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Guatemala 2023: entre desafíos y esperanzas

En última instancia, Guatemala se enfrenta a una encrucijada. El país del eterno potencial debe decidir si los guatemaltecos tomarán medidas concretas para abordar los problemas sistémicos.

.
Salvador Paiz |
21 de diciembre, 2023
El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.
 

El 2023 está por terminar. Fue un año de grandes desafíos para nuestra nación, preocupantes retrocesos e importantes aprendizajes. Al ser esta mi última columna del año, creo que es un momento oportuno para reflexionar sobre lo que el 2023 nos dejó.

Guatemala, como nación, se causa heridas autoinfligidas. A pesar de las promesas y de la amplia disponibilidad de recursos, la inversión real en infraestructura vial ha sido bajísima, constriñendo nuestra movilidad y dejándola vulnerable a derrumbes y desafíos imprevistos. La corrupción perpetuada por ciertos malos actores representa un saqueo de nuestro propio futuro como nación. Nos disparamos en el pie al cuestionar la solidez de nuestro sistema democrático. Y nos autoflagelamos con bloqueos asfixiantes que, además, ahuyentan la inversión extranjera y el turismo. Como si la educación estuviese tan bien, cerramos la USAC en nombre de los estudiantes. Estos son tan solo algunos de los cuantiosos ejemplos de los daños que nosotros mismos nos causamos en 2023.

Los guatemaltecos elegimos a Bernardo Arévalo y Karin Herrera como binomio presidencial. Sin embargo, el Ministerio Público insiste en cuestionar la legitimidad del proceso. Adicionalmente, cuestiona el proceso de creación y financiamiento del partido político Movimiento Semilla. El proceso democrático sufrió golpes y atentados: desde la compra del sistema, los candidatos dados de baja a través de “lawfare” y, ahora, hasta el acoso a las Juntas Receptoras de Votos y Juntas Electorales.

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Todo ello le tira una oscura sombra a lo que históricamente era un proceso democrático robusto y funcional. Ante ese cambio de percepción, la pregunta persiste: ¿Qué cambios exigiremos en nombre de la democracia, y cómo estos afectarán la integridad de nuestro sistema electoral?

La elección de figuras políticas es un tema cada vez más espinoso. La amalgama de cleptócratas y narcopolíticos se institucionaliza, y la responsabilidad recae en todos los guatemaltecos por haberlos favorecido con el voto (con el agravante que estamos obligados a elegir diputados por listado y no individualmente). Aunque el 2023 trajo nuevos líderes, la reelección de personajes cuestionables plantea sus propios desafíos. La tenue esperanza reside en la posibilidad de que entre los electos haya actores honestos y valientes, dispuestos a iniciar un necesario proceso de depuración. Nuestra institucionalidad prende de un hilo, y debemos continuar defendiéndola. Recordemos siempre que la interacción de pesos y contrapesos es esencial para el funcionamiento saludable de cualquier democracia republicana.

Un rayo de esperanza

Sin embargo, no todo es sombrío y hay un leve rayo de esperanza. Las finanzas del país registran un aumento en la recaudación a Q94,800 millones. Pero, lamentablemente, estos recursos parecen destinados en gran medida a un gasto sin una visión estratégica de construcción de país. El 96.6% de ejecución presupuestaria pronosticado por el Ministerio de Finanzas exige la pregunta crucial: ¿Cómo se están utilizando estos fondos para mejorar la calidad de vida de los guatemaltecos?

En última instancia, Guatemala se enfrenta a una encrucijada. El país del eterno potencial debe decidir si los guatemaltecos tomarán medidas concretas para abordar los problemas sistémicos. No se trata solo de manifestarse contra problemas coyunturales. Eso es una rueda de hámster sin fin. Atender los problemas sistémicos implica abordar desde sus raíces: los cuellos de botella identificados, la corrupción y la narcopolítica.

A medida que cerramos el capítulo del 2023, los invito a todos a realizar una retrospección sobre el año. En medio de las adversidades, yace la oportunidad de actuar y resolver las diferencias que nos polarizan. En medio de desafíos y esperanzas, el verdadero potencial de Guatemala sigue esperando a ser desbloqueado por las manos de aquellos dispuestos a construir un futuro más brillante.

www.salvadorpaiz.com

 

El autor de esta columna es Salvador Paiz.

Guatemala 2023: entre desafíos y esperanzas

En última instancia, Guatemala se enfrenta a una encrucijada. El país del eterno potencial debe decidir si los guatemaltecos tomarán medidas concretas para abordar los problemas sistémicos.

Salvador Paiz |
21 de diciembre, 2023
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El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.
 

El 2023 está por terminar. Fue un año de grandes desafíos para nuestra nación, preocupantes retrocesos e importantes aprendizajes. Al ser esta mi última columna del año, creo que es un momento oportuno para reflexionar sobre lo que el 2023 nos dejó.

Guatemala, como nación, se causa heridas autoinfligidas. A pesar de las promesas y de la amplia disponibilidad de recursos, la inversión real en infraestructura vial ha sido bajísima, constriñendo nuestra movilidad y dejándola vulnerable a derrumbes y desafíos imprevistos. La corrupción perpetuada por ciertos malos actores representa un saqueo de nuestro propio futuro como nación. Nos disparamos en el pie al cuestionar la solidez de nuestro sistema democrático. Y nos autoflagelamos con bloqueos asfixiantes que, además, ahuyentan la inversión extranjera y el turismo. Como si la educación estuviese tan bien, cerramos la USAC en nombre de los estudiantes. Estos son tan solo algunos de los cuantiosos ejemplos de los daños que nosotros mismos nos causamos en 2023.

Los guatemaltecos elegimos a Bernardo Arévalo y Karin Herrera como binomio presidencial. Sin embargo, el Ministerio Público insiste en cuestionar la legitimidad del proceso. Adicionalmente, cuestiona el proceso de creación y financiamiento del partido político Movimiento Semilla. El proceso democrático sufrió golpes y atentados: desde la compra del sistema, los candidatos dados de baja a través de “lawfare” y, ahora, hasta el acoso a las Juntas Receptoras de Votos y Juntas Electorales.

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Todo ello le tira una oscura sombra a lo que históricamente era un proceso democrático robusto y funcional. Ante ese cambio de percepción, la pregunta persiste: ¿Qué cambios exigiremos en nombre de la democracia, y cómo estos afectarán la integridad de nuestro sistema electoral?

La elección de figuras políticas es un tema cada vez más espinoso. La amalgama de cleptócratas y narcopolíticos se institucionaliza, y la responsabilidad recae en todos los guatemaltecos por haberlos favorecido con el voto (con el agravante que estamos obligados a elegir diputados por listado y no individualmente). Aunque el 2023 trajo nuevos líderes, la reelección de personajes cuestionables plantea sus propios desafíos. La tenue esperanza reside en la posibilidad de que entre los electos haya actores honestos y valientes, dispuestos a iniciar un necesario proceso de depuración. Nuestra institucionalidad prende de un hilo, y debemos continuar defendiéndola. Recordemos siempre que la interacción de pesos y contrapesos es esencial para el funcionamiento saludable de cualquier democracia republicana.

Un rayo de esperanza

Sin embargo, no todo es sombrío y hay un leve rayo de esperanza. Las finanzas del país registran un aumento en la recaudación a Q94,800 millones. Pero, lamentablemente, estos recursos parecen destinados en gran medida a un gasto sin una visión estratégica de construcción de país. El 96.6% de ejecución presupuestaria pronosticado por el Ministerio de Finanzas exige la pregunta crucial: ¿Cómo se están utilizando estos fondos para mejorar la calidad de vida de los guatemaltecos?

En última instancia, Guatemala se enfrenta a una encrucijada. El país del eterno potencial debe decidir si los guatemaltecos tomarán medidas concretas para abordar los problemas sistémicos. No se trata solo de manifestarse contra problemas coyunturales. Eso es una rueda de hámster sin fin. Atender los problemas sistémicos implica abordar desde sus raíces: los cuellos de botella identificados, la corrupción y la narcopolítica.

A medida que cerramos el capítulo del 2023, los invito a todos a realizar una retrospección sobre el año. En medio de las adversidades, yace la oportunidad de actuar y resolver las diferencias que nos polarizan. En medio de desafíos y esperanzas, el verdadero potencial de Guatemala sigue esperando a ser desbloqueado por las manos de aquellos dispuestos a construir un futuro más brillante.

www.salvadorpaiz.com

 

El autor de esta columna es Salvador Paiz.