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Ícaro, ¿en verdad querés tu alas?

.
Reynaldo Rodríguez |
21 de febrero, 2024

El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

La búsqueda de la libertad en sociedad nos parece una empresa honorable. Ya se vanagloriaban los helénicos frente a los “bárbaros” de la libertad de sus hombres en la polis ateniense. No obstante, el hombre ignora que la libertad tiene peso. Las alas que permitieron que Ícaro volara también fueron la causa de su pericia. “El hombre está condenado a ser libre” (Sartre) y ese es su dilema fundamental, pues no puede escapar de su propia libertad. Siempre tiene que escoger. Desde este axioma fundamental de la condición humana es necesario repensar el capitalismo y regresar al “hombre individual” (Kierkegaard) como aquel que tiene el peso ético en el sistema económico.

Es común pensar que el sistema capitalista socava la mayoría de las posibilidades de la maldad en donde exista. En otras palabras, debido a que es necesario que las personas constantemente intercambien libremente bienes de mayor calidad, la tierra en la que vive el hombre es más fértil para el bien que para el mal. Es evidente que existen condiciones socioeconómicas y políticas que proveen más o menos posibilidades para que el hombre alcance la virtud. Sin embargo, el problema del mal en la sociedad humana es inmanente al individuo mismo, no a la estructura bajo la que vive. Llámese de otra manera, la herida que propulsa al mal al hombre está en su misma alma, no en lo que le rodea.

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Dice Smith que no es por benevolencia que el carnicero alimenta a su comunidad. La máxima de algunas ramas de pensamiento capitalista liberal es, entonces, que a pesar del egoísmo que puede albergar el corazón del hombre, debe servir al otro. Nótese que así trabaja la ley natural en el humano, pues a pesar de su egoísmo, debe servir al otro en otro sentido, como edicto moral.

De este modo, el sistema capitalista se analoga a la solución del problema del mal y he ahí aquello que se debe reconsiderar. El problema filosófico se da en la exteriorización del “pecado original”, de la proclividad al mal, y querer resolverlo fuera de donde se encuentra.

A pesar de que el capitalismo, en escala comunitaria, es tierra ubérrima para la bondad, que solo puede nacer de la libre decisión de hacer el bien aun pudiendo hacer el mal, la respuesta del problema del mal está en el corazón de cada hombre. No hay virtud en el intercambio de bienes de mayor calidad y libre si este no se hace con caritas hacia el Otro. Si por razón de necesidad de intercambio creamos mercado, el acto se ve invalidado de cualquier brillo de virtuosismo. El hombre debe desear servir a su prójimo, ganándose su pan después de haber saciado el hambre del otro.

El capitalismo se debe repensar y regresar la libertad al hombre con todo su peso. El hombre debe escoger, con todo el peso de la virtud, ser bueno con su prójimo y servirle. ¿Acaso está Ícaro listo para sus alas?

Ícaro, ¿en verdad querés tu alas?

Reynaldo Rodríguez |
21 de febrero, 2024
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El contenido en la sección de Opinión es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la postura o la línea editorial de República.

La búsqueda de la libertad en sociedad nos parece una empresa honorable. Ya se vanagloriaban los helénicos frente a los “bárbaros” de la libertad de sus hombres en la polis ateniense. No obstante, el hombre ignora que la libertad tiene peso. Las alas que permitieron que Ícaro volara también fueron la causa de su pericia. “El hombre está condenado a ser libre” (Sartre) y ese es su dilema fundamental, pues no puede escapar de su propia libertad. Siempre tiene que escoger. Desde este axioma fundamental de la condición humana es necesario repensar el capitalismo y regresar al “hombre individual” (Kierkegaard) como aquel que tiene el peso ético en el sistema económico.

Es común pensar que el sistema capitalista socava la mayoría de las posibilidades de la maldad en donde exista. En otras palabras, debido a que es necesario que las personas constantemente intercambien libremente bienes de mayor calidad, la tierra en la que vive el hombre es más fértil para el bien que para el mal. Es evidente que existen condiciones socioeconómicas y políticas que proveen más o menos posibilidades para que el hombre alcance la virtud. Sin embargo, el problema del mal en la sociedad humana es inmanente al individuo mismo, no a la estructura bajo la que vive. Llámese de otra manera, la herida que propulsa al mal al hombre está en su misma alma, no en lo que le rodea.

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Dice Smith que no es por benevolencia que el carnicero alimenta a su comunidad. La máxima de algunas ramas de pensamiento capitalista liberal es, entonces, que a pesar del egoísmo que puede albergar el corazón del hombre, debe servir al otro. Nótese que así trabaja la ley natural en el humano, pues a pesar de su egoísmo, debe servir al otro en otro sentido, como edicto moral.

De este modo, el sistema capitalista se analoga a la solución del problema del mal y he ahí aquello que se debe reconsiderar. El problema filosófico se da en la exteriorización del “pecado original”, de la proclividad al mal, y querer resolverlo fuera de donde se encuentra.

A pesar de que el capitalismo, en escala comunitaria, es tierra ubérrima para la bondad, que solo puede nacer de la libre decisión de hacer el bien aun pudiendo hacer el mal, la respuesta del problema del mal está en el corazón de cada hombre. No hay virtud en el intercambio de bienes de mayor calidad y libre si este no se hace con caritas hacia el Otro. Si por razón de necesidad de intercambio creamos mercado, el acto se ve invalidado de cualquier brillo de virtuosismo. El hombre debe desear servir a su prójimo, ganándose su pan después de haber saciado el hambre del otro.

El capitalismo se debe repensar y regresar la libertad al hombre con todo su peso. El hombre debe escoger, con todo el peso de la virtud, ser bueno con su prójimo y servirle. ¿Acaso está Ícaro listo para sus alas?