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La alternancia en el poder es una democracia saludable

La ola de líderes de izquierda en Latinoamérica no se benefició de nada, casi todos los países de la región fracasaron en términos de crecimiento económico a la larga y ninguno abordó sus desafíos reales.

Alternancia
Melanie Müllers |
03 de enero, 2023

Es fácil que un partido o un movimiento político de la oposición en las actuales democracias latinoamericanas, donde el ambiente político, los lleva a la emergencia de un fenómeno transversal común: el “voto del enojo”. Incluyendo la victoria de Gustavo Petro en Colombia y la de Lula da Silva en Brasil el año pasado, los partidos de los presidentes en funciones casi siempre pierden las elecciones presidenciales. América Latina dejó, en el pasado, el ser la región en la cual la ventaja de los presidentes era un factor importante en los resultados de  las elecciones, a ser una en la que los partidos en funciones casi nunca ganan.

Por supuesto, hay una piedra en el zapato, son estos resultados: una vez que gana la oposición, ya no será la oposición. A medida que estos funcionarios recién elegidos asumen el cargo, se enfrentan a los mismos obstáculos políticos que sacudieron a sus predecesores. En muchos casos, el mismo problema político que una vez los ayudó a obstaculizar a sus predecesores ahora los perjudica como nuevos funcionarios. Mientras tanto, las altas expectativas de cambio que crearon entre sus partidarios no las pudieron cumplir porque solo tenían aire, lo que lleva a una mayor desilusión de sus electores y decepción contra el sistema político.

A los desafíos que enfrenta la ola de presidentes de izquierda elegidos en los últimos dos años se suma que tendrán que gobernar de manera dura. Y esa es la diferencia más grande entre ellos y la ola de presidentes que gobernó en la década de la Marea Rosa o Pink Tide, refiriéndose a la oleada de victorias electorales de candidatos de izquierda en Latinoamérica durante 1998. Esta etapa comenzó tras la elección de Hugo Chávez como presidente de Venezuela, seguido por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y México. La Marea Rosa, también conocida como la “vuelta hacia la izquierda” cambió la forma de gobernar en los países de América Latina.

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Hay diferencias claras e importantes en la forma en que los distintos líderes de los países de Latinoamérica administraron sus recursos. Desafortunadamente, en retrospectiva, muchos de esos gobiernos hicieron mal uso de sus recursos, algunos gastaron todo el dinero y obligaron a sus países a tener déficits insostenibles a largo plazo. Algunos utilizaron sus impulsos temporales de popularidad como una oportunidad para reprimir a los opositores políticos y consolidar el control, lo que los beneficiaría más adelante, cuando fueran menos populares. Muchos financiaron esquemas de corrupción en los que se enriquecieron personalmente y sus aliados políticos ganaron miles de millones en ganancias ilícitas que deberían haber contribuido al bienestar del pueblo.

La ola de líderes de izquierda en Latinoamérica no se benefició de nada, casi todos los países de la región fracasaron en términos de crecimiento económico a la larga y ninguno abordó sus desafíos reales. Luego, llegó la pandemia, lo que obligó a millones de personas a quedarse sin trabajo y regresar a la pobreza, y llevó a casi todos los gobiernos a participar en gastos adicionales para proteger al pueblo. Ahora, ante la inflación de los precios y el alza de los combustibles, sus presupuestos están por los suelos para proporcionar subsidios adicionales u ofrecer nuevas redes de seguridad social para proteger a sus ciudadanos.

Moderar las altas expectativas es difícil para los políticos que “prometen” un gran cambio con “pan y circo”. No cumplirlas los llevará a problemas y seguramente protestas. Para tener éxito, se debe tener un progreso concreto y sostenible, incluso si es menor de lo que originalmente prometen los candidatos que actualmente se encuentran en el cargo.

Sobre todo, demostrar que con la confianza de los votantes no se juega.

La alternancia en el poder es una democracia saludable

La ola de líderes de izquierda en Latinoamérica no se benefició de nada, casi todos los países de la región fracasaron en términos de crecimiento económico a la larga y ninguno abordó sus desafíos reales.

Melanie Müllers |
03 de enero, 2023
Alternancia

Es fácil que un partido o un movimiento político de la oposición en las actuales democracias latinoamericanas, donde el ambiente político, los lleva a la emergencia de un fenómeno transversal común: el “voto del enojo”. Incluyendo la victoria de Gustavo Petro en Colombia y la de Lula da Silva en Brasil el año pasado, los partidos de los presidentes en funciones casi siempre pierden las elecciones presidenciales. América Latina dejó, en el pasado, el ser la región en la cual la ventaja de los presidentes era un factor importante en los resultados de  las elecciones, a ser una en la que los partidos en funciones casi nunca ganan.

Por supuesto, hay una piedra en el zapato, son estos resultados: una vez que gana la oposición, ya no será la oposición. A medida que estos funcionarios recién elegidos asumen el cargo, se enfrentan a los mismos obstáculos políticos que sacudieron a sus predecesores. En muchos casos, el mismo problema político que una vez los ayudó a obstaculizar a sus predecesores ahora los perjudica como nuevos funcionarios. Mientras tanto, las altas expectativas de cambio que crearon entre sus partidarios no las pudieron cumplir porque solo tenían aire, lo que lleva a una mayor desilusión de sus electores y decepción contra el sistema político.

A los desafíos que enfrenta la ola de presidentes de izquierda elegidos en los últimos dos años se suma que tendrán que gobernar de manera dura. Y esa es la diferencia más grande entre ellos y la ola de presidentes que gobernó en la década de la Marea Rosa o Pink Tide, refiriéndose a la oleada de victorias electorales de candidatos de izquierda en Latinoamérica durante 1998. Esta etapa comenzó tras la elección de Hugo Chávez como presidente de Venezuela, seguido por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y México. La Marea Rosa, también conocida como la “vuelta hacia la izquierda” cambió la forma de gobernar en los países de América Latina.

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La ola de líderes de izquierda en Latinoamérica no se benefició de nada, casi todos los países de la región fracasaron en términos de crecimiento económico a la larga y ninguno abordó sus desafíos reales. Luego, llegó la pandemia, lo que obligó a millones de personas a quedarse sin trabajo y regresar a la pobreza, y llevó a casi todos los gobiernos a participar en gastos adicionales para proteger al pueblo. Ahora, ante la inflación de los precios y el alza de los combustibles, sus presupuestos están por los suelos para proporcionar subsidios adicionales u ofrecer nuevas redes de seguridad social para proteger a sus ciudadanos.

Moderar las altas expectativas es difícil para los políticos que “prometen” un gran cambio con “pan y circo”. No cumplirlas los llevará a problemas y seguramente protestas. Para tener éxito, se debe tener un progreso concreto y sostenible, incluso si es menor de lo que originalmente prometen los candidatos que actualmente se encuentran en el cargo.

Sobre todo, demostrar que con la confianza de los votantes no se juega.