiento intelectual e individual con libertad académica, o, deben crecer.

Abraham Lincoln desconfiaba de la formación controlada por el estado. Se sugiere que hay que desconfiar de una formación estática y arcaica, iniciando por el uso de la palabra formación. El desarrollo integral de la persona es un viaje compartido con mapas y brújulas; la ruta es individual, guiada sin duda, pero no forzada. La aventura del aprendizaje es de cada viajero, alumno y docente. “La educación es un elemento transformador de la sociedad.” Emilio Lledó. La educación permite el crecimiento del individuo, en su auto formación. Y ese conjunto de individuos talentosos, y felices, forma una nación sin igual.

“Poco importa en último extremo lo que se enseñe, con tal de que se despierten la curiosidad y el gusto de aprender.” François de Closets

¡La educación es prioridad nacional!