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La caja de pandora de la ley electoral

Es importante tomar en cuenta que el sistema electoral y el régimen de partidos son los elementos más maleables y atractivos de todo el sistema político, ya que cualquier modificación podría tener un impacto directo sobre el ejercicio del poder.

Ilustración por Gabo®
Marimaite Rayo |
29 de febrero, 2024

El pasado 12 de febrero, el TSE lanzó la CAME. Esta es una plataforma en la que diferentes sectores pueden participar en la discusión de posibles reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEEP) de manera que, con base a estas propuestas, se pueda diseñar un paquete formal de reforma.

Desde el 2016, cuando la LEPP fue reformada por última vez a profundidad, nadie se ha atrevido a volver a tocar esa caja de pandora, ya que todos los diputados son muy conscientes de que una vez se abre, es muy difícil volverla a cerrar. Asimismo, todos saben que este proceso genera un efecto de bola de nieve, ya que, al querer cambiar una cosa, los intereses de todos se pueden ver afectados. Por lo tanto, lo más cómodo es dejar ese demonio dormido para que sea problema de la próxima legislatura.

La paradoja electoral

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Es importante tomar en cuenta que el sistema electoral y el régimen de partidos son los elementos más maleables y atractivos de todo el sistema político, ya que cualquier modificación podría tener un impacto directo sobre el ejercicio del poder. Por ello, no nos debería de extrañar que muchos candidatos en tiempos de campaña ofrezcan una reforma electoral.

Pero como dicen por ahí: no es lo mismo verla venir que bailar con ella, especialmente cuando es un proceso que debe conciliar tantos intereses contrapuestos.

De cualquier modo, estos intentos de reforma siempre terminan siendo un círculo vicioso, dado que los diputados, una vez en el poder, dan un paso atrás y se abstienen de una reforma de fondo y se conforman con una pulidita por encima. Este comportamiento debería de esperarse ya que ¿por qué quisieran cambiar las reglas que hasta el momento les han funcionado y los han llevado a los puestos de poder que querían?

Entonces, es evidente que no habrá una verdadera disposición de cambio hasta que estas reglas dejen de jugar a su favor.

Reformas en el vacío

Otro problema, que es propio de la naturaleza de este ejercicio de propuesta, es el hecho de que la temporalidad, en vez de jugar a favor de la reforma técnica, se limita a favorecer a los intereses políticos.

Esto se debe a que, al ser tan reciente el último proceso electoral, los diferentes sectores proponen de forma segada por el efecto de recencia. Esto implica que únicamente se quiera modificar aquello que fue desfavorable para un grupo en el proceso más reciente.

Consecuentemente, en vez de crear un marco de normas generales y técnicas, que trace una hoja de ruta clara que favorezca la transparencia y la rendición de cuentas, el paquete de reformas se convierte en una agregación de intereses políticos sin coherencia.

En última instancia, el resultado termina siendo un nuevo enjambre legal que solo termina entrampando más el proceso electoral. Pero al final…eso es problema dentro de cuatro años, ¿no?

La caja de pandora de la ley electoral

Es importante tomar en cuenta que el sistema electoral y el régimen de partidos son los elementos más maleables y atractivos de todo el sistema político, ya que cualquier modificación podría tener un impacto directo sobre el ejercicio del poder.

Marimaite Rayo |
29 de febrero, 2024
Ilustración por Gabo®

El pasado 12 de febrero, el TSE lanzó la CAME. Esta es una plataforma en la que diferentes sectores pueden participar en la discusión de posibles reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEEP) de manera que, con base a estas propuestas, se pueda diseñar un paquete formal de reforma.

Desde el 2016, cuando la LEPP fue reformada por última vez a profundidad, nadie se ha atrevido a volver a tocar esa caja de pandora, ya que todos los diputados son muy conscientes de que una vez se abre, es muy difícil volverla a cerrar. Asimismo, todos saben que este proceso genera un efecto de bola de nieve, ya que, al querer cambiar una cosa, los intereses de todos se pueden ver afectados. Por lo tanto, lo más cómodo es dejar ese demonio dormido para que sea problema de la próxima legislatura.

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Es importante tomar en cuenta que el sistema electoral y el régimen de partidos son los elementos más maleables y atractivos de todo el sistema político, ya que cualquier modificación podría tener un impacto directo sobre el ejercicio del poder. Por ello, no nos debería de extrañar que muchos candidatos en tiempos de campaña ofrezcan una reforma electoral.

Pero como dicen por ahí: no es lo mismo verla venir que bailar con ella, especialmente cuando es un proceso que debe conciliar tantos intereses contrapuestos.

De cualquier modo, estos intentos de reforma siempre terminan siendo un círculo vicioso, dado que los diputados, una vez en el poder, dan un paso atrás y se abstienen de una reforma de fondo y se conforman con una pulidita por encima. Este comportamiento debería de esperarse ya que ¿por qué quisieran cambiar las reglas que hasta el momento les han funcionado y los han llevado a los puestos de poder que querían?

Entonces, es evidente que no habrá una verdadera disposición de cambio hasta que estas reglas dejen de jugar a su favor.

Reformas en el vacío

Otro problema, que es propio de la naturaleza de este ejercicio de propuesta, es el hecho de que la temporalidad, en vez de jugar a favor de la reforma técnica, se limita a favorecer a los intereses políticos.

Esto se debe a que, al ser tan reciente el último proceso electoral, los diferentes sectores proponen de forma segada por el efecto de recencia. Esto implica que únicamente se quiera modificar aquello que fue desfavorable para un grupo en el proceso más reciente.

Consecuentemente, en vez de crear un marco de normas generales y técnicas, que trace una hoja de ruta clara que favorezca la transparencia y la rendición de cuentas, el paquete de reformas se convierte en una agregación de intereses políticos sin coherencia.

En última instancia, el resultado termina siendo un nuevo enjambre legal que solo termina entrampando más el proceso electoral. Pero al final…eso es problema dentro de cuatro años, ¿no?